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—Emi ¿Podemos hablar un momento?

La morena se giró y observó curiosa a Melissa, dejando de lado la cena que estaba preparando para ambas.

—Claro ¿Ocurre algo? ¿Te sientes mal? ¿Quieres que llame un taxi para ir hasta el hospital?

—No, no, la bebé está bien, no te preocupes, no es nada relacionado al embarazo, más bien... Son algunas dudas que tengo.

—Ah, está bien ¿Dudas de qué?

Melissa tomó asiento, acariciando suavemente su vientre, dónde su hija estaba pateando. Esa niña al parecer tenía sus horarios definidos para cada comida.

—Yo nunca he atravesado el celo, desde que llegué a la adolescencia, mis padres se encargaron de suministrarme los represores para evitarlo. Y sé que tú hace un tiempo pasaste por él ¿Cómo es?

—Horrible —pronunció sin titubear, cambiando la expresión tranquila de su rostro, por una mueca de desagrado, negando con la cabeza—. No le deseo a nadie pasar por lo mismo. No es grato, no es satisfactorio, es realmente algo primitivo y humillante para nosotros.

—¿P-Por qué?

—Imagínate estar veinticuatro horas al días, por varios días, sintiendo un calor sofocante en todo el cuerpo y la necesidad irreal de que un macho te monte. Y no es sólo decir "ay, tengo deseos sexuales", no, eso realmente duele... Allí —murmuró apenada, desviando la mirada—. En serio eso sólo se apasigua cuando un hombre te... Ya sabes.

—Lo siento —pronunció bajo.

Emi suspiró y se sentó también, antes de tomar una larga respiración.

—En el celo es cuando más fértiles somos, y lamentablemente, es imposible evitar un embarazo, porque no sirve hacerlo con otro Omega, o un humano... Sólo un alfa puede calmar eso, y es esporádico, al cabo de unas horas, el calor vuelve.

—Entonces tú...

La morena asintió con la cabeza, afligida.

—Era muy pequeñito, el doctor me aseguró que todavía no estaba formado y no podía sentir nada, tenía apenas unas cuatro semanas. Sé que fue lo correcto, pero no puedo evitar al pensar en él... Sentirme triste —pronunció en un tono quebrado, sintiendo un nudo en la garganta y sus ojos cristalizarse—. Yo quería tenerlo, pero mamá dijo que era lo mejor ¿Cómo iba a mantenerlo sola? El alfa sólo había ofrecido sus servicios para ayudarme, no había ningún tipo de lazo entre nosotros, y desde el comienzo, había dejado en claro que no iba responsabilizarse de los resultados.

La rubia se puso de pie y fue hasta su amiga para abrazarla, acto suficiente para hacerla sollozar.

—Lo siento mucho, no sabía que habías pasado por eso, creí que solo... No lo sé, nunca dimensioné que fuera algo tan traumático, lo siento Emi, de saberlo habría estado contigo y jamás te lo hubiese preguntado.

—N-No es tu culpa, tranquila. H-Ha pasado casi un año y medio desde entonces, p-pero aún duele recordarlo.

Melissa la continuó abrazando, pensando no sólo en lo que Caelan le había dicho, sino también en lo que su amiga le acababa de confirmar. ¿Realmente Caelan había pasado lo mismo con Mar? ¿O sólo se estaba excusando?

***

—¿En serio? Eso es fantástico, mi amor, ya quiero ir a verlo y jugar contigo —sonrió, escuchando la voz emocionada de Charlotte, quien le contaba de su nuevo juguete.

"—¿Y cuando vendrás, tío Elan? ¿Mañana?"

—No, Lottie, mañana no puedo ir, faltan tres días para que vaya, pero te prometo que me quedaré muchos días contigo, para que podamos jugar juntos.

"—¿L-Lo prometes?"

—Por supuesto que sí, y me quedaré contigo a leerte cuentos hasta que te duermas ¿Te pareces? —sonrió.

"—¡Sí! Te quiero mucho, tío Elan."

—Y yo te quiero mucho más, princesa.

"—No, yo te quiero mucho mucho más."

—No creo que me quieras más que yo, que te quiero hasta, mm, la luna.

"—¡Yo te quiero hasta el sol! Y el sol está más lejos."

—¿Y tú cómo sabes eso? —rio.

"—Scott me contó que el sol estaba más lejos, cuando mami lo estaba ayudando a hacer sus deberes."

El castaño continuó escuchando a su sobrina hablar, sonriendo suavemente. Esa niña era una lorita, no paraba nunca de hablar, y realmente era una caricia al alma escucharla. El amor que sentía por Charlotte era el más puro que había experimentado en su vida.

Jamás le agradaron los niños, hasta que la había visto a ella.

—Debo cortarte Lottie, te llamo en la noche para leerte antes de dormir ¿De acuerdo? Te amo, preciosa —sonrió, antes de hacerlo y dirigirse a la puerta.

¿Qué estaba haciendo Melissa en la puerta de su casa con un pastel de fresas?

—Hola —pronunció extrañado, al momento de abrirla—. ¿Ocurre algo?

—¿Estás ocupado?

—No, no, pasa ¿Está todo bien? ¿La bebé está bien?

—Sí, ella está bien, dormida al parecer. Traje una tarta de fresas y crema, espero te guste.

El no era fan de las cosas dulces, pero sabía que esa tarta era la favorita de ella.

—Claro ¿Quieres tomar algo?

—Em, un té estaría bien.

—De acuerdo, ponte cómoda en la sala, en seguida estoy contigo.

La rubia asintió con la cabeza y fue hasta la sala, sentándose en uno de los sillones. Su casa era preciosa, y muy luminosa. Tenía dos ventanales en una de las paredes laterales, que daba al jardín trasero, brindando iluminación natural. Las paredes eran de un color hueso, y las cortinas café, al igual que sus sillones con almohadones crema.

Todo se veía tan acomodado y pulcro, que se notaba que Caelan no vivía allí realmente, después de todo, el castaño usaba la casa únicamente para dormir los días que estaba en el pueblo.

—Entonces ¿De qué querías hablar? —le inquirió regresando a la sala con una bandeja, dónde llevaba una tetera y dos tazas.

—Antes que todo, disculparme contigo.

—¿Por qué? —preguntó curioso, sirviéndole primero a ella un poco de té.

—Por la forma de tratarte en estos meses, yo no sabía lo que era... Atravesar el celo.

La miró confundido y luego negó con la cabeza.

—Melissa, tú no debes disculparte conmigo, al contrario, a mí no me alcanzará la vida para pedirte perdón a tí por haberte engañado y hecho pasar tanto dolor y desprecio. Tú menos que nadie merecía pasar por algo así, eras mi esposa, a quien yo debía cuidar y respetar, y no cumplí a mi palabra... Te hice mucho daño.

La jovencita sintió que sus ojos se cristalizaban, al recordar una vez más lo que había pasado unos meses atrás, porque aún dolía, no era tan fuerte como aparentaba.

—P-Prefiero dejar eso atrás.

—Desde que empecé a tomar los supresores, ya no siento nada por ella —le contó cortando un trozo de tarta para ambos—. Sé que no me crees y no te interesa, pero quería que lo supieras. Cuando no estoy aquí, estoy en mi casa del bosque, allí paso tiempo con mi sobrina, y es obvio que también la veo, pero ya no siento nada.

—¿Sí? Que bueno por tí —le dijo sin mirarlo.

—Por ambos, ella me odia por lo que pasamos y el lazo de unión que hay entre nosotros luego de haberla marcado. Pero como tú dijiste, es mejor dejar el pasado atrás, no podemos cambiar lo que ocurrió, sólo evitar que vuelva a pasar lo mismo.

...

MelissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora