Capítulo 1. Enfrentarse a los demonios

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Los ojos negros de Darek habían estado observándome todo el tiempo mientras mi mente rescataba los recuerdos bloqueados, los verdaderos. Cuando salí del trance sentí haber despertado de un hondo letargo, como si hubiese atravesado una nueva realidad.

Fue entonces que me di cuenta de su presencia y lo miré, con asombro.

-Ahora lo entiendo todo. La pesadilla sobre ti y el cadáver de van Duviel en la Ciénaga de los Muertos. Ahora tiene sentido. No entiendo cómo no he podido caer antes.

-Fue una experiencia traumática, es normal que lo olvidaras.

-Pues para ti debió de ser un infierno -dije para mis adentros.

Recordaba las veces que me había quedado a dormir en su casa -en la casa de Peter- cuando éramos adolescentes y todavía teníamos una amistad. Antes de acostarnos, Darek se encendía un cigarrillo de artemisa: decía que le quitaba las pesadillas. Tras una media hora, comenzaba a sonreír como no lo había visto nunca -con una sonrisa verdadera-. Entonces, ya desinhibido, me contaba cosas personales, como el rechazo que sentía por sí mismo al verse incapaz de controlar sus impulsos; la culpa cuando trataba mal a Peter después de todo lo que hacía por él, o el miedo por acabar destrozando el amor de todos cuantos le querían. Y cómo podía verle como alguien despreciable, tal y como lo describía David, cuando le había escuchado decir todas aquellas cosas.

-¿Por eso te convertiste en un demonio?

Darek hizo un ligero asentimiento de cabeza.

-No lo soportaba más.

Le observé desde la cama, donde me había sentado protegido del frío con una manta. Darek, apoyado en la pared, en la esquina más oscura de la habitación, me observó de la misma forma aunque sin ninguna expresión en el rostro. Era incapaz de ver en aquel demonio, con los ojos hundidos en párpados oscuros y la piel de ceniza, al que había sido mi amigo hacía doce años -tanto tiempo que lo recordaba como parte de otra vida-. Aquel hormigueo en el estómago que me sobrevenía cuando lo veía había desaparecido. Tantas veces había llorado con desesperación, sonreído como un tonto y enfurecido por los nervios que me costaba respirar cuando pensaba en él, y todo aquello se hacía impensable ahora. Su alma se había desvanecido y con ella el amor que le tenía, así como el desprecio que sentí por él por cuánto daño me había hecho a propósito.

-Lo siento por todo. -Tras decir esto, hubo un hiato que recuerdo como una eternidad. Darek no hablaba y yo solo me limitaba a pensar-. Pero yo tampoco lo soportaba más.

Darek asintió en señal de que lo comprendía.

-Yo ahora no siento culpa, pero soy consciente de mi pasado. Por eso te ayudaré en lo que pueda.

Lo miré con cierto recelo. No dudaba de su honestidad, ya me había expresado lo desprotegido que se sentía rodeado de los de su especie. Pero ese «en lo que pueda» podía significar unos límites demasiado estrechos. ¿En qué sentido iba a ayudarme un demonio, de buena voluntad, a conseguirme información que acabaría destruyéndole? ¿No iba eso en contra de su condición, de su instinto de supervivencia?

-Sabes que si al final consigo información que confirme un posible ataque de los vacum es casi seguro que os destruyan a todos, ¿no?

-Lo sé.

-¿Y hasta dónde estás dispuesto a ayudarme? Porque tú no quieres dejar de existir.

-No solo intentaré enterarme de lo que planean: además, voy a decirte cómo puedes encontrar al Creador.

-¿Qué «Creador»? -pregunté con escepticismo.

-¿Cuál va a ser? El que crea todos los demonios y las sombras. El que cubrió de nubes el cielo y llenó el bosque de niebla hace más de trescientos años.

Me estremecí. No estaba seguro de a qué se refería Darek con un «Creador», jamás había escuchado hablar de nada semejante y mucho menos se me había pasado por la cabeza que hubiese algo creando a los demonios del Bosque. La historia que se contaba hablaba de la aparición repentina de las Sombras que cubrió de gris el cielo, y con ella llegaron los monstruos. Y si existía tal cosa, no podía tratarse de un humano, debía de ser un demonio todopoderoso capaz de engendrar una extensa variedad de criaturas, pero no conseguía darle forma en mi cabeza.

-Está bien. ¿Y qué supone encontrar a ese Creador, de qué nos sirve?

-Para acabar con las Sombras, obviamente.

Aquello sonaba muy tentador. Parecía demasiado fácil para ser verdad. ¿Bastaba con que Darek me dijera cómo encontrarlo, y ya está? ¿Se acabó el problema? ¿Volvería la luz al mundo y podríamos echar abajo el muro, porque ya no habría demonios?

Un torrente de imágenes me cruzó la mente. ¿Al fin vería el Sol en todo su esplendor, aquel astro que relataba el Libro de Miguel y que cubría de luz el mundo? Los árboles serían más verdes, el cielo sería azul y al fin podríamos ver la luna y las estrellas por la noche. Podría empezar una nueva vida lejos del pueblo, descubriría nuevos horizontes más allá del eterno muro que siempre había conocido.

-No es tan fácil -me dijo.

-Casi me haces dudar.

-Tampoco sé si puede destruirse.

-¿Entonces cómo vamos a acabar con las Sombras, si no puede destruirse?

-Tiene una consciencia propia, se puede razonar con ello.

-Entonces dime cómo encontrarlo y lo intentaremos.

-No puedo decirte dónde está hasta que tú no afrontes el problema que tienes.

-Tengo muchos problemas, Darek, sé un poco más específico. Y no te pongas misterioso ahora, que deben de ser las cuatro de la madrugada y estoy muy cansado.

-No puedo saber más de lo que tú sabes, es algo desconoces pero notas que te afecta. No puedo decirte dónde está hasta que no superes ese obstáculo ya que, si no te enfrentas a eso, cuando llegues allí te convertirás en un demonio.

-¿Por qué?

-No es un humano ni es un demonio. Ya te lo he dicho, es el Creador de los demonios. Es algo incorpóreo, tampoco es como un demonio etéreo. Se te mete en la mente y te tortura desde dentro hasta que te consume el alma. Los vacum hemos sido convertidos así. Una persona que sufre no puede tener contacto con el Creador porque se convertirá en demonio. Solo alguien con el alma sana puede razonar con él sin correr riesgos.

-Puedo buscar a alguien con el alma sana. Aunque no sé qué significa eso.

-Debe ser alguien que se haya enfrentado a sus propios demonios y los haya superado. Pero no pienso hablar con nadie más que contigo.

-Está bien. ¿Pero qué significa «que se haya enfrentado a sus demonios»?

-Lo que te he dicho antes. Significa superar los obstáculos que te impiden vivir en paz contigo mismo.

Pensé en sus palabras. Darek ya no dijo nada más y nos quedamos en silencio.

Me sentía frustrado, tenía la solución en mi mano pero era incapaz de pensar en alguien que no tuviese ningún conflicto que superar. David, la persona más feliz que conocía, sentía remordimientos porque un soldado había muerto a causa de su distracción, y culpa por no poder afrontar aquello y hacer lo que creía correcto, es decir, delatarse y renunciar a su cargo. Y Christopher, pese a la fachada despreocupada que envolvía su ser, poseía una sombra que se asomaba casi inapreciable, pero que cualquiera que le conociese podía intuir.

Por mucho que me esforzase en encontrar a alguien con «el alma sana», en el fondo sentía que la responsabilidad recaía sobre mí. Por el resto de las personas no podía hacer nada, era algo que no dependía de mí. Sin embargo, sí tenía la capacidad de deshacerse de mis propios demonios.

Y la época más amarga de mi vida comenzó en mi adolescencia.

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