El Arte de la Guerra
OliviaLa luz del día se había desvanecido, y las sombras de la noche comenzaron a invadir la mansión, proyectando figuras distorsionadas en las paredes. El aire estaba cargado de una tensión invisible pero palpable. Mientras me inclinaba sobre los documentos extendidos en mi escritorio, los números, nombres y movimientos en el papel parecían más un mapa de traición que una simple lista de contactos y transacciones.
Olivia había salido de mi oficina hacía un par de horas, su rostro tranquilo pero sus ojos revelando la misma preocupación que sentía yo. Sabía que ella entendía la gravedad de la situación tanto como yo. Nuestra posición, nuestro poder, estaba en juego. Y cualquier error podría significar el principio del fin.
Ivanov. Su nombre se había convertido en una espina en mi mente. Cada vez que lo pronunciaba, algo en mí se encendía. Era más que la simple traición de un asociado; era la traición de alguien que había estado a mi lado durante años, alguien en quien confiaba. La traición personal dolía más que cualquier amenaza externa, y eso lo hacía peligroso. El problema no era solo él, sino todo el entramado que había tejido en las sombras.
Dimitri entró en mi oficina, su rostro tan serio como el mío. Sin decir una palabra, dejó un dossier grueso sobre la mesa. Lo abrí sin prisa, sabiendo que su contenido determinaría nuestro próximo movimiento.
—He rastreado las conexiones de Ivanov —dijo Dimitri, rompiendo el silencio—. Tal como sospechábamos, ha estado en contacto con varias facciones rivales, tanto en Italia como en Rusia. No son solo viejos enemigos buscando venganza, sino nuevos jugadores que están tratando de ganar territorio. Quieren lo que nosotros tenemos.
Asentí, repasando rápidamente los nombres y movimientos en los documentos. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Ivanov había estado vendiendo información sobre nuestros acuerdos, sobre nuestras rutas. Nos había dejado expuestos, como una serpiente que muerde la mano que la alimenta.
—¿Qué sugerís? —pregunté, sin levantar la vista del dossier.
Dimitri se cruzó de brazos y soltó un suspiro pesado.
—No podemos seguir actuando a la defensiva, Nikolay. Si esperamos demasiado, estarán listos para un ataque directo. Mi sugerencia es que demos el primer golpe. Localicemos a Ivanov, y lo hagamos hablar. Él es la llave para entender hasta dónde llega esta red.
Cerré el dossier y me recosté en mi silla, reflexionando sobre sus palabras. Dimitri tenía razón. No podíamos esperar a que los traidores se reunieran en las sombras, planeando nuestra caída. Teníamos que actuar. Pero debía ser con inteligencia, con precisión quirúrgica. Un ataque mal planeado podría darnos el golpe final.
—Lo encontraremos —dije, finalmente—. Pero no quiero que solo lo atrapemos. Quiero que su caída sea un mensaje para cualquiera que piense en cruzarnos.
Dimitri asintió, entendiendo perfectamente lo que eso significaba. La violencia en nuestra línea de trabajo no era solo para castigar; era para enseñar una lección. Un hombre como Ivanov no podía simplemente desaparecer. Tenía que ser un ejemplo.
—Voy a encargarme de ello personalmente —dijo Dimitri—. Aún tenemos a algunos de nuestros hombres siguiéndolo de cerca. Es cuestión de tiempo antes de que lo atrapen en un mal movimiento.
Me levanté de la silla y caminé hacia la ventana, observando las luces de Moscú brillando en la distancia. Esta ciudad... era nuestra. Habíamos luchado por ella, por cada pedazo de poder que poseíamos. Y ahora, había quienes querían arrebatárnoslo, erosionando nuestro imperio desde dentro.
—No es solo Ivanov —dije, rompiendo el silencio—. Hay algo más grande detrás de esto. Los contactos en Italia que mencionó Olivia... estamos ante una conspiración internacional. No es una pelea cualquiera. No subestimes a nuestros enemigos.
Dimitri asintió, pero pude ver en su mirada que también lo sabía. Ambos sabíamos lo que estaba en juego.
—Lo sé, Nikolay. Por eso tenemos que movernos con rapidez. Si logramos desmantelar esta red antes de que puedan coordinarse por completo, habremos ganado la batalla.
Miré a Dimitri, apreciando su lealtad y su claridad de pensamiento en medio de esta tormenta. Sabía que podía confiar en él, al menos tanto como uno puede confiar en alguien en este mundo. Pero la traición de Ivanov me había enseñado que no podía bajar la guardia, no por un segundo.
—Haz lo que tengas que hacer —le dije—. No quiero errores. Si hay algo que no esté claro, me lo dices antes de actuar.
Dimitri hizo un leve asentimiento y salió de la oficina, dejándome a solas con mis pensamientos. Sabía que el tiempo se nos acababa, pero al mismo tiempo, no podíamos apresurarnos y cometer errores.
Me acerqué al escritorio y tomé una de las fotos antiguas de mi familia. Era de mi padre, un hombre implacable que siempre decía que la debilidad en este mundo no era una opción. Yo había seguido ese credo toda mi vida, pero ahora, había algo diferente. Olivia.
Desde que ella entró en mi vida, todo había cambiado. Su presencia me obligaba a pensar más allá de las reglas que me habían moldeado. En otro tiempo, habría ejecutado a Ivanov sin pensarlo dos veces, pero ahora, había algo en mí que pedía entender mejor sus motivos antes de actuar. Olivia me había enseñado que la fuerza no siempre era suficiente. A veces, la inteligencia y la paciencia podían ser nuestras armas más letales.
Pero esta traición... no podía ser ignorada. Era un recordatorio brutal de que, en este mundo, el poder lo era todo. Y si yo quería mantenerlo, tenía que estar dispuesto a hacer lo que fuera necesario. Ivanov tenía que pagar, y con él, todos aquellos que intentaran destruir lo que habíamos construido.
La puerta se abrió suavemente, y Olivia entró, sus ojos encontrando los míos de inmediato. Ella podía leerme mejor que nadie, incluso cuando no quería ser leído.
—¿Dimitri ya se fue? —preguntó, caminando hacia mí con esa gracia natural que siempre me dejaba sin palabras.
—Sí, está en ello —respondí, dejando la foto de mi padre sobre el escritorio—. Pronto tendremos a Ivanov, y entonces entenderemos el alcance de todo esto.
Olivia se acercó, sus ojos serenos pero con una chispa de determinación.
—Lo encontraremos —dijo suavemente—. Y cuando lo hagamos, sabremos exactamente qué hacer. Estamos en esto juntos, Nikolay.
La miré por un largo momento, sintiendo una extraña mezcla de calma y tensión. Sabía que, pase lo que pase, mientras estuviera a mi lado, había una parte de mí que nunca se rendiría.
—Juntos —repetí, con una pequeña sonrisa que apenas tocó mis labios.
Pero sabía que, en las sombras, nuestros enemigos nos acechaban, esperando cualquier oportunidad para atacar. Y yo, Nikolay Smirnov, jefe de la mafia rusa, no pensaba darles esa oportunidad.
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Hola hola!
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Reina de Acero
RomanceEn el despiadado mundo de la mafia, donde el poder y la traición se entrelazan en una danza peligrosa, Reina de Acero narra la apasionante historia de Olivia, la princesa de la mafia italiana, y su matrimonio arreglado con Nikolay Smirnov, el jefe d...