Gwendoline Queen se muda a Gotham desde Star City. Está harta de vivir bajo la protección de su hermano mayor, Oliver Queen.
Trabaja como camarera y estudia medicina para cumplir su sueño de ayudar a los más necesitados.
Su vida da un drástico gir...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL PLATO DE SOPA DE GWEN seguía enfriándose en la mesa del salón. Todos los chicos, incluido Jon, que había venido a comer, se mantenían en silencio. Gwen sentía la mirada de Damian sobre ella, desde hacía dos días había estado realmente pendiente de ella. Se golpeó sin querer con una puerta y fue en su ayuda como si de un disparo se tratase. Le confundía ese repentino cambio de actitud con ella, había pasado de ser detestable a ser todo un caballero. Aún así no se estaba quejando, no. Le gustaba ese cambio de ser. No sabía que Damian Wayne podía ser atento, amable y a veces hasta gracioso.
— No has tocado la comida Gwen. — Habló Richard.
— Oh, es que no tengo mucha hambre hoy.
— Esta tarde si no recuerdo mal tienes entrenamiento con Damian, ¿no? — Jon preguntó.
— A las ocho. — Respondió él. — Y si, aunque me cueste decirlo, estos tienen razón. Deberías comer si no quieres un mareo.
Gwen no respondió nada y simplemente se llevó una cucharada a la boca, acabó su comida en minutos y se quedó en la mesa hasta que Jon terminó. Cuando lo hizo, subieron hasta su habitación para ver una película juntos, ya que llevaban mucho tiempo sin pasar tiempo como los amigos que solían ser. Estaban viendo una película de Harry Potter cuando traquearon la puerta. Jon fue a abrirla, encontrándose con su mejor amigo Damian.
— Es hora del entretenimiento. — Dijo parándose a mirar la habitación perfectamente ordenada de Gwen, emanaba un olor a rosas como la que ella solía desprender y habían posters de Taylor Swift en su armario.
— Mierda, se me había olvidado. — Dijo levantándose de la cama y cogiendo un mini pantalón con un top deportivo. — Enseguida salgo. — Entró a su baño personal para cambiarse mientras los dos chicos hablaban fuera.
— Parece que ya os lleváis mejor ¿no es así? — Preguntó Jon, quien ya había sido informado de lo mal que la había tratado su amigo.
— Nunca me ha caído mal Jon, sabes que en este trabajo no puedes encariñarte con nadie, y tú has cometido ese error. — Suspiró. — Es la segunda en la lista del Joker después de su hermano. Si no la pudiésemos proteger y le pasase algo, ¿qué sería de ti?
— Damian... — La conversación de ambos se vio interrumpida cuando Gwen salió del baño con una sonrisa fingida, habiendo escuchado toda la conversación. Tenía ganas de llorar, pero no podía permitírselo frente a ellos, así que hizo lo que mejor se le daba. Desahogar toda esa rabia acumulada soltando puñetazos.
Aquella tarde había impresionado a Damian por su mejoría. Había acertado todos los golpes que había lanzado, también había aprendido nuevas llaves y técnicas que este le había enseñado a la primera. Para las diez de la noche, ella estaba cansada. El entrenamiento había terminado y ella se encontraba cogiendo sus cosas en silencio cuando el chico Wayne habló.
— Lo hiciste muy bien en la cafetería. Para ser nueva en esto, me impresionaste, y es raro que yo diga eso créeme. — Confesó.
— Supongo que gracias, pero no fui lo suficientemente buena.
— Por el tiempo que llevas entrenando creo que tienes potencial, quizás me equivoque cuando te llame débil y frágil.
— Estoy harta de tanta sobreprotección varonil, Damian. Quiero saber protegerme a mí misma sin necesitar un hombre que me salve. Pero no me lo malinterpretes, agradezco las dos veces que me has salvado.
— Tres. — Corrigió y ella sonrió. — Son tres por el momento.
— Gracias por hacerlo. — Dijo con una sonrisa sincera, dejó la rivalidad a un lado.
— Es mi trabajo, Gwen. — Dijo restándole importancia.
— Si solo fuese eso, no estarías pendiente de mi cada momento del día, Damian. — Entonces el chico sintió como sus mejillas se acaloraban, y sin pensarlo más, caminó a paso rápido hasta la rubia y la besó empujándola contra la pared.
Era un beso feroz, salvaje y ansiado por ambos desde el minuto en el que se conocieron. Damian había estado reprimiendo sus sentimientos e intentando alejarla de él con sus malos tratos, pero ni sus modales habían conseguido que aquella dulce chica se alejase de él. Entonces supo con ese beso, que no quería alejarla de él, que quería cuidarla y protegerla. Y entendió porque Jon la adoraba tanto. Los brazos de la chica se enroscaron en el cuello de Damian, él pasó sus manos por su abdomen hasta su cintura. Se separaron por falta de aire y lo único que se pronunció fue las respiraciones agitadas de los adolescentes.
Cuando Gwen acabó su tarea de anatomía, cerró su laptop para quitarse la mascarilla de pepino que cubría su rostro. Se recostó en su cama y apagó las luces, pensando en lo que había sucedido se tocó los labios y sonrió inconsciente, sin entender que estaba pasando entre ellos.