Capitulo cincuenta y dos.

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Estaba meditando en mi habitación mientras establecía una charla con mi lado lobo y Vampiro.

Ya que debo admitir que me siento muy mal por Joseph. Creo que es verdad lo que dice Zafiro o tal vez solo sea mi caso como su alma gemela.

Zafiro: Insisto en que están cometiendo un error. Katherine sabes que lo amas.

Aracely: La pulgosa tiene malas ideas pero es cierto, sabes que lo amas.

Zafiro: Odialo si quieres pero al menos concedele su último deseo antes de morir.

Katherine: No te pongas cursi ahora. Por la diosa luna Zafiro.

Zafiro: Al menos anda a visitarlo y ver qué tal,¿Si?

Aracely: Acaba de ser torturado por cinco miembros de rosal espiny ¿Esa es tu mejor idea Zafiro?

Zafiro: Le decía a Katherine, no a tí chupa sangre.

Katherine: ¡Dejen la pelea! Ya me duele la cabeza. Bueno Zafiro, iré pero solo si te callas.

Dicho eso rompí la conexión.
Me duele mucho la cabeza por culpa de esas idiotas pero seguro se me pasa luego.

Apagué la música y me levanté de la cama lista para salir.
Al salir de la habitación recordé que es media noche. Probablemente todos estén de caza.

Caminé por toda la base hasta llegar a las escaleras que van al sótano, donde encontré a Phelan custodiando la entrada.
Lo salude con una sonrisa y seguí mi camino hacia las mazmorras.

Pero como de costumbre, no pude evitar pensar.
¿Cómo reaccionará al verme?
¿Me odiará?
¿Estoy haciendo lo correcto?

Se que el a hecho mucho daño y que se lo merece pero, siento que estoy siendo egoísta.

Suspiré para calmarme y solo seguí mi camino, adentrandome en los oscuros pasillos.

Podía escuchar las goteras (de algo que estoy segura, no es agua) y algunos animales correr como insectos.

Mientras más cerca estaba, más eran mis nervios.

Me detuve al darme cuenta de otro sonido.
Jadeos y sollozos.
¿Alguien está llorando?

No creo que sea Joseph.
El no acostumbra llorar...

Seguí caminando mientras enfocaba mi atención en esos sonidos.
Encendí una antorcha y entré a su celda, encendiendo otras seis.

Allí estaba el, atado a cada extremidad, ligeramente envenenado y acabando de torturarlo por lo que veo.

Me permito un momento para ver las marcas de dientes y de garras en su cuello y espalda. Su ropa están todas rasgadas, su cabello lo tiene pegado a su frente debido al sudor.
Y ahora que estoy tan cerca me doy que de que... el está llorando.

-Joseph... - intento llamar su atención aunque ahora que estoy aquí, no se ni que cojones debo decirle.

El levanta rápidamente su mirada y la clava en mi. Una mirada tan intensa donde puedo apresiar muchas emociones pero lo que me cae como daga al corazón es que puedo ver perfectamente su dolor.

Sus ojos rojos brillan con intensidad.
Al mismo tiempo de que están cristalizados y que un leve hilo de sangre baja por sus mejillas, imagino que por las lágrimas.

-¿A qué as venido? - pregunta cómo si mi presencia lo pertubace.

-Vine a preguntar tú último deseo.
Hemos decidido adelantar tu ejecución - miento, aunque eso último no sería mala idea. Así le ahorramos el dolor.

-¿Puede ser cualquier cosa?

-Si, cualquier cosa.

-Hay un anillo en mi habitación, escondido bajo la cama. Quisiera pasar mis últimos días con el puesto y que después de mi... Muerte - se toma su tiempo, se nota que aún no lo asimila - tu te lo quedes.

-¿Porqué yo?

-Porque ese es mi último deseo.

Asiento y me despido antes de irme.

★ † ★ † ★ †

Debo admitir que fue un verdadero reto.
Ahora la cabaña está mucho más protegida que antes, ahora hay lobos por dónde quiera que mires.

No se ni cómo logré llegar a su habitación sin ser vista pero me alegro de que así sea.

Observo la habitación un poco.
Llevándome la sorpresa de que a sido remodelada y que ahora, parece que un lobo vive aquí.
Debido al olor.

Dejo de mirar y me dedico a lo que vine, el anillo.

Lo saco de su cama y lo abro para verlo.

Lo saco de su cama y lo abro para verlo

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Debo admitir que es precioso.
La esmeralda enserio parece real.
Además de que la cajita de terciopelo se ve costosa y hasta elegante.

Sonrió como boba al pensar que me lo quiere dejar a mi en vez de a su novia Martha.

Y allí recuerdo que... A Joseph no le gusta sus ojos.
No creo que sea muy malo llevarle alguna de sus lentillas.

Saco cuatro pares de sus gavetas.
Una marrón, otra negra, gris y verde.
Todas estas para el.

Y como la boba que soy.
Tan concentrada estaba en las lentillas que no me había percatado de otra presencia en la habitación.

Y cuando quise reaccionar,
Ya tenía la punta de un revolver en mi nuca.

En medio del caos⅓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora