No se sentía bien cuando la tenía cerca, estaba muy adolorida aún por la cesárea, y escuchar a la niña llorar, o tener que atenderla, la ponía de muy mal humor.
—Llévatela, se me parte de la cabeza —gruñó cuando Caelan entró a la habitación, tomando a la bebé en brazos.
El castaño la acunó a su pecho, masajeando suavemente su espalda.
—Está llorando porque tiene hambre, Melissa.
—Ya intenté darle el pecho, y no se prende bien, me hace doler demasiado, dale un biberón.
Caelan suspiró y salió de la habitación, dejándola descansar. Su pequeña ya tenía una semana de nacida, y nada había mejorado con Melissa desde entonces.
—Tu mamá no entiende que el bibi te causa gases, mi amor, por eso lloras tanto, tienes cólicos, hijita —pronunció bajo, mientras sostenía a la niña con una mano, y con la otra le preparaba el biberón.
Cecilia le había dicho que la rubia estaba atravesando por una depresión post parto, que buscara ayuda, pero Melissa no quería acudir con un psicólogo. Y llevarle la contra era terminar en una discusión.
—Lo sé, hijita, no te gusta el bibi, pero debes tomarlo —murmuró frustrado, mientras la niña se negaba a agarrarlo, sollozando y moviéndose en sus brazos—. Sólo un poquito bebe, para que no te duela la pancita, amor.
Escuchó que tocaban la puerta y fue con la pequeña hasta la misma, para abrirla.
—Parece que no has dormido —pronunció Cecilia entrando.
—No lo he hecho.
La rubia mayor observó a la bebé llorar y sin pedirle permiso, se la quitó de los brazos, tomándola ella.
—Sh, sh, tranquila —pronunció pasando su mano en frente de la nariz de la niña, hablando en un tono bajo, calmo, pero firme—. Eso es, tranquila.
Caelan observó como la niña poco a poco dejó de sollozar, emitiendo suaves quejidos. Frunció el ceño y tomó la mano de su hermana, mirándola extrañado.
—Oye ¿Qué le hiciste?
—Efecto de un alfa dominante, no lo entenderías —expresó indiferente, quitándole su mano y tomando el biberón para darle a la niña.
—Yo también soy un alfa —le recordó.
—Existen diferentes tipos de alfas... Pero no viene al caso hablar de eso.
Caminó con la niña hasta el sillón y se sentó con ella, mientras le daba el biberón y la pequeña tomaba una de sus dedos, cerrando sus ojitos cansada.
—¿Y Melissa?
—En su habitación, de mal humor como siempre —reconoció con pesar—. Quizás esté durmiendo, o tomando un baño.
—Si la actitud de ella hacia la niña persiste, tendrás que buscar una nodriza, ya que se niega a aceptar ayuda profesional.
—Intenté hacerla entrar en razón, pero no hubo forma, no quiere hablar con un psicólogo. No quiere un psicólogo, no quiere cuidar de la bebé, no quiere prácticamente salir de su habitación o hacer algo por su vida.
—¿Se está alimentando?
—Sí, algo come, pero no mucho, tal vez por eso no tiene leche.
Cecilia asintió con la cabeza y dejó el biberón sobre una mesita, acomodando a la niña contra su pecho para masajearle la espalda. Caelan observó a su hermana y sonrió suavemente.
—Podrías ser una buena mamá si quisieras, tienes madera para serlo.
—No lo creo... —murmuró.
—¿Cómo que no? Mira, hiciste que tomara su biberón y se durmiera, cuando había estado más de media hora llorando y negándose conmigo a alimentarse.
Luego de escuchar que la niña eructara, la acostó sobre su brazo, acunándola a su pecho para que durmiera más cómoda.
—¿Quieres un café? Necesito algo que me mantenga despierto.
—Claro.
El castaño salió de la sala y Cecilia suavemente acarició el cabello de la niña, que por lo que se veía, sería rubia como su madre. Pasó sus dedos por las mejillas de la pequeña, sintiendo su aroma a bebé... Tanta inocencia y fragilidad entre sus manos.
Tanta pureza.
"Le puso los calcetines, para cubrir sus pequeños piecitos rosados, y lo acunó a su pecho, viendo como su bebé sabía que significaba aquello, la teta.
Se levantó la camiseta y se permitió alimentarlo, escuchando la rápida respiración de su niño, viendo cómo se tomaba de su pecho, y buscaba dormir sintiendo el calor de ella, su aroma, la seguridad que simplemente le brindaba estar en sus brazos.
Su hijo cumplía una semana de nacido, y aquella sería la última vez que estarían juntos."
***
—Algo no está bien conmigo, es como... Si por momentos me perdiera, y me llenara de ira ¿Sabes? —pronunció el jovencito, sentado en el borde de su cama, mirando hacia sus manos—. Es una ira muy grande que quiere controlarme.
—¿Desde cuándo lo comenzaste a sentir? —le inquirió Aleyan mirándolo serio.
—Un par de semanas.
—¿Luego de tu pelea en el club?
El rubio rodó los ojos, antes de mirar con el ceño fruncido a su hermano.
—Ese hijo de puta me estaba mirando mal desde que entré al club, y en la primera oportunidad que tuvo, fingió un accidente para manchar mi camisa con su bebida de bajo costo.
—Quién estaba realmente buscando una excusa ¿Tú o él?
—Dah, no tiene sentido hablar contigo —pronunció molesto, poniéndose de pie para salir de la habitación.
—Claro, a ti si no te dan la razón, te molestas, te crees que todos están en tu contra.
—Lo estás, y se supone que eres mi hermano. ¿Por qué no eres como Lucyen, eh?
—Porque a mi no me interesa darle la razón a un mocoso caprichoso —le dijo con simpleza, saliendo primero de la habitación.
Dylan gruñó molesto y salió también, pero antes de continuar con la discusión, se encontró con su hermano mayor en el pasillo.
—¡Lucyen! No sabía que habías regresado —pronunció sorprendido.
El castaño lo observó y se acercó a él, apoyando una de sus manos en el rostro del muchacho y otra en su hombro... Tenía los ojos de ella, y un color de rubio un tanto más oscuro, pero tenía más de ella que de él.
Sí, tenía los mismos ojos, pero jamás la misma mirada. Ella siempre observaba a todos con desprecio o superioridad, en cambio Dylan tenía una mirada más suave, pero elegante como la de ella.
—Cada día creces más, estás tan grande.
—Que exagerado eres —pronunció divertido, sonriendo.
Jamás la había visto sonreír, pero estaba seguro que ella se vería del mismo modo.
—Ven, tenemos que hablar.
—¿De qué?
—Es... Algo que nos involucra a ambos.
...