—Mel, Mel ¡Mira esto! —exclamó Emi corriendo hasta la habitación de su amiga, con el celular en una de sus manos, y en la otra un batidor de mano—. ¡Es él!
—¿Quién?
—¡El papá de la niña! Pero ignora su foto, sólo lee el encabezado de la noticia.
Melissa rodó los ojos y tomó desinteresada el celular de la morena para leer lo que decía, antes de cambiar su expresión de molestia por una de desconcierto.
—El empresario multimillonario Caelan Wildwolf financiará las obras de desarrollo urbanístico y humanitario a realizar en el pueblo de GoodGrass por el valor millonario de... ¿Q-Qué? —jadeó al leer la suma, sin poder creerlo.
—¡¿Viste lo que dice?! ¡¿Cuánto dinero tiene realmente ese tipo?! —exclamó sorprendida, antes de reir y quitarle el celular de las manos para que la mirara—. Melissa ¿Por qué demonios de divorciaste de él? ¿Comprendes que perdiste la oportunidad de tu vida al hacerlo?
—¿Ah sí? ¿Vivir como una cornuda consciente? —le inquirió frunciendo el ceño—. Por mi puede ser el puto hombre más rico del mundo si quiere, aún así no me interesa su maldito dinero.
—¡Pero mujer! Eso es lo de menos ¿A quien demonios le importa si es un perro infiel o no? ¡Está podrido en dinero!
—Mi dignidad vale más que todos sus millones —masculló con rabia—. Y ya te dije que no quería volver a hablar de él, si tan interesada estás en su puto dinero, te lo presento, total, a ti no te interesa que te caguen.
—Lo siento... —murmuró, antes de salir de la habitación y dejar sola a la rubia.
Al parecer, Emi no entendía la gravedad de la situación, o realmente era tan estúpida que estaría con un tipo solo por dinero, aún si la engañaran.
***
Ya faltaba menos para el nacimiento de su hija, y Caelan quería que el futuro hogar de su pequeña tuviera todas las comodidades necesarias. Y no se refería únicamente a la casa, sino al pueblo.
Había comprado equipamiento para el hospital, las escuelas y comenzar las obras de pavimentación e iluminaría de la mayoría de las calles.
Sí, habían sido miles de millones invertidos en el futuro de su hija y su comodidad, porque sabía que Melissa no querría irse del pueblo.
Estacionó el auto en la puerta de su casa, sorprendido de ver qué la rubia estaba sentada en el jardín delantero de su hogar. La observó desde la vereda de enfrente, y al ver que ella no se iría, ya que ni siquiera había hecho el intento de levantarse, se animó a cruzarse.
—Hola... No sabía que estarías aquí afuera.
—Y yo que estarías en el pueblo. Leí en las noticias lo que hiciste ¿Por qué?
—Sólo quiero lo mejor para la bebé. ¿Cómo está ella?
—Muy inquieta.
—¿Podría tocarla?
Lo observó con el ceño fruncido, pero de todos modos extendió una de sus manos hacia él, para tomar la mano de Caelan y apoyarla sobre su vientre, dónde la niña se estaba moviendo.
Los ojos del castaño se iluminaron en ese momento, emocionado. Su pequeñita en verdad estaba muy inquieta, y era la primera vez que podía sentirla.
—Ey ¿Por qué tan despierta? ¿Qué ocurre contigo, mi amor? —le habló en un tono suave cerca de la panza, poniéndose de cuclillas junto al asiento de Melissa—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres salir ya?
—Aún le quedan unas semanas más allí adentro, así que tendrá que adaptarse —pronunció la rubia.
—Mi niña preciosa, falta mucho menos para conocernos y poder cargarte en brazos. Y si que nos diste un susto a tu mamá y a mí, eh —sonrió con dulzura—. Creo que serás una pequeña muy traviesa.
—Espero que no —suspiró.
Le dió una última caricia y alejó su mano, para no incomodar de más a la joven madre y ponerse de pie.
—¿Cómo te sientes? ¿Cómo has estado estas semanas?
—Bien, comiendo y durmiendo, esa es mi rutina diaria, muy aburrida.
—Sólo unas semanas más hasta que nazca la niña y podrás luego volver a tus actividades.
—Sí, tampoco es que me moleste al cien por ciento no hacer nada, me gusta disfrutar de ella y sentir como se mueve, y día a día crece un poquito más.
La observó y sonrió suavemente.
—Tu panza se ve muy bien, y tú también.
Ella lo miró y asintió levemente con la cabeza.
—Gracias —murmuró.
—Bueno, estaré en mi casa, si llegaras a necesitar algo, sólo háblame.
—Yo no, pero a mí amiga le gustaría conocerte.
—¿Qué? —preguntó confundido.
—Eso mismo, le pareces un tipo muy atractivo, y a ella no le importa que le monten los cuernos, siempre y cuando tengas dinero.
—¿Estás hablando en serio, Melissa? —le inquirió frunciendo el ceño.
—Sí, se llama Emi y tiene mi edad, quizás podrían llevarse bien.
—¿Cómo se te ocurre querer presentarme a tu amiga? Y más aún, creer que a mí podría interesarme, más aún, cuando nosotros vamos a ser padres.
—Tampoco te hagas el indignado, Caelan —pronunció con molestia—. Después de todo, has hecho cosas peores.
—Sí, cosas de las cuales estoy arrepentido y jamás volvería a cometer. Situaciones que se dieron gracias a los genes de alfa que poseo y nublan mi juicio. Pero ahora, luego de haber comenzado un tratamiento de hormonas y represores, no soy el mismo, ni volvería a hacer lo mismo.
—¿Sientes culpa ahora?
—Sí, demasiada culpa y arrepentimiento, pero es un tema que tú no estás preparada para hablar, porque sigues odiándome por lo que ocurrió, y estás en tu derecho de sentirte así.
—Me alegra oír que finalmente comenzarás a actuar como una persona racional y moral... Es un avance.
La miró y suspiró, negando con la cabeza.
—Espero jamás te toque pasar por el celo, Melissa, porque sólo así lograrás entender lo que es atravesarlo. Nadie lo disfruta realmente, y menos aún cuándo no hay lazo de unión... Duele más que el placer que se puede llegar a sentir, y no es por amor, es sólo sentido de pertenencia y necesidad de calmar el frenesí sexual.
...