Capitulo 32

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Nuevas sensaciones
Olivia

Las semanas siguientes al descubrimiento del embarazo trajeron consigo una avalancha de emociones y cambios físicos que me resultaron abrumadores. Mientras intentaba adaptarme a la idea de ser madre, mi cuerpo estaba experimentando una serie de transformaciones que afectaban cada aspecto de mi vida cotidiana.

El primer signo de que algo estaba cambiando llegó con las náuseas matutinas. Al principio, las molestias eran esporádicas y no muy intensas, pero pronto se convirtieron en una parte constante de mis días. Cada mañana, el simple acto de levantarse de la cama se volvía una prueba de resistencia. Me encontraba frente al lavabo, con la cabeza inclinada y el estómago revuelto, tratando de calmar los mareos que parecían no tener fin. Las primeras horas del día se convirtieron en un desafío constante, y el aroma de la comida, incluso los más suaves, podía desencadenar un ataque de náuseas.

El dolor en los senos fue otro de los síntomas que se instaló con una intensidad inesperada. Los senos, que solían ser una parte de mi cuerpo que apenas notaba, se convirtieron en una fuente de incomodidad constante. La sensibilidad era tan pronunciada que incluso el roce de la ropa me causaba dolor. Me di cuenta de que mi cuerpo estaba respondiendo de manera diferente a medida que avanzaba el embarazo, y la sensación de hinchazón y dolor era una constante que no podía ignorar.

Los mareos también se convirtieron en una parte regular de mi vida. A menudo me sentía débil y aturdida, como si la tierra bajo mis pies estuviera inestable. Las actividades que antes disfrutaba, como caminar por el jardín o realizar tareas domésticas, se volvieron desafiantes. A veces, me encontraba necesitando descansar más de lo que solía hacerlo, y la idea de salir de casa se volvía agotadora.

La fatiga, que había sido solo una ligera molestia al principio, se intensificó con el tiempo. Los días se volvían más largos y las noches más cortas, ya que me despertaba a menudo en medio de la noche, incapaz de volver a dormir. Las siestas durante el día se convirtieron en una necesidad, y me sentía culpable por no ser tan productiva como solía ser. La energía que alguna vez tenía parecía haberse evaporado, dejándome con una sensación de debilidad constante.

El impacto emocional de todos estos cambios también fue significativo. Los cambios hormonales me hicieron experimentar una montaña rusa de emociones. Me encontraba llorando por cosas que antes no me habrían afectado, y las pequeñas discusiones con Nikolay se volvían mucho más intensas. La ansiedad sobre el futuro y la preocupación por la responsabilidad que venía con el embarazo añadían una capa adicional de estrés. Cada vez que sentía el dolor físico o la incomodidad, mi mente se llenaba de pensamientos negativos, y la inseguridad se apoderaba de mí.

Una tarde, mientras estaba en el jardín, me sentí particularmente abrumada. Había intentado trabajar en algunas de las plantas, pero el calor y el esfuerzo físico me hicieron sentir mareada. Me senté en una de las sillas, sintiendo que el mundo a mi alrededor se desvanecía. La sensación de estar constantemente cansada y débil se había convertido en una constante fuente de preocupación. En ese momento, entendí cuán importante era tener el apoyo de Nikolay, no solo emocional sino también físico.

Me encontraba en medio de una de mis sesiones de descanso cuando Nikolay llegó a casa. La preocupación en su rostro era evidente cuando me vio sentada en la silla, visiblemente cansada y desanimada.

—¿Estás bien? —preguntó, acercándose con rapidez.

—Sí, solo me siento un poco mareada —respondí, tratando de sonar tranquila a pesar de la incomodidad que sentía.

Él se inclinó y me rodeó con sus brazos, su toque era reconfortante. —¿Quieres que te ayude con algo? Puedo encargarme de las plantas o preparar algo para comer.

Agradecí su oferta y, aunque el deseo de mantener mi independencia era fuerte, me sentía aliviada por su disposición a ayudar. Mientras él se encargaba de las tareas, me recosté en la silla, permitiéndome un respiro. Su presencia y apoyo eran un recordatorio de que no tenía que enfrentar esto sola, y el hecho de que él se involucrara en la rutina diaria me hacía sentir más conectada y menos abrumada.

En otro momento, mientras estaba en casa y sintiendo el dolor en los senos nuevamente, decidí hablar con Nikolay sobre la necesidad de buscar ayuda profesional. La idea de tener una consulta con un médico me parecía fundamental para asegurarme de que todo estaba bien y para obtener consejos sobre cómo manejar mejor los síntomas.

—Nikolay, creo que sería bueno hablar con un médico —dije una noche, después de que habíamos terminado de cenar. —Estoy experimentando muchos síntomas y, aunque sé que son normales, me gustaría tener la opinión de un profesional.

Él asintió con comprensión. —Claro, vamos a programar una cita. Quiero asegurarme de que estés bien y que todo esté en orden. Lo más importante es tu salud y bienestar.

El apoyo de Nikolay fue un consuelo en medio del caos emocional y físico. La perspectiva de obtener orientación médica y de contar con su ayuda me brindaba un poco de alivio. La idea de enfrentar la incertidumbre de la maternidad se volvía más manejable con cada gesto de apoyo y cada palabra de aliento que recibía de él.

Mientras me preparaba para la consulta médica, me sentía un poco más en control. Aunque los síntomas seguían siendo desafiantes, la idea de buscar ayuda y recibir orientación me daba esperanza. Estaba aprendiendo a aceptar que mi cuerpo estaba pasando por una transformación significativa y que, aunque la situación era incómoda, era parte del proceso.

La consulta con el médico fue esclarecedora. Agradecí la oportunidad de discutir mis síntomas y de recibir información sobre cómo manejarlos. El médico me aseguró que muchos de los síntomas que estaba experimentando eran comunes durante el primer trimestre del embarazo y que, aunque incómodos, no eran inusuales.

—Es importante escuchar a tu cuerpo y cuidarte durante este tiempo —dijo el médico. —Si necesitas descansar, hazlo. Los cambios hormonales y físicos pueden ser intensos, pero con el tiempo te acostumbrarás a ellos.

Con el tiempo, comencé a encontrar estrategias para lidiar con los síntomas. Aprendí a manejar mejor las náuseas mediante cambios en la dieta y técnicas de relajación. La fatiga, aunque persistente, se volvió más manejable al establecer una rutina de descanso y sueño adecuada. La sensibilidad en los senos se hizo más tolerable con el uso de ropa cómoda y el apoyo adecuado.

A medida que el embarazo avanzaba y mi cuerpo se adaptaba a los cambios, me di cuenta de que, a pesar de las dificultades, había algo profundamente significativo en este proceso. La experiencia de compartir estos momentos con Nikolay, y de enfrentar juntos los desafíos que se presentaban, nos había unido de maneras que nunca habíamos anticipado. Aunque el futuro seguía siendo incierto y el camino estaba lleno de obstáculos, la fortaleza de nuestro amor y el compromiso mutuo eran una fuente constante de esperanza y consuelo.

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