Capitulo 4

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El peso del trono
Nikolay

La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz tenue de una lámpara de pie en la esquina. El silencio pesado se extendía, roto solo por el leve crujido del fuego en la chimenea. Sentado en el sillón de cuero, con un vaso de vodka en la mano, me encontraba sumido en pensamientos más oscuros que la noche misma. La fiesta había terminado hacía horas, los invitados se habían marchado, y Olivia se había retirado a nuestros aposentos sin decir una palabra.

La noche de bodas, pero nada en ella tenía de romántico. No había espacio para esas ilusiones en mi vida, ni en la suya. Ambos sabíamos lo que éramos: dos piezas clave en un tablero donde las emociones solo complicaban las jugadas.

Mis dedos tamborileaban contra el cristal mientras mis pensamientos volvían a la pista de baile. El rostro de Olivia, su compostura inquebrantable, su mirada desafiándome incluso cuando nuestras manos estaban entrelazadas frente a todos. Era una contradicción viviente: controlada en todo momento, pero con un fuego debajo de la superficie. Algo en ella me intrigaba, más de lo que me habría gustado admitir. Esa clase de fuerza, envuelta en una fachada de frialdad, no era común. Ni siquiera en el mundo donde ambos habíamos sido criados.

Había algo más en ella, algo que aún no lograba descifrar.

Tomé un trago de vodka y lo dejé quemar en mi garganta. Mi mundo era uno de poder absoluto, donde la confianza era una debilidad mortal. Y aunque mi matrimonio con Olivia era una jugada política, sabía que esta unión traía consigo un campo minado. No solo por nuestras familias, sino por la naturaleza misma de lo que éramos. Ella no era una mujer que se dejaría manipular fácilmente, ni yo tenía interés en doblegarme ante nadie.

Sin embargo, mientras más pensaba en Olivia, más claro se volvía que no podía abordarla de la misma manera que lo hacía con los demás. Podía forzar a cualquiera a obedecer, pero a ella tendría que ganarla de otra forma. Ella era la clave para algo más grande.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por un suave golpe en la puerta. No esperaba a nadie a esta hora, pero los hombres bajo mi mando sabían que nunca dormía cuando había trabajo pendiente.

—Adelante —dije sin apartar la vista del vaso en mi mano.

La puerta se abrió con un leve chirrido, y para mi sorpresa, fue Olivia quien apareció. Vestía un albornoz de seda, su cabello suelto cayendo sobre sus hombros, pero su expresión seguía siendo igual de dura. Cerró la puerta tras de sí y caminó hacia mí con pasos decididos. No había vacilación en sus movimientos.

—Pensé que te habías retirado —comenté, observándola mientras se acercaba.

—Pensé que aún teníamos cosas que discutir —respondió, sin molestarse en suavizar su tono.

Sonreí. Olivia no era alguien que esperara a ser llamada. Si quería algo, lo tomaba, lo exigía. Me incliné hacia adelante, apoyando los codos sobre mis rodillas, mientras la invitaba a sentarse frente a mí con un gesto. No lo hizo, optando por quedarse de pie, sus ojos oscuros clavados en mí.

—¿Sobre qué quieres hablar? —pregunté, dándole todo mi tiempo. Sabía que ella no había venido solo por cortesía.

—Sobre lo que viene después —dijo directamente—. Ahora estamos casados, nuestras familias creen que esta unión será suficiente para mantener la paz entre Roma y Moscú, pero sabemos que eso es solo una ilusión. Los enemigos están en todas partes, incluso entre los nuestros. Quiero saber cuál es tu plan.

Bebí el último trago de vodka, el cristal frío en mis dedos. Me gustaba su franqueza. Olivia no era alguien que perdería el tiempo con formalidades o juegos de palabras. Y lo que más me gustaba era que entendía lo que la mayoría no lograba comprender: las alianzas no se mantenían solas. Se forjaban, se protegían y, a veces, se destruían para salvar algo más grande.

—El plan es simple —dije, inclinándome hacia atrás—. Mantener a nuestros enemigos cerca, pero lo suficientemente lejos como para que no se sientan amenazados. Tus hombres me respetan, pero no me temen aún. Lo mismo ocurre con los míos hacia ti. Nuestra tarea es consolidar esa lealtad sin levantar sospechas. Roma y Moscú están unidas ahora, pero todo el mundo está esperando que algo salga mal.

Sus labios se apretaron ligeramente. Sabía que no estaba revelándole nada nuevo, pero a veces, decir las cosas en voz alta hacía que fueran más reales.

—¿Y cómo pretendes hacer eso? —preguntó.

Me levanté lentamente y caminé hacia la ventana, observando la ciudad dormida bajo nosotros. Mi reflejo en el vidrio se mezclaba con las luces titilantes de Roma, la ciudad donde, a partir de ahora, tendría una parte del control. Era como observar dos realidades superpuestas: una de poder palpable y otra de sombras ineludibles.

—Primero, necesitamos identificar a los traidores dentro de nuestras propias filas. Siempre hay alguien esperando sacar ventaja del caos —dije, con la mirada fija en la ciudad—. Segundo, debemos fortalecer las conexiones con los aliados que no están directamente involucrados con nuestras familias. Expandir el imperio sin depender solo de la sangre.

—Y tercero —añadió ella, casi completando mi pensamiento—, mostrar que juntos somos imbatibles.

Me giré hacia ella, sorprendido de encontrar tanta claridad en sus palabras. Sonreí, esta vez de verdad.

—Exactamente. Pero hay algo más que tú y yo debemos entender —continué—. Esta alianza no es solo sobre nuestras familias. Es sobre nosotros. Sobre cómo manejamos esto sin destruirnos en el proceso.

Ella me miró, sus ojos llenos de determinación. —No soy tu enemiga, Nikolay.

—Lo sé. Y no quiero que lo seas. Pero ambos somos depredadores en este juego. Y los depredadores nunca dejan de observarse mutuamente.

Por un instante, el silencio se hizo más profundo, como si el peso de lo que acabábamos de decir lo envolviera todo. Sabíamos lo que esto significaba. Sabíamos que ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder su posición. Pero también sabíamos que, de alguna manera, necesitábamos al otro para sobrevivir en este mundo que nos rodeaba.

Finalmente, Olivia rompió el silencio, sus ojos brillando bajo la luz tenue.

—Lo que sea que venga, Nikolay, lo enfrentaremos juntos. Pero no olvides una cosa: no pienso ser solo una reina de adorno. Soy una jugadora en este tablero. Y pienso mover mis piezas.

—Me alegra escucharlo —dije, acercándome a ella—. Porque no quiero a alguien que se quede mirando desde las sombras.

Olivia me sostuvo la mirada un momento más, y luego, sin decir una palabra, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejándome solo una vez más. Pero esta vez, el silencio no era incómodo.

Sabía que había algo diferente en este matrimonio. No sería fácil, pero tal vez, solo tal vez, podría funcionar.

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Hola hola!!
Perdón no actualizar!! Estuve muy ocupada! Pero les traigo 4 capítulos de una!! Muchas gracias por el apoyo! Los amo! 

Reina de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora