Al borde

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Eran las 8:00 a.m., y el hospital comenzaba a cobrar vida con el bullicio de médicos y pacientes en los pasillos. Becky, aún algo pálida pero claramente mejorada, estaba sentada al borde de la cama mientras la enfermera finalizaba los trámites de su salida. Freen, apoyada contra la puerta, observaba en silencio, con las manos en los bolsillos y una extraña mezcla de alivio y nerviosismo recorriéndole el cuerpo.

—Listo, ya estás oficialmente dada de alta —dijo la enfermera con una sonrisa profesional—. Solo recuerda descansar y no forzar tu cuerpo demasiado los próximos días.—

—Gracias, prometo portarme bien —respondió Becky con su usual tono de broma, aunque su mirada pronto se desvió hacia Freen, quien no había dicho una palabra desde que había llegado.

La enfermera salió, dejándolas solas una vez más. Freen se acercó con pasos lentos, sintiendo cómo la tensión entre ambas parecía crecer con cada segundo.

—¿Lista para ir a casa? —preguntó Freen, su voz baja, intentando mantener la calma.

—Más que lista —respondió Becky, sonriendo mientras recogía sus cosas—. Estoy cansada de estas sábanas de hospital... No hay nada como la comodidad de mi cama.—

Freen soltó una leve risa, nerviosa, y extendió la mano para ayudarla a levantarse. Becky aceptó su mano, pero no soltó de inmediato, permitiéndose mantener el contacto un poco más de lo necesario. Freen lo notó, pero no dijo nada. En cambio, se limitó a guiarla fuera de la habitación y hacia el estacionamiento, donde su coche las esperaba.

El trayecto hasta el vehículo fue en su mayoría silencioso, aunque la tensión seguía presente, como una corriente subterránea que ninguna de las dos quería enfrentar todavía. Becky, a pesar de haber estado hospitalizada, irradiaba una energía renovada, y Freen lo sentía. Cuando llegaron al coche, Freen abrió la puerta del pasajero para Becky, quien se acomodó lentamente en el asiento, pero no antes de dirigirle una mirada traviesa.

—Gracias, todo un caballero —dijo Becky, con ese tono juguetón que Freen conocía bien.

Freen sonrió de lado, cerrando la puerta y rodeando el coche para subirse al asiento del conductor. El silencio volvió a caer entre ellas cuando arrancaron el coche, pero esta vez no era incómodo; más bien, estaba cargado de una expectativa que ambas podían sentir.

Mientras Freen conducía, concentrada en la carretera, sintió un ligero toque en su pierna. Miró de reojo y vio la mano de Becky descansando suavemente sobre su muslo, con una actitud despreocupada pero intencional. Su corazón se aceleró, y una oleada de nervios recorrió su cuerpo. Becky no la miraba directamente, pero la curva de su sonrisa delataba que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

—¿Todo bien? —preguntó Becky, como si nada, aunque sus dedos se movieron ligeramente, acariciando el muslo de Freen.

Freen tragó saliva, intentando mantener la compostura.

—Sí... todo bien —respondió Freen, aunque su voz sonaba algo tensa.

Con un suave suspiro, Freen retiró con delicadeza la mano de Becky de su pierna, dándole una pequeña palmadita en un gesto juguetón, casi como si intentara suavizar la tensión entre ellas. Becky sonrió, observándola de reojo, pero no dijo nada. En cambio, se acomodó en su asiento y dirigió la mirada hacia la carretera, aunque su presencia seguía siendo palpable.

El trayecto continuó, aunque el ambiente seguía cargado de esa tensión silenciosa. Freen intentaba concentrarse en la conducción, pero le costaba no pensar en cómo Becky lograba siempre empujar sus límites, provocando reacciones en ella que ni siquiera sabía que tenía. 

Al llegar a un semáforo, Freen detuvo el coche y soltó un suspiro, relajando los hombros. Justo cuando pensaba que Becky le daría un respiro, sintió el roce de unos dedos deslizándose nuevamente sobre su muslo, pero esta vez más cerca de su rodilla. Becky no dijo nada, solo observó sus reacciones con una sonrisa en los labios.

Freen no pudo evitar mirarla, con una mezcla de exasperación y diversión en sus ojos.

—De verdad, Becky... ¿No te cansas? —dijo Freen, sin poder ocultar la sonrisa que empezaba a formarse.

Becky fingió pensarlo un segundo, su mano aún jugueteando sobre la pierna de Freen, antes de acercarse un poco más.

—De ti, nunca —respondió Becky en un susurro, su voz suave y llena de picardía.

Freen tragó saliva, pero antes de que pudiera replicar, Becky se inclinó lentamente hacia ella, sus movimientos casi calculados, y le dejó un beso suave en la mejilla, prolongándolo apenas lo suficiente para hacer que Freen sintiera ese cosquilleo familiar recorriéndole la piel.

Freen cerró los ojos por un instante, disfrutando más de lo que quería admitir, pero cuando volvió a abrirlos, la luz verde del semáforo ya había cambiado y los coches detrás de ellas empezaban a tocar el claxon.

—Tenemos que llegar, Becky —murmuró Freen, intentando concentrarse nuevamente en la carretera, aunque su pulso seguía acelerado.

—Oh, claro, claro... —dijo Becky, aunque la sonrisa en sus labios revelaba que sabía perfectamente lo que había hecho. Freen aceleró el coche, con la esperanza de que el corto trayecto restante fuese menos... desafiante.

Mientras conducían en silencio, el teléfono de Freen vibró en el bolsillo de su chaqueta. Al mirar la pantalla, vio el nombre de Valery parpadeando. 

—Es Valery —dijo Freen, levantando el teléfono antes de deslizar el dedo para contestar la llamada.

—Mi amor, ¿Cómo vas? —preguntó Valery al otro lado, su tono preocupado.

—Llevando a Becky a su casa —respondió Freen, mientras sentía cómo Becky la observaba de cerca—. Ya está mejor, salimos hace un rato del hospital.—

—¡Qué bien! —dijo Valery, con una evidente sonrisa en su voz—. Solo quería saber si ibas a pasar por casa. No te has dormido en toda la noche, y tienes clases por la tarde.—

Freen asintió, aunque Valery no podía verla.

—Sí, iré a casa a descansar un poco. No te preocupes, estaré lista para las clases —respondió, aunque sintió la mirada intensa de Becky sobre ella.

—Perfecto, nos vemos más tarde entonces. Descansa, bebé—dijo Valery antes de colgar.

— Gracias amor Dijo Freen colgando el telefono.

—¿Vas a casa a dormir? —preguntó Becky, con esa chispa de curiosidad en sus ojos.

—Sí, necesito un par de horas. No he dormido nada... —respondió Freen, su tono más relajado ahora.

Becky sonrió, pero no dijo nada más. Aunque la conversación había sido breve, ambas sabían que las palabras no hacían falta para entender lo que ocurría entre ellas. Freen aparcó el coche frente a la casa de Becky, quien se bajó con la misma calma coqueta con la que había manejado toda la situación.

Antes de abrir la puerta del coche, Becky se inclinó una vez más, apoyando una mano en el marco de la ventana abierta.

—Gracias por cuidarme, Freen —dijo suavemente, su voz más seria esta vez, pero con la misma intensidad de siempre.

Freen la miró, sorprendida por el repentino cambio de tono. Becky le sonrió, y sin previo aviso, volvió a inclinarse y rozó los labios de Freen con los suyos. No fue un beso profundo ni apresurado, sino lento, suave, un simple roce que bastó para dejarla sin palabras.

Becky se apartó con una sonrisa traviesa, cerrando la puerta antes de que Freen pudiera decir algo, y caminó hacia la entrada de su casa, lanzándole una última mirada antes de desaparecer dentro.

Freen se quedó en el coche unos momentos más, el corazón latiéndole con fuerza, procesando lo que acababa de suceder. Finalmente, soltó un largo suspiro y encendió el motor para dirigirse a su casa. Las clases de la tarde ahora parecían lo menos importante en su mente.

INESPERADO  ~ FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora