Odiaba con todo su ser tener que necesitarlo, y más aún, tener que tragarse el orgullo, pero en este momento, no le quedaba otra opción. Los primeros cinco meses de su embarazo habían transcurrido normal, incluso había podido trabajar en su pastelería.
Pero al llegar al sexto mes, en el control los resultados no fueron los mismos.
Su bebé estaba en bajo peso, y el obstetra le había dicho que debía dejar de trabajar, esforzarse lo menos posible, y desde ahora, acudir a las consultas más frecuentemente. Aunque aún no significaba un riesgo para la vida de su hija, era un alerta la cual no podían ignorar.
—Te traje hierro, la farmacéutica dijo que es bueno tomarlo además de tus vitaminas prenatales. En el último análisis salió que estás un poco anémica —le dijo Caelan entrando en la casa, con unas bolsas en sus manos—. Y además traje muchos alimentos ricos en hierro. ¿Cómo te sientes?
—Un poco cansada —murmuró.
—Acuéstate, me encargaré de acomodar los víveres, te haré el almuerzo y luego me iré —pronunció llevando las bolsas hacia la cocina.
Sabía que ella odiaba tenerlo cerca, y más aún depender de él, es por eso que buscaba ayudarla sin tener mucho contacto. Lo que menos necesitaba Melissa en ese momento era más estrés.
—¿Desayunaste?
—Sí, tomé un poco de jugo de naranjas y un omelette con jamón.
—¿Y eso es rico en hierro?
—No lo sé, pero es lo que tenía ganas de comer —le dijo bostezando, acariciando su vientre.
—Está bien, ve a la cama, debo bajar un par de bolsas más aún.
La rubia asintió con la cabeza y se fue a su habitación, cerrando la puerta detras de si misma.
Luego de unos veinte minutos, y de acomodar todo en sus respectivos lugares, Caelan se dispuso a prepararle el almuerzo. La casa de enfrente estaba casi terminada, por lo que él ya estaba viviendo allí. Debía estar cerca de Melissa después de todo.
Tomó su celular mientras sacaba carne del refrigerador y leyó la lista de alimentos que el médico le había dado. Le prepararía filete con espinaca y huevo hervido, y frijoles. Estaba seguro que había comprado una lata de frijoles.
Y de postre, tendría que comer fresas y frambuesas. Sabía que a la rubia le encantaba comer productos procesados como pasteles o postres luego del almuerzo, pero ahora debía cuidarse por su bebé.
***
—No te preocupes, estoy bien, la próxima semana tengo otro control, y espero que el doctor me diga que la niña está creciendo —pronunció hablando por celular—. Estoy haciendo todo lo que él me dijo, incluso dejé de trabajar —suspiró.
"—No pienses en eso, sólo que estás haciendo lo correcto para cuidar a tu bebita —le dijo su amiga—. Ella te necesita ahora."
—Lo sé, pero no me gusta sentir que le debo algo —murmuró acariciando su panza, sintiendo como la niña se movía.
Al parecer tenía hambre ya.
"—Tal vez podría viajar a verte, y quedarme un tiempo contigo."
—Gracias Emi, pero no quiero molestarte, ya bastante tienes con tu trabajo.
"—Ay ¡Tonterías! Yo puedo trabajar Home Office, así que podría viajar tranquilamente si tú quieres, y además ayudarte con las tareas del hogar. ¡Sabes que estoy emocionada con la llegada de la bebé!"
Melissa sonrió suavemente al escuchar aquello.
—Va a tener la mejor madrina de todas.
"—Pues sí, eso es obvio. Entonces ¿Aceptas que te vaya a visitar?"
La puerta de la habitación se abrió en ese momento, y Caelan entró con una bandeja.
—Ya te preparé todo.
—Emi te hablo luego, estoy por almorzar, besitos —pronunció antes de cortar.
La rubia se acomodó en la cama, colocando un par de almohadas detrás de su espalda, y Caelan le colocó la bandeja sobre los muslos.
—¿Tomaste el hierro cuando te dije?
—Sí, y sabe asqueroso —murmuró tomando el plato.
—Que mal, pero es necesario para ella... ¿Necesitas algo más?
—No, estoy bien.
—De acuerdo, estaré en mi casa, si necesitas algo más, llámame.
—Está bien, adiós —le dijo sin mirarlo, cortando un trozo de filete.
Cuánto más rápido se fuera, mejor sería.
Caelan salió de la casa de Melissa, y cuando estaba por cruzar la calle, su celular comenzó a sonar. Con curiosidad lo desbloqueó y observó el contacto.
Respiró profundo y se sentó en el porche de la casa, antes de atender la llamada.
—¿Qué ocurre?
"—¿En dónde estás?"
—En mi casa... ¿Por qué me llamas? ¿Ocurrió algo con los niños?
"—La... Próxima semana es el cumpleaños de Lottie, y ella me pidió que vinieras."
—No puedo —pronunció bajo, cerrando los ojos.
"—¿No puedes? ¿Que es más importante que el cumpleaños de mi hija? ¿De tu sobrina? Y después de lo que dijiste, que también era como la tuya ¿No vendrás?"
—Mar.
"—Te dije bien que no entraras en la vida de los niños, y tú no quisiste escucharme. Sabes que a Scott no le agradas, pero Lottie se la pasa preguntando por tí. Hace un mes no vienes a verla."
—Está bien, iré —suspiró poniéndose de pie—. Pero no podré quedarme más de dos días, debo regresar cuánto antes.
"—De acuerdo, mientras estés en el cumpleaños de ella, no importa lo demás."
—Bien, dales mis saludos.
En cuanto la castaña cortó la llamada, Caelan se giró un momento para observar la casa de Melissa, antes de entrar en la suya propia.
Tendría que dejarla sola unos tres días, o buscar alguien que la ayudara hasta que él regresara. Sabía que su principal preocupación debía ser Melissa y su bebé, pero Mar tenía razón, él le había prometido a Charlotte que estaría con ella.
Caelan iba a ocupar el lugar que Shayne jamás había podido tomar, pero las cosas no habían resultado como lo había planeado.
Y Mar ni siquiera sabía que él iba a ser padre, y que eso supondría menos tiempo para pasar con su hija y no fallar a su promesa. Esconderlo se sentía fatal, pero dañar la ilusión de una niña pequeña sin padre, era una mierda peor.
...