Beso en la Mejilla

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El sol comenzaba a ponerse cuando Freen y Valery se encontraban nuevamente en la casa de Freen. No era la primera vez que Valery iba a su casa; de hecho, desde que comenzaron a pasar más tiempo juntas por el trabajo de la universidad, las visitas de Valery se habían vuelto una rutina. Las tardes compartidas se habían alargado, ya no solo por la carga académica, sino porque ambas parecían disfrutar de la compañía mutua de una manera que Freen aún no terminaba de comprender del todo.

—No entiendo cómo logras hacer que todo esto sea tan fácil—, dijo Valery mientras hojeaba el cuaderno de arquitectura de Freen. —Yo estaría completamente perdida con todos estos cálculos.—

Freen sonrió desde el otro lado de la mesa.

—Es cuestión de práctica. Tú dices lo mismo de Historia del Arte, pero a mí me cuesta recordar todos esos datos.—

Valery se rio suavemente.

—Supongo que cada una tiene su fuerte. —Valery levantó la vista, sus ojos encontraron los de Freen por un momento más largo de lo habitual. Había algo en esa mirada, algo que Freen no podía descifrar, pero que la hizo sentir una extraña calidez en el pecho.

Se giró rápidamente para distraerse con unos papeles sobre la mesa, sin querer parecer nerviosa, pero notó que sus manos temblaban un poco. Valery, sin embargo, no pareció notarlo. Seguía relajada, hojeando algunos libros que Freen había dejado sobre la mesa.

La tarde continuó con una calma inesperada. Hablaron de temas triviales: clases, profesores, alguna que otra anécdota de Nam y Heng. Pero Freen no podía dejar de notar lo natural que se sentía tener a Valery en su casa, en su espacio. Antes, siempre había sido un territorio reservado solo para su madre y para Nam, pero con Valery era diferente. Su presencia era cómoda, como si siempre hubiera estado ahí, aunque al mismo tiempo, la hacía sentir algo que aún no sabía cómo explicar.

La noche cayó, y pronto ambas se dieron cuenta de que era hora de que Valery se fuera.

—Ya es tarde, deberías volver a casa antes de que anochezca del todo—, dijo Freen, intentando ocultar la pequeña punzada de decepción que sentía por verla irse.

—Sí, supongo que tienes razón —respondió Valery, pero no se movió de su lugar.

Freen se levantó, recogiendo algunos de los libros de la mesa. Valery se levantó también, acercándose a la puerta, pero algo en la atmósfera había cambiado. Freen lo sintió. El aire entre ellas se volvía cada vez más denso, como si algo no dicho flotara en el espacio.

—Gracias por todo hoy—, dijo Valery en un tono más suave de lo habitual, mientras se ponía su abrigo.

—No fue nada, en serio—, respondió Freen con una sonrisa ligera. —Sabes que me gusta ayudarte.

Valery asintió, acercándose un poco más.

—Sí, lo sé... —murmuró.

De repente, la distancia entre ellas se volvió casi inexistente. Freen pudo oler el suave aroma del perfume de Valery, una fragancia que de alguna manera había comenzado a asociar con momentos tranquilos y con esa misma sensación cálida que le revolvía el pecho cada vez que estaban juntas. Su corazón empezó a latir más rápido sin razón aparente, o al menos sin una que ella quisiera admitir.

—Hasta mañana, entonces —dijo Freen, intentando romper el silencio que se había creado.

Pero antes de que pudiera reaccionar, sintió los labios de Valery sobre su mejilla. El gesto fue breve, pero diferente a los anteriores. Fue más lento, más intencional, como si Valery hubiera querido detenerse ahí, pero decidió no hacerlo. Freen no supo cómo reaccionar, sus pensamientos comenzaron a acelerarse. Valery se apartó ligeramente, pero no del todo.

—Hasta mañana—, susurró Valery.

Freen asintió, sintiendo su garganta seca, pero cuando Valery se inclinó de nuevo, esta vez no fue solo un beso en la mejilla. Freen sintió un pequeño roce en la comisura de sus labios. Fue un toque apenas perceptible, pero el suficiente para hacer que su respiración se detuviera por completo.

Y antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, los labios de Valery encontraron los suyos en un beso suave, lento y delicado. Fue como si el tiempo se detuviera por completo. El beso no fue apresurado ni invasivo, sino tierno, lleno de una calidez que Freen jamás había experimentado antes. Un calor que se extendió desde sus labios hasta cada rincón de su cuerpo, dejando un rastro de sensaciones que la hicieron cerrar los ojos y, por un momento, dejarse llevar.

Valery se separó despacio, sin decir una palabra. Sus ojos se encontraron nuevamente, pero esta vez, el silencio no era incómodo. Era como si algo que había estado latente entre ellas finalmente hubiera encontrado su salida.

—Nos vemos mañana, Freen —dijo Valery, sonriendo suavemente antes de salir por la puerta, dejándola de pie, completamente desconcertada.

Freen se quedó ahí, mirando la puerta cerrarse detrás de Valery. El ruido del cerrojo pareció romper el hechizo en el que había estado sumergida durante esos segundos. Tocó sus labios instintivamente, aún sintiendo el suave roce de los de Valery.

¿Qué acababa de pasar? La pregunta resonaba en su mente, pero antes de poder siquiera empezar a procesar una respuesta, una cosa estaba clara: su relación con Valery acababa de cambiar para siempre.

INESPERADO  ~ FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora