Cuando sus labios presionaron los míos y tuve su saliva en mi lengua me di cuenta de que había esperado ese momento durante mucho tiempo. Stefan se abalanzó sobre mí y mi espalda chocó contra el muro. Coloqué una mano en su nuca y correspondí a su beso con un deseo incontrolable. Nos fundimos el uno con el otro. Notaba su calor en mi cuerpo y su tacto en cada zona de mi alma. Metí las manos por debajo de su camisa y le acaricié la espalda, el volumen liso de sus músculos. Acaricié su pecho con la yema de los dedos, sintiendo el rápido latido de su corazón. Y el resultado del contacto presionándome en la cadera.
No podía más con tantas emociones juntas. Sentía la necesidad imperante de quitarle la ropa y besar cada centímetro de su piel.
Justo antes de que pudiese invitarle a mi casa, Stefan se apartó de golpe y, con urgencia, se dobló frente a una esquina. Y vomitó.
Me quedé aturdido un momento, preguntándome qué acababa de pasar y cómo debía reaccionar. Stefan se apoyaba en la pared y parecía estar pasándolo mal, así que me acerqué e intenté ayudarle, colocando una mano sobre su espalda.
—¿Estás bien? —se me ocurrió preguntarle, preocupado, al ver que no podía hacer nada por él.
Cuando al fin ya no le quedaba nada por echar, se incorporó, con cuidado. Stefan sacó un pañuelo de su chaqueta y se limpió la cara, con ojos llorosos. Le di tiempo a que se recuperara.
—Igual he bebido demasiado.
—Igual sí.
Nos quedamos en silencio otro tanto mientras terminaba de recuperarse. La situación se había vuelto tan incómoda que ya no tenía sentido seguir allí.
—¿Quieres que te acompañe a casa?
Stefan me miró dudoso, con tristeza.
—Me gustaría quedarme un rato más, pero estoy bastante mareado.
—Vamos.
Le acompañé. No estaba lejos, pero prefería no dejarle solo en su estado un sábado por la noche. Fuimos por callejones secundarios, dando un rodeo, para evitar que nos vieran juntos en la plaza y la calle principal, donde había mucho bullicio. En el camino que seguimos nos encontrábamos completamente a solas y me permití pasarle un brazo por los hombros. Stefan se pegó a mí y caminamos así cogidos un tramo, hasta salir del callejón. Desde ahí podía llegar a su casa, al doblar la esquina, y allí nos despedimos.
—Mañana iré al taller —me dijo con los ojos cerrados—. Si no tengo resaca.
Solté una carcajada.
—Lo intentaré. De verdad. No creo que pueda aguantar sin verte hasta el martes.
—Tú descansa, bebe mucha agua y recupérate, que estás hecho un desastre. Mañana ya veremos.
Apoyó la cabeza en mi pecho y lo acogí entre mis brazos.
—No creí que esto pudiera llegar a pasar..
No supe qué responderle. En su lugar, le cogí la cabeza y le di un beso en la frente. Stefan levantó la cara y pegó su boca con la mía. Aunque no había sido mi intención, tampoco hice reparos en corresponderle. Nos recreamos en aquel gesto porque no podíamos desperdiciar el tiempo. Quién sabía cuándo volveríamos a tener la oportunidad; esperar al próximo sábado parecía algo muy lejano.
De pronto sentí un empujón. Stefan cayó al suelo, yo choqué contra la pared. Acto seguido un puñetazo en la mandíbula, luego otro empujón y, antes de poder darme cuenta de lo que pasaba, recibí un golpe en el estómago.
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Humo
Mystery / ThrillerMás de trescientos años hace que la niebla no deja ver las estrellas. Desde entonces, los soldados de Engelsdorf salen al bosque a matar demonios. El pueblo, defendido por un muro que lo rodea, se ha acostumbrado a luchar contra ellos. Pero Mikhael...