Recuerdo 6. La lluvia que no deja pensar

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A la mañana siguiente de haber estado espiando al alcalde y la instructora militar mientras desenterraban la tumba de un soldado fallecido de forma sospechosa, presenciar cómo salía un monstruo del ataúd que acto seguido era aniquilado por un demonio andromorfo y, después, el cuerpo de Mark Hammer con el cuello roto siendo arrojado de una patada de nuevo a su tumba,  tuve que hacer un esfuerzo para levantarme de la cama e ir a la escuela, no habiendo dormido apenas en toda la noche.

Yo fui, pero David no.

«Será cabrón». Lo maldije cien veces. Detestaba quedarme solo en clase porque, cuando David no estaba, escuchaba risillas en los pupitres de atrás.

—Míralo, se está quedando frito. —Oí decir a Alek.

—¿Lo despertamos? —propuso Vincent.

—Seguro que se ha pasado toda la noche haciéndose...

Me giré, harto de sus comentarios. Pero en el último momento me acobardé y preferí ignorarles e intentar sin éxito concentrarme en la explicación del profesor.

—Qué miedo, nos ha mirado —se rieron los del fondo.

Intentaba prestar atención a la clase, pero me resultaba imposible entre el cuchicheo de atrás y el esfuerzo sobrehumano para mantener los ojos abiertos; se me iban cerrando poco a poco, y cuando menos me di cuenta...

¡Plas!

Sentí el golpe seco de una regla en la espalda y me desperté de sopetón, desubicado. El escozor me mantuvo despierto el tiempo suficiente para ver al profesor junto a mí, con los brazos cruzados y mirándome con desaprobación.

—Si no le interesa la lección, señor Bauer, puede marcharse a dormir a la calle.

Oí a mis fieles enemigos reírse desde el fondo.

—Lo siento... Es que he pasado una mala noche.

El profesor descruzó los brazos y suavizó la expresión. Era el alumno más aplicado y me concedía más indulgencia que al resto. Ventajas de sacar las mejores notas de la clase y entregar los trabajos antes de la fecha. Aunque esto último fuera gracias a que no tenía vida social.

—Puede irse en mi hora.

—Gracias.

Me apresuré a recoger mis cosas y crucé el aula hacia la puerta. Oí a Vincent llamarme «mimado del profe» y Alek me hizo un gesto obsceno con la mano. Salí del aula sin decirles nada, no me gustaba llamar la atención. Luego no pude dejar de darle vueltas y sentirme culpable por no hacerme respetar.

Cuando salí del edificio y crucé la plaza, vi a Darek barriendo las escaleras de la iglesia y se me olvidaron todos los problemas. Al menos tendría a alguien con quien hablar después de un bajón de moral, esperaba que no estuviera muy ocupado.

—¡Ey! —lo llamé, dirigiéndome hacia él.

Darek me vio y concibió una sonrisa vaga.

—Eh, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar en clase? —dijo mientras barría.

—Me han echado por dormirme.

—¿Y eso?

—Es una larga historia. ¿Qué haces?

—Pues barrer.

—Ya... ¿Te molesto?

—Qué va, ¿cómo me vas a molestar?

Aquella frase me devolvió la vida. Sentí un hormigueo en el estómago.

—Entonces, ¿no te importa que me quede un rato contigo? Es que no tengo nada que hacer y hasta las once no empieza la próxima clase.

HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora