Cuando llegamos con el carruaje —el más elegante de la casa—, la familia Fürst nos esperaba en la entrada junto con sus sirvientes a sus espaldas. Se habían arreglado para la ocasión —la visita de los Schwarzschild—, con más opulencia con la que me habían recibido la primera vez, y todos se habían puesto de acuerdo para vestirse de blanco. En cuanto bajamos del coche busqué a Elena con la mirada. Esta se hallaba al lado de su hermano, tras la seguridad de su espalda.
Las dos familias, que ya se conocían, intercambiaron saludos corteses e información personal superficial. Cuando terminaron los saludos y nos dispusimos a entrar, quise acercarme en privado a Elena, pero Scarlet me interceptó primero. Me cogió del brazo y nos separamos del resto.
—Me alegra mucho que al final hayas decidido pedir la mano de Elena.
—Es una chica maravillosa, no podía dejarla escapar.
—Sí, sí, lo sé. Escucha, hay problemas a la vista. Mis suegros se quedaron tan impresionados contigo que comenzaron a preguntar a todo el pueblo si te conocían. No han escuchado cosas gratas sobre ti.
—Me lo imagino.
—Han accedido a la cena solo porque se lo han pedido los Schwarzschild, pero no te hagas ilusiones.
—¿Puedo saber qué es lo que han averiguado de mí?
—Pues todo, Mikhael. Que tuviste un romance con el ahijado del sacerdote, que vives con una prostituta... Y más perlas como esas. Incluso a mí, que te conozco, me ha dado la impresión de que eres una de esas almas atormentadas. Yo he intentado maquillar un poco tu imagen diciendo que por el pueblo circulan muchos chismes, que ya sabes cómo es la gente, que del aburrimiento se cuentan historias de novela. Pero claro, ya veremos cómo lo arreglas. Depende de tu palabra esta noche.
Antes de la cena nos desinhibimos en el salón tomando unos aperitivos. A la familia Fürst le interesaba mucho conocer mejor a los Schwarzschild, a la que tanto admiraban; en especial sentían interés por saber cómo una familia como aquella había acogido a un tipo como yo. Lo cual podía significar dos cosas: que yo no era tan descarriado como se decía o bien, por el contrario, que los Schwarzschild no eran tan pulcros como parecían.
—Díganme, ¿qué clase de relación comparten? Tengo entendido que no les une ningún lazo familiar.
—Así es, señora Fürst —respondió Christopher—. Mikhael es como un ahijado. Desde niño supimos que tenía algo que lo hacía especial. Fue el más inteligente de su promoción, con diferencia, pero también sabíamos que en su casa había un ambiente hostil que no favorecía su desarrollo.
Los Fürst asintieron y me miraron como diciendo: "Ahora lo entendemos todo".
—¿De modo que lo adoptaron? —preguntó el señor.
—No, más bien actuamos como padrinos —aclaró Eden—. Nos encargamos de proveerlo de material escolar y, en la medida de lo posible, de su educación.
—Un poco como a escondidas de sus padres —dijo Christopher con humor.
—Sí, ya que el padre era un hombre de temperamento, no habría tolerado que nos encargásemos de uno de sus hijos. Si hubiese sido por nosotros, lo habríamos acogido en nuestra casa y lo habríamos criado como un hijo nuestro, David y él se llevaron bien desde el principio.
Al escuchar aquellas palabras no pude reprimir que se me encharcaran los ojos. No sabía si era cierto o solo una realidad maquillada para remover sus corazones, pero surtió efecto hacia mí. De pequeño había deseado que los Schwarzschild fuesen mis padres de verdad, así que escuchar aquello de su parte me provocaba emociones muy fuertes.
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Humo
Mystery / ThrillerMás de trescientos años hace que la niebla no deja ver las estrellas. Desde entonces, los soldados de Engelsdorf salen al bosque a matar demonios. El pueblo, defendido por un muro que lo rodea, se ha acostumbrado a luchar contra ellos. Pero Mikhael...