Stefan y yo habíamos quedado en que vendría a mi casa los sábados por la mañana para aprender sobre diseño. Me había quedado sin trabajo, así que no me importaba dedicarle unas horas. A decir verdad, era una buena excusa para evadirme de todos los problemas que se me venían encima.Las lecciones —por llamarlo de alguna forma— consistían en que aportara nuevos diseños para la sastrería, bocetos a mano con sus ideas. Mi parte era enseñarle las normas del dibujo técnico aplicado al diseño de patrones. No eran clases rígidas ni demasiado serias. Quedábamos a las diez de la mañana y, mientras nos tomábamos un té, me mostraba sus ideas. Entonces escogíamos una de ellas y le enseñaba alguna cosa nueva. Luego hacía algunos bocetos y comentábamos cómo mejorarlos.
Cuando nos cansábamos de hablar sobre diseño, Stefan me ayudaba a arreglar el patio. Vanda y yo habíamos hablado de hacerlo algún día, pero se había convertido en una buena excusa para que tuviésemos algo que hacer juntos.
En el fondo sentía que el tiempo que pasábamos el uno con el otro no estaba bien, que no debíamos tener tanto contacto ni tomarnos demasiadas confianzas. No solo era mi alumno, también estaba emparentado con mi prometida. Con quien debía pasar el tiempo era con mi futura familia política, no con el chico de dieciocho años.
¿Qué diría la gente si lo supiera?
Si me paraba a pensarlo, yo tampoco entendía por qué me relacionaba tanto con un chico dieciséis años menor que yo. No teníamos la misma visión de las cosas, nuestros problemas eran completamente diferentes, también nuestras obligaciones.
Y, sin embargo, esperaba impaciente a que el sábado llegara y me disgustaba cuando se tenía que marchar de nuevo por la tarde.
Aquella mañana, David y Gabrielle llamaron a mi puerta. Me alegré tanto al ver a mi amigo libre que lo abracé con todas mis fuerzas.
—Me alegra mucho que hayas vuelto a pisar la calle. Me ha parecido una eternidad.
—Pues imagínate a mí —dijo Gabrielle.
—Ninguno de los dos tiene ni idea de lo que es una eternidad —dijo David con humor.
—Bueno, solo han sido dos semanas. Ahora que por fin estás libre deberíamos celebrarlo.
—A eso veníamos, tío. Queremos salir esta noche al Neue Ära, he pagado un reservado para estar tranquilos.
—¿No somos un poco mayores para el Neue Ära?
—Eso lo dirás por ti, a mí me sigue apeteciendo marcha. De esa que bebes sin control y acabas vomitando en una esquina. Estoy hasta la coronilla de portarme bien, quiero desmelenarme un poco.
—¿Y a ti te parece bien lo que dice este pirado? —pregunté a la mujer embarazada.
—Lleva dos semanas en un cubículo sin ver el sol ni hablar con nadie, Mik, ha sido idea mía. Además, en algún momento tendremos que celebrar que te casas, ¿no?
—Ostras —Me acordé de pronto que me había prometido. Con todo el lío de los demonios, se me había olvidado comentárselo a David, que me lanzó una mirada de reprimenda irónica.
—¿Cuándo ibas a comentármelo, tío?
—Se me olvidó por completo decírtelo.
—Venga, ven aquí, dame un abrazo. Que mi hermano se case es la mejor noticia que tengo desde que sé que voy a ser padre. Nada menos que con la familia Fürst. Enhorabuena, tío, te lo mereces.
—No te alegres tanto por mí, no es lo que yo quería.
—Ya me han contado los detalles, lo sé. Pero creo que te sienta bien el matrimonio. No conozco a la chica, pero mis padres me han dicho que tenéis mucho en común. Estoy contento por ti, y vas a ser un buen alcalde.
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Humo
Mystery / ThrillerMás de trescientos años hace que la niebla no deja ver las estrellas. Desde entonces, los soldados de Engelsdorf salen al bosque a matar demonios. El pueblo, defendido por un muro que lo rodea, se ha acostumbrado a luchar contra ellos. Pero Mikhael...