Capítulo 21. Un minuto de silencio

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Nos encontrábamos en el refugio cuando Erik llegó. Gabrielle y Vanda charlaban en voz baja, yo dormitaba en el sofá mientras Christopher repasaba unos documentos en la mesa. Eden había vuelto hacía unas horas y dormía en su cuarto. Entonces escuchamos que llamaban a la puerta, lo cual sonó a un inmenso alivio y, sin perder un segundo, Christopher se levantó a abrir. Se sorprendió sobremanera al ver a Erik en tal estado: tenía el traje cubierto se sangre, así como la cara y el cuello. Pero lo único que se le ocurrió preguntarle fue:

—¿Y David? ¿Se encuentra bien?

Ni siquiera alcanzaba a imaginar un atisbo de lo que Erik tenía que contarle.

Aunque no le dijo nada.

No fue capaz de pronunciar esas palabras.

Christopher se quedó tan inmóvil como él. Al no escuchar una contestación, Gabrielle, Vanda y yo nos levantamos súbitamente y nos acercamos a comprobar qué estaba pasando. Lo primero que vimos fue la expresión funesta de Erik, que negó con la cabeza.

Necesitamos un momento para analizar la situación.

—¿Qué ha pasado, Erik? —exigió saber Gabrielle, tensa.

Erik todavía tenía los ojos llorosos. Volvió a negar con la cabeza. Gabrielle comenzó a llorar, Christopher se cubrió la boca con una mano. Yo todavía quería creer que se trataba de un malentendido, que no era lo que estábamos pensando.

—¿Qué? —insistió, nerviosa.

—Está en el hospital. —Al decir eso se le quebró la voz—. Ha muerto.

Se escuchó un hipo de Christopher, que se afanó en salir de la habitación.

Entró en el dormitorio, donde Eden descansaba, y escuchamos, de fondo, que le decía:

—Eden, despierta. David ha muerto.

—¿Cómo?

Eden salió de la habitación en un estado de nervios. Buscó con la mirada alguna cosa, desubicada, hasta que se topó con Erik, que todavía permanecía plantado en la entrada.

—Erik, ¿qué ha pasado? Entra.

Erik cerró la puerta y fue a sentarse en una silla. Vanda abrazaba a Gabrielle y ella lloraba desconsoladamente. Christopher regresó con nosotros, con la expresión abatida. Trataba de disimular las lágrimas y se mantenía en un rincón de la sala, con los brazos cruzados sobre pecho como si tratara de protegerse de la verdad.

Eden se sentó frente a Erik y lo escrutó con la mirada, esperando su explicación.

—Ha sido Edvard, un vacum. Ha aparecido de la nada y lo ha atacado por la espalda, no hemos tenido tiempo de reaccionar.

—Dios mío —murmuró ella. Necesitó un tiempo para pensar. Bajó la mirada y se tapó la boca con ambas manos. Trató de mantenerse fuerte.

—¿Y el vacum, qué ha sido de él? —preguntó con la voz entrecortada.

—Se ha escapado. Nos ha cogido por sorpresa, Eden, lo siento. No he podido reaccionar a tiempo, y luego mi prioridad era llevar a David al hospital, no podía dejarle solo para perseguir al demonio. Lo siento mucho...

—No te culpes, Erik. Has hecho todo lo que has podido, estoy segura. Los vacum son demasiado rápidos, y estáis muy cansados. Estamos todos agotados. —Suspiró, pensativa—. Tú siempre has cuidado de David, te damos las gracias por todo. Ahora vete a descansar, lo necesitas.

Erik asintió y se limpió las lágrimas de las mejillas. Sin decir nada más, se levantó, dirigió una última mirada a Gabrielle, lleno de culpa, y salió del refugio.

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