En la Sombra del Dolor
OliviaLa recuperación fue un proceso doloroso y largo. A medida que mis heridas sanaban, también lo hacía mi espíritu, pero el camino hacia la curación era más arduo de lo que había imaginado. Las sesiones de rehabilitación eran extenuantes, y el dolor persistente me recordaba constantemente el precio que habíamos pagado por nuestra victoria. Sin embargo, en medio de todo esto, lo que más me preocupaba no era mi propio sufrimiento, sino la distancia creciente entre Nikolay y yo.
Desde el accidente, Nikolay había cambiado. La cercanía y la pasión que había compartido conmigo se habían disipado, reemplazadas por una fría distancia que no podía comprender del todo. Su preocupación era evidente, pero se manifestaba en una forma de frialdad que me hacía sentir aún más aislada. El hombre que había sido mi refugio en medio de la tormenta ahora parecía estar luchando con su propio tormento interno.
Me encontraba en el pequeño apartamento de recuperación, el espacio lleno de la luz suave de la mañana. La ventana daba a un jardín que parecía casi irreal en su tranquilidad, un contraste agudo con el caos que había vivido. Cada día intentaba encontrar consuelo en la naturaleza que me rodeaba, en los pequeños momentos de paz que el jardín ofrecía.
Nikolay solía visitarme, pero sus visitas eran cortas y formales. Su presencia, en lugar de ser un alivio, a menudo me dejaba con un sentimiento de vacío. Sus ojos, que solían brillar con intensidad y pasión, ahora estaban apagados, y su voz, que solía ser cálida y llena de amor, era ahora fría y distante. Cada vez que entraba en la habitación, su mirada evitaba la mía, y las conversaciones que solíamos tener se habían reducido a intercambios cortos y monótonos sobre mi progreso.
Me encontraba en la sala de rehabilitación, haciendo ejercicios de movilidad que me dejaban exhausta pero determinada. Cada movimiento era un desafío, pero lo enfrentaba con la esperanza de que pronto podría recuperar mi independencia. Mientras luchaba con la resistencia de mi cuerpo, la mente me traicionaba, volviendo constantemente a la distancia creciente entre Nikolay y yo.
Una mañana, después de una sesión particularmente dura, me encontré sentada en la cama, exhausta y frustrada. La puerta se abrió y Nikolay entró, pero su expresión era tan impasible como de costumbre. Me miró con una mezcla de preocupación y desdén, y el contraste con la forma en que solía mirarme me dolió profundamente.
—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó con un tono que carecía de la calidez que solía tener.
—Estoy bien —respondí, tratando de sonar más positiva de lo que me sentía. —Solo cansada.
Me inclinó hacia adelante y se sentó en una silla cerca de la cama, pero su postura era rígida, su cuerpo claramente apartado. La conversación se mantuvo en un nivel superficial, y yo me sentía cada vez más desconectada de él. Sabía que debía haber algo más detrás de su actitud, pero no podía acercarme a él, no podía romper la barrera que había erigido entre nosotros.
—Olivia —dijo de repente, rompiendo el silencio incómodo—, sé que esto ha sido difícil para ti, y lamento que esto haya sucedido. No puedo dejar de sentir que es mi culpa.
Su confesión me sorprendió. Lo miré con una mezcla de tristeza y compasión. El dolor que sentía no era solo físico, sino emocional, y la distancia de Nikolay solo aumentaba ese dolor.
—Nikolay —dije con voz temblorosa—, no es tu culpa. Las cosas sucedieron, y aunque no siempre podemos controlarlas, lo importante es que estamos aquí ahora, enfrentándolo juntos.
Él desvió la mirada, y por un momento, vi un destello de vulnerabilidad en sus ojos, un indicio de la tormenta interna que estaba enfrentando. Pero antes de que pudiera decir algo más, se levantó, murmuró una disculpa por no poder quedarse más tiempo y se dirigió hacia la puerta. La puerta se cerró detrás de él con un clic suave, dejándome en la habitación con mis pensamientos y mi dolor.
La soledad que sentía en esos momentos era abrumadora. Me esforzaba por entender cómo, a pesar de la victoria y el amor que habíamos compartido, estábamos ahora separados por una barrera invisible. El proceso de recuperación no solo era físico; también lo era emocional, y sentía que la distancia con Nikolay era un desafío que debía enfrentar.
A pesar de todo, la esperanza seguía siendo una constante en mi vida. Sabía que el tiempo podría sanar las heridas y que, con paciencia, podríamos reconstruir lo que se había roto. La guerra había terminado, y con ella, una nueva fase de nuestras vidas estaba comenzando. Aunque la distancia y el dolor seguían presentes, mantenía la esperanza de que, con el tiempo, Nikolay y yo podríamos encontrar nuestro camino de regreso el uno al otro. La recuperación era un camino largo y arduo, pero estaba decidida a enfrentar cada desafío, esperando que al final, pudiéramos encontrar una nueva forma de estar juntos.
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Reina de Acero
RomanceEn el despiadado mundo de la mafia, donde el poder y la traición se entrelazan en una danza peligrosa, Reina de Acero narra la apasionante historia de Olivia, la princesa de la mafia italiana, y su matrimonio arreglado con Nikolay Smirnov, el jefe d...