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Habían esperado lo suficiente como para que Melissa dilatara, pero luego de no conseguirlo, y percibir que la niña estaba sufriendo dentro del útero, decidieron realizarle una cesarea de urgencia.

Desde que le habían dicho aquello, y el escuchar el "sufrimiento fetal", Melissa no había dejado de llorar, culpándose de no haber podido tener a su hija por parto natural.

—Tranquila —le dijo Caelan en un tono bajo, acariciando su cabello y mejillas.

La rubia negó con la cabeza, sollozando, mientras el equipo médico se preparaba para realizar la cesárea, sin ella poder ver nada desde el otro lado de las sábanas que habían puesto sobre su pecho.

—¿Sientes esto Melissa? —le inquirió el médico.

—N-No.

—De acuerdo, entonces ya podemos comenzar.

Melissa miró hacia arriba, ignorando lo que Caelan le decía para calmarla, en su mente sólo estaba su hija, su deseo de conocerla, y su miedo de no poder hacerlo. Nueve meses esperando aquel momento, preparándose para hacerlo, y quién había fallado, había sido ella.

Tal vez era la vida dándole una lección por haber rechazado en un primer momento a su bebé, por no haberse emocionado al saber que sería una niña, por haberla rechazado.

Pero la verdad, es que no quería que su hija naciera en un mundo como el suyo, siendo sólo una Omega al servicio de las demás castas, siendo ridiculizada, minimizada... Desvalorizada, total, era una Omega ¿A quien le importaba lo que ocurriera con ella?

Todos sabían del mercado de omegas, y nadie hacía nada para detenerlo y salvar a las muchachas comercializadas por sus propios padres.

No quería que-

—Ey, mírame, escúchala —sonrió Caelan tomándola del rostro para que lo mirara.

Melissa desvió la mirada hacia él, y en ese momento una enfermera se acercó a ellos con la niña en las manos, apoyándola sobre el pecho de la rubia.

—Mira que bonita es —sonrió emocionado Caelan, observando a la bebé llorar—. Se parece mucho a ti, tiene tu nariz, mírala.

La enfermera tomó una de las manos de Melissa y la apoyó sobre la espalda de la pequeña, para que pudiera sentirla.

Pero... Algo dentro de ella no se sentía igual.

***


Y como se lo había dicho, Cecilia al enterarse de que la bebé había nacido, viajó hasta el pueblo para poder conocerla, sabía que a la niña no le haría falta nada, pero ella de todos modos le llevó un presente a ambas, incluyendo a la reciente mamá.

Caelan, obligadamente, había tenido que ir a su casa a comer algo y darse una ducha, antes de tener que regresar al hospital, por lo que Cecilia estaría a solas con Melissa.

—Permiso —pronunció la rubia mayor entrando a la habitación, observando como habían muchos globos rosas y un enorme ramo de rosas rojas sobre una silla.

Caelan se ve que estaba emocionado con la llegada de su hija.

—¿Cómo te sientes? —le inquirió acercándose a la cama, escuchando los suaves quejidos de la bebé, que estaba acostada junto a su progenitora.

—No lo sé, extraña —pronunció indiferente.

—Sí, parir siempre nos deja con esa sensación —murmuró.

—No sabía que eras madre.

—No lo soy —le dijo mirando a la bebé—. Es preciosa, felicidades.

MelissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora