Diciembre, 341 después de la CatástrofeCasi había olvidado la cena en la casa Schneider, pero Vanda me había dejado el regalo para Angelika en la mesa de la cocina, sabiendo que así me acordaría. Me había advertido que, si no me presentaba, nunca más volvería a dirigirme la palabra. Me sentí tentado a aceptar su propuesta, pero no quería decepcionar a Albrecht después de todo lo que había hecho por mí.
Lo más difícil fue escoger la vestimenta. No tenía más que un traje que había comprado para la última cena a la que había asistido en cada de David, algo más bien informal y de poco presupuesto. Los Schwarzschild eran como mi familia y allí nunca me había importado cómo debía ir vestido, bastaba con no colocarme la ropa de trabajo manchada de arcilla y agujereada para no sentirme observado y juzgado.
Pero la casa de los Schneider era diferente. Era el mejor taller de costura del pueblo, el referente cuando se hablaba de moda: fabricaban los mejores trajes a medida para la alta sociedad y se habían ganado su reputación con creces. Haber sido el ayudante directo de Albrecht me había proporcionado el conocimiento y, por tanto, el respeto suficiente a la hora de vestir en público. Y aunque tenía cierta confianza con la familia y un cumpleaños siempre era una fiesta más bien informal, allí habría gente a la que no conocía y que seguramente me sacaran varios títulos de ventaja. Lo más sensato era aparentar cierta posición para no ser ignorado en una esquina durante toda la velada.
Tuve que pedirle un traje a David y zapatos nuevos, pero como eran hechos a medida, todos me venían cortos, y sus zapatos tampoco eran de mi talla. Me enfadé, me negué a ir porque imaginaba a un grupo de estirados burlándose de mis zapatos desgastados y sin brillo a mis espaldas.
—¡Es que, ¿cómo me dices esto a última hora, tío?! Siempre haces lo mismo.
Al final, Christopher, que ya desde su despacho nos había escuchado discutir, me prestó uno de sus trajes, más acorde con mi talla, y se me pasó el berrinche.
La propiedad de los Schneider estaba a pocos metros del ayuntamiento. Era tan grande que ocupaba toda una calle que además llevaba su nombre. La casa en sí era una enorme construcción de ladrillo marrón recubierto de hiedra y que se había ido ampliando a medida que la familia había ido creciendo. Adosada a esta tenían la manufactura de tela y el taller, donde también se ubicaba la tienda abierta al público. Más de cincuenta jornaleros y jornaleras componían la mano de obra, porque no solo fabricaban sus propias telas sino también zapatos, cinturones, corbatas, sombreros y otros complementos. Además de los edificios, había un terreno limitado por altos muros también de ladrillo, cubiertos por jazmines y viñas, que encerraban un extenso jardín repleto de vegetación.
Cuando me planté en la puerta, me alisé el traje y me arreglé el pelo antes de llamar, con el pequeño regalo envuelto en papel en una mano. En lugar del ama de llaves, fue la propia Scarlet, la mayor de las cuatro hermanas, quien me recibió en la puerta.
—¡Mikhael! —Nada más verme me dio un abrazo que me pilló desprevenido. Scarlet era unos diez años mayor que yo y siempre me había tratado bien cuando trabajaba en su casa. Los primeros días, cuando todavía no tenía mucha confianza con la familia, se había preocupado de que estuviera cómodo. Solíamos mantener conversaciones amigables, basadas en que ella me hiciera preguntas y yo las respondiera de la forma más breve posible—. Entra, por favor, te estábamos esperando.
Me sorprendió la cálida bienvenida y tal vez no correspondí con la misma emoción. En la acogedora entrada me invitó a dejar el abrigo en un perchero repleto y me llevó con el resto de invitados.
En el pasillo, a mano izquierda de las escaleras de mármol, había un arco con una cortina corrida que llevaba al salón. Una habitación amplia, con altos ventanales que daban a la calle, iluminada por lámparas de aceite y el fuego de la chimenea. Las paredes de papel pintado verde estaban cubiertas de retratos sobre paisajes sublimes y animales salvajes; el resto de la decoración eran libros y esculturas encima de muebles de madera oscura con filigranas y puertas de cristal.
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Humo
Mystery / ThrillerMás de trescientos años hace que la niebla no deja ver las estrellas. Desde entonces, los soldados de Engelsdorf salen al bosque a matar demonios. El pueblo, defendido por un muro que lo rodea, se ha acostumbrado a luchar contra ellos. Pero Mikhael...