Capitulo 14

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Desmoronando muros
Olivia

El sonido del reloj marcaba las horas de la madrugada, un eco que resonaba suavemente en la habitación en penumbras. La suave brisa de Moscú se colaba por las cortinas, acariciando mi piel mientras me debatía entre el sueño y la realidad. Pero más que nada, era el peso de las emociones lo que me mantenía despierta. Mi mente regresaba una y otra vez a ese momento con Nikolay, cuando nuestras barreras parecieron caer por un breve instante.

Después de que puse mi mano sobre la suya, había sentido algo diferente. No había sido un simple toque, fue más bien una puerta entreabierta. Podría haber jurado que por un segundo, el hombre frío y calculador que siempre había conocido dejó entrever algo más, algo vulnerable, algo que me hizo querer conocerlo más allá de lo que había pensado posible.

Nunca imaginé sentirme así por él. Nikolay siempre había sido una figura imponente, un hombre que imponía respeto y, en muchos sentidos, temor. Pero ahora, las líneas entre lo que debía sentir y lo que realmente comenzaba a nacer en mi interior se difuminaban. Y lo que más me desconcertaba era la intensidad de esos sentimientos.

Me levanté de la cama, incapaz de quedarme quieta. Caminé hacia la ventana, observando las luces de la ciudad que parecían parpadear a lo lejos. Cada vez que lo miraba, cada vez que cruzábamos palabras o simplemente compartíamos el mismo espacio, algo se removía dentro de mí. Había algo en él, algo que iba más allá del poder y la frialdad, algo que me atraía de una forma que no podía explicar.

"¿Qué estás haciendo, Olivia?", pensé, mientras mis dedos jugaban nerviosamente con la tela de mi bata. Me había casado con Nikolay por un acuerdo, por deber. Y aunque desde el principio sabía que no sería un matrimonio convencional, nunca imaginé que empezaría a verlo de esta manera.

Me acerqué al espejo, observando mi propio reflejo, buscando respuestas en mis ojos. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo había pasado de verlo como un socio necesario, a sentir este deseo casi doloroso por conocer al hombre detrás del jefe de la mafia rusa?

Recordé su rostro cuando le hablé de no estar solo en esta lucha. La manera en que sus ojos me buscaron, no como una obligación, sino como alguien que realmente podría entenderlo. Ese momento, ese pequeño gesto, había derrumbado parte de los muros que había construido alrededor de mi corazón. Y ahora me encontraba enfrentando una realidad que no había previsto: no quería seguir viéndolo como un extraño. Quería conocer a Nikolay, al hombre detrás de la coraza.

Mis pensamientos se interrumpieron al escuchar un ruido en el pasillo. Me giré rápidamente, esperando ver a Nikolay en la puerta, pero todo estaba en silencio. Mi corazón latía con fuerza, y una sensación de incertidumbre se instaló en mi pecho. Había algo en el aire, algo inminente que no lograba identificar.

Decidida a encontrar respuestas a mis propios sentimientos, salí de la habitación. El frío del mármol bajo mis pies descalzos me trajo de vuelta a la realidad. Caminé lentamente hacia su despacho. Sabía que lo encontraría allí. Era casi como si no supiera cómo descansar. Nikolay siempre estaba trabajando, siempre planeando, siempre luchando contra enemigos invisibles.

Cuando llegué a la puerta entreabierta, lo vi sentado detrás de su escritorio, su rostro iluminado por la luz tenue de una lámpara. Estaba completamente concentrado en lo que tenía frente a él, pero había algo diferente en su postura. Estaba tenso, más de lo habitual. Sabía que la traición de Ivanov lo estaba carcomiendo por dentro. Y por un momento, sentí una punzada de empatía tan fuerte que casi me sorprendió.

Dudé antes de entrar. Sabía que si cruzaba esa puerta, si me acercaba más a él, no solo rompería la distancia física, sino también la emocional que habíamos mantenido durante tanto tiempo. Pero algo en mi interior me impulsaba a hacerlo. Algo más fuerte que la razón, más fuerte que el miedo.

—Nikolay... —susurré, rompiendo el silencio mientras entraba al despacho.

Él levantó la vista, sus ojos encontrando los míos. No dijo nada al principio, pero no era necesario. En ese instante, sentí que ambos estábamos en el borde de algo nuevo, algo desconocido. Me acerqué lentamente, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Cada paso que daba hacia él era una decisión, una elección de dejarme llevar por lo que sentía.

—No puedes seguir llevándolo todo solo —dije, con una voz que me sorprendió por su suavidad.

Nikolay se quedó en silencio, observándome, como si estuviera evaluando mis palabras, mi intención. Pero lo vi en sus ojos. No era solo cansancio lo que reflejaban, era algo más. Algo que hasta ahora había ocultado bajo su control absoluto. Y de alguna manera, su vulnerabilidad hizo que me sintiera aún más cercana a él.

Me detuve frente a su escritorio, sin saber exactamente qué esperar. El silencio entre nosotros no era incómodo, pero sí cargado de emociones no dichas. Había una corriente invisible que nos conectaba, un entendimiento tácito que hasta ahora no habíamos reconocido.

—No tienes que hacerlo solo —repetí, y esta vez extendí mi mano hacia él, justo como había hecho antes.

Nikolay me miró fijamente, y por un segundo pensé que rechazaría mi gesto. Pero entonces, lentamente, levantó su mano y la colocó sobre la mía. Su toque era cálido, fuerte, pero había una delicadeza que nunca había asociado con él.

—No lo estoy haciendo solo —murmuró, y en su voz sentí algo que nunca antes había escuchado: gratitud, y tal vez, una pequeña chispa de afecto.

El simple contacto de nuestras manos parecía decir más que cualquier palabra. Sentí cómo una parte de mí se abría, cómo algo que había mantenido encerrado durante tanto tiempo comenzaba a liberarse. Y en ese momento, supe que las líneas entre nosotros, las que habíamos trazado tan cuidadosamente al principio, ya no existían.

Estaba cayendo. Y aunque una parte de mí temía lo que eso significaba, otra parte no podía evitar desearlo.

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