Anexo 6. Hacer lo que se pueda

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Erik atravesó la zona sur del Subsuelo, donde se encontraban los almacenes de material y los archivos, rodeando el Cuartel y la Academia. Cuando entró en el pasillo principal, escuchó los golpes y los comandos de los soldados, y algunos gritos, golpes de espada y pasos apresurados. Pero hizo oídos sordos y continuó con su camino lo más rápido e inadvertido que podía. Entró en el módulo del almacén del ejército y salió hacia el pasillo donde se archivaban todos los documentos. A su lado, el archivo de la Academia y, más adelante, el almacén y salas de reunión de esta.

Las dependencias quedaban lejos, por lo que ningún demonio se habría sentido atraído a cruzar por ahí y, por lo tanto, los soldados no estarían vigilando esa zona. Erik consiguió salir del módulo de la Academia Interna sin cruzarse con nadie, se coló por el pasillo de los Departamentos, y aquí sí tuvo que esconderse de los soldados que corrían por otro pasillo. Estos desaparecieron y Erik reemprendió el camino. Sin embargo, cuando llegó a la puerta, se encontró con que estaba cerrada con llave.

Chasqueó la lengua. Con lo que le había costado llegar hasta ahí, ahora se veía incapaz de avanzar. Entonces vio la aldaba a un lado de la puerta. Sin pensarlo demasiado, llamó con fuerza y esperó.

Pero aquello no fue una buena idea. El sonido había atraído a dos vacum que aparecieron de pronto al inicio del pasillo. Erik sacó sus espadas y se preparó para enfrentarlos. Corrieron tan rápido que los tuvo encima casi sin darse cuenta. Se peleó con ellos, intentó cortarlos, pero por alguna razón los demonios eran capaces de esquivarlo. Sin saber cómo, uno de ellos logró empujarlo por la espalda. A causa de la sorpresa, no pudo reaccionar cuando el otro vacum trató de quitarle una de las espadas, pero se dio cuenta a tiempo para lanzarle una estocada. Logró cortarle un brazo, pero el demonio se alejó a tiempo.

Justo entonces llegaron refuerzos. Dos soldados aparecieron por otro pasillo.

—¡Están ahí!

Corrieron hacia Erik y le ayudaron a acabar con loa demonios. Estos trataron de huir, pero los soldados los alcanzaron a tiempo por la espalda, luego les cortaron las cabezas.

—Hijos de puta —dijo uno de ellos y miró a Erik, que respiraba con esfuerzo—. Llevamos persiguiéndolos como media hora, se han burlado de nosotros.

—Bueno, ya los tenemos. Dos alimañas menos.

—¿Está bien? —preguntó uno de ellos con respeto, al fijarse en la insignia de suboficial en su brazo derecho.

—Sí, gracias por la ayuda. Si no llegáis a aparecer no sé qué habría pasado. Estos eran muy rápidos.

—Ya le digo que llevamos media hora persiguiéndolos. Discúlpenos, pero tengo que preguntarle a qué ha venido hasta aquí, nos han dicho que no dejemos pasar a nadie.

—Tengo que llegar hasta los Schwarzschild, pero me bloquea esta puerta. Mi sargento primero me lo ha pedido.

—Vale, pero no vuelva a llamar, los demonios se han escampado y pueden aparecer de repente en cualquier parte. Hay que procurar no hacer ruido. Ahora mismo le conseguimos la llave. Acompáñenos, por favor.

Los soldados lo escoltaron hasta un puesto de vigilancia. Allí, Erik explicó al vigilante su misión y los acompañaron de nuevo hacia la puesta del módulo de Departamentos. Una vez allí, Erik agradeció su colaboración a los soldados y estos se despidieron con el saludo reglamentario. Después, el vigilante acompañó a Erik hasta su destino. Pasaron por el Departamento de Gestión de Recursos del Subsuelo, el Departamento de Mantenimiento, y otras muchas placas con nombres muy largos, hasta llegar a la puerta de Laboratorios, también cerrada con llave y acorazada. Erik pensó que David no se habría preocupado tanto si hubiese sabido que llegar hasta el refugio de su familia habría sido tan difícil. Estaba bien custodiado y era prácticamente infranqueable.

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