Capitulo 36

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Los Últimos Meses
Olivia

Los últimos meses de mi embarazo estaban llenos de una mezcla de emoción y desafíos. Mi cuerpo había cambiado de maneras que nunca hubiera imaginado. Los reflejos en el espejo mostraban una figura más voluptuosa: mis pechos, ahora llenos de leche, estaban más grandes y sensibles; mis caderas se habían expandido para adaptarse a la nueva vida que crecía dentro de mí; y mi vientre se había redondeado, marcando el visible signo de la vida en desarrollo.

Los antojos, esos caprichos del embarazo, se habían convertido en una parte intrigante de mi vida diaria. A veces, eran simples y comprensibles: frutas frescas y alimentos saludables que necesitaba para mi bienestar y el del bebé. Otras veces, sin embargo, los antojos eran más peculiares, llevándome a buscar combinaciones inusuales y a veces difíciles de satisfacer.

Una tarde, mientras Nikolay y yo estábamos en la cocina, me encontré deseando una mezcla de helado de fresa con aceitunas verdes. Aunque sabía que no era una combinación común, no podía evitar el deseo de probarla. Nikolay, con una sonrisa que oscilaba entre la diversión y la preocupación, fue al supermercado a buscar las aceitunas verdes que necesitaba para mi capricho.

—No puedo creer que estés pidiendo esto —dijo, sacudiendo la cabeza mientras regresaba con los ingredientes—. Pero si es lo que deseas, lo haré.

Nos reímos juntos mientras preparábamos la extraña mezcla, y aunque el resultado no era lo más delicioso que había probado, el simple hecho de compartir ese momento con él hacía que todo valiera la pena. A veces, los antojos parecían absurdos, pero Nikolay siempre estaba dispuesto a hacer todo lo posible para satisfacerlos, mostrándome su apoyo y amor.

Mi vientre, ahora bastante grande, a veces me resultaba incómodo, especialmente cuando intentaba encontrar una posición cómoda para dormir. Las noches se habían convertido en un desafío, con almohadas de apoyo y posiciones cambiantes que trataban de aliviar la presión y el malestar. Aunque estaba cansada, cada patadita y movimiento de la bebé me recordaban el milagro que estaba por venir y me llenaban de una profunda sensación de alegría.

Las visitas al médico eran una rutina constante, y cada chequeo nos traía más cerca del momento esperado. La preocupación y la anticipación se mezclaban mientras escuchábamos el latido del corazón de nuestra hija y recibíamos actualizaciones sobre su crecimiento y desarrollo. A pesar de las molestias y los desafíos, cada visita era un recordatorio de lo afortunada que era al tener a Nikolay a mi lado y al estar en el camino hacia el nacimiento de nuestra pequeña.

Durante estos meses, también me encontraba pensando en el futuro y en cómo cambiaría nuestra vida. Las conversaciones con Nikolay sobre la crianza y el entorno en el que criaríamos a nuestra hija se volvían más frecuentes y significativas. Queríamos asegurarnos de que su llegada fuera bienvenida en un hogar lleno de amor y seguridad.

Las tardes en casa solían ser tranquilas y llenas de preparativos para la llegada del bebé. Nikolay se encargaba de los detalles logísticos y de asegurar que todo estuviera en orden, mientras yo me concentraba en hacer espacio para la nueva vida que estaba por comenzar. A veces, nos sentábamos juntos, hablando sobre los nombres que habíamos considerado y compartiendo nuestras esperanzas y sueños para el futuro de nuestra hija.

Aunque las últimas semanas del embarazo eran físicamente agotadoras, había momentos de calma y conexión que atesoraba. Los paseos tranquilos por la casa, las charlas suaves con Nikolay y los preparativos para la llegada de la bebé eran recordatorios constantes de la alegría que estaba por venir.

Un día, mientras organizábamos la habitación del bebé, me detuve para observar el espacio que habíamos creado. La habitación estaba decorada con un tono suave y acogedor, llena de pequeños detalles que reflejaban nuestro amor y cuidado. Miré a Nikolay y le sonreí, sabiendo que habíamos creado un ambiente especial para nuestra hija.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Nikolay, viendo la expresión en mi rostro.

—Siento que estamos listos —respondí, tocando mi vientre con ternura—. Aunque hay mucho que hacer, me siento en paz al saber que estamos creando un hogar amoroso para nuestra pequeña.

Él se acercó y me abrazó, colocando una mano sobre mi vientre. —Estamos haciendo todo lo posible para que ella tenga lo mejor. Estoy agradecido por cada momento que compartimos y por la familia que estamos formando.

Con el paso de los días, la espera se volvía más intensa, pero también más emocionante. Cada movimiento y patada de nuestra hija me recordaban la bendición que estábamos a punto de recibir. La sensación de tener a Nikolay a mi lado, compartiendo cada paso del camino, hacía que cada desafío valiera la pena.

Mientras nos acercábamos a la fecha de parto, la preparación y la anticipación llenaban nuestras vidas. Aunque el embarazo había sido una experiencia llena de cambios y ajustes, también había sido un viaje lleno de amor y crecimiento. Y a medida que nos acercábamos al momento de dar la bienvenida a nuestra hija, sentíamos una profunda gratitud por el apoyo y el amor que nos rodeaba.

El final de este capítulo en nuestras vidas estaba a la vuelta de la esquina, y con él, un nuevo comienzo lleno de promesas y esperanzas para el futuro. La llegada de nuestra hija sería el comienzo de una nueva aventura, y estábamos listos para enfrentarla juntos, con el amor y la dedicación que nos unían.
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