Anexo 3. La espera interminable

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Estuve con él, en su habitación, mientras se colocaba el uniforme. Necesitaba ayuda y además quería hablarme sobre algo.

—Mik, lo tenemos ahí, lo presiento.

Sujeté la manga derecha para que pudiera pasar el brazo por dentro. El uniforme de soldado estaba compuesto por toda una pieza, que además se abrochaba por detrás, ya que delante tenía cosida una cota de malla dentro de la tela de stäl. Sin la camisa pude ver que tenía más marcas en el cuerpo: arañazos en el pecho, golpes que empezaban a tomar color en las costillas y en los brazos, y que me hicieron imaginar una pelea violenta.

—¿Qué querías decirme? —pregunté mientras le abrochaba el cordón en zigzag de la espalda, un proceso minucioso.

—Nada, tío, que me alegra que hayamos vuelto a ser amigos. La verdad es que te he echado mucho de menos. Y estoy contento por que te vayan bien las cosas.

—Joder, pues no quiero saber cómo sería que me fueran mal.

David se rió.

—Olvidando los incidentes que han ocurrido últimamente, te va bastante bien, ¿no? Te vas a casar con la hija de una buena familia, tienes un buen empleo... Además, te veo más feliz que antes. Que estés haciendo una vida normal fuera de casa ya es un logro bastante grande, ¿no crees?

—Supongo. Pero déjate de monsergas y dime de una vez qué es lo que te pasa.

David suspiró, se apartó y se sentó en la cama a colocarse las botas, de un cuero flexible, que llegaban hasta casi las rodillas.

—Anoche creía que iba a morir y solo quería decirte lo que pienso, nada más.

—Ya. —Me senté con él en la cama. Intentó abrocharse la bota con una mano, ya que con la otra parecía tener molestias.

—¿Te duele mucho?

Bufó.

—Casi no puedo mover el brazo.

—¿Seguro que así puedes salir al bosque?

—Tengo que ir.

—Pero... Sabiendo que es a ti a quien buscan, y con un brazo herido, ¿no será peligroso? Si os encontráis con los vacum podrían ir directos a por ti, y no puedes pelear tal como estás.

—Puedo pelear con solo una mano, Mik, y me acompaña un pelotón entero. No te preocupes por mí, estoy bien entrenado. Pero ayúdame a ponerme las botas.

Lo miré con escepticismo. Al verlo tan seguro no insistí más. David era un buen soldado, podría apañárselas. Yo quería pensar que sí.

—¿Cuál es el plan, sargento? —pregunté mientras le abrochaba los cordones.

—Vamos a peinar el bosque. Hay zonas a las que no podemos acceder, como la Ciénaga de los Muertos, así que Zafiro buscará en esos lugares y tratará de ahuyentarlos hacia otras zonas más accesibles para nosotros. Un escuadrón se encargará de buscar vacum escondidos por el pueblo, mientras que otros rondarán el muro.

—¿Crees que hay vacum escondidos en el pueblo?

—Si encontraste a Darek en el cementerio, deben de haber más. Esos son los más peligrosos, así que hay que encontrarlos antes de que caiga la noche o podrían salir y provocar un desastre. Los gendarmes también rondarán por las calles. A estas alturas, están desahuciando las casas de las afueras para que se resguarden en el pueblo, el hospital está preparando el refugio. Vosotros tendréis que quedaros en el refugio de la mansión. ¿Te acuerdas? El que encontramos cuando éramos adolescentes.

Aquel recuerdo me hizo estremecer.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando?

—No lo sé. Lo que tardemos en deshacernos de todos los vacum. Espero que no nos lleve más de una semana.

HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora