Anexo 5. No es fácil pedir perdón

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David no había tenido tiempo de dar explicaciones. Se dirigió directamente al despacho del capitán y lo abordó con urgencia.

—No hemos pensado en el Subsuelo —dijo con la respiración entrecortada, puesto que había ido corriendo.

—¿De qué hablas, Schwarzschild?

David tomó un largo trago de aire y trató de recuperar el aliento.

—Capitán, no hemos pensado en defender el Subsuelo. Los vacum conocen entradas desde el Bosque. Nos pueden atacar desde abajo y acceder al pueblo. Los ciudadanos se han refugiado allí.

El capitán se levantó casi de un salto y, sin perder tiempo, salió del despacho. Se dirigió a toda prisa al Centro de Mando y gritó:

—¡No hay defensa en el Subsuelo! ¡Quiero dos escuadras de infantería vigilando las entradas ahora mismo!

Justo cuando dijo aquello, entró el teniente de David, con los ojos desorbitados y la cara roja.

—¡Están entrando demonios, maldita sea!

A partir de entonces todo se volvió confuso y caótico. David no tuvo tiempo de explicar al teniente lo que había sucedido en su misión y tampoco pudo pedirle al capitán que no encerraran al vacum que les había salvado. Todo el mundo comenzó a correr y a dar órdenes o a acatarlas. Los vacum estaban accediendo a sus dependencias y todos los soldados en servicio se hallaban en el Bosque o en el pueblo. Hubo que buscar a los que se encontraban descansando y tuvieron que vestirse con urgencia y correr hacia las entradas de los refugios, del cuartel y de la Academia.

David siguió a su teniente para coordinar la respuesta, ordenaron el repliegue del pelotón más cercano para redirigirlo al Subsuelo. Según la rotación establecida, un tercio de la infantería patrullaba entre el bosque y el pueblo, otro tercio descansaba tras el turno anterior, y el resto se preparaba para el siguiente despliegue.

—Por ahora tenemos suficientes hombres con los del turno de tarde para cubrir la defensa —dijo el teniente a David, que al fin había podido parar de correr—. Maldita sea, esto nos desorganizará toda la estrategia. ¿Por qué no pensamos en el Subsuelo?

—El Infierno está clausurado, no sabíamos que podían acceder por otras entradas.

—¿Y cómo te has enterado tú?

El teniente lo miraba con suspicacia, David trató de ponerse firme y sonar lo bastante honesto para que no desconfiara de él.

—De eso quería hablarle, teniente, pero entonces ha ocurrido esto y no he tenido tiempo. Nos ha atacado una bandada de katzen mientras peinábamos la Arboleda Sombría. Y mientras estábamos distraídos con ellos, nos ha arrollado un grupo numeroso de vacum. Han... —Le costaba continuar al recordar a sus compañeros abatidos, y la forma en la que habían muerto.

—¿Qué? ¿Qué ha sucedido, sargento? —preguntó colocando ambas manos en la cadera.

—Los han matado a todos.

El teniente apretó la mandíbula y se dio la vuelta con ademán nervioso, echándose una mano a la cabeza. Regresó a su posición y le preguntó a David:

—¿Todos? —dijo alzando la voz, muy alterado.

—Excepto yo y Erik Hessen. Hemos podido sobrevivir gracias a la intervención de un vacum.

Entonces el teniente torció el gesto con total incredulidad.

—¿Cómo?

—Sí, teniente. De pronto ha aparecido Darek, el demonio con el que ha estado hablando mi amigo, y nos ha defendido. Gracias a él hemos podido huir.

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