CAPÍTULO 21 - POR: Patrick Dormán

32 2 0
                                    

—Quedamos en que continuaremos siendo amigas, estaremos en comunicación, y un día tendré que contarle que Alexander es el papá biológico de los niños, ¡o se va a enterar por alguien más! —Agrega exasperada, guarda silencio un momento y continúa—. ¡Me quedé con su ex!, no me gusta que te tenga por un insensible.

—Te aclaro, que me da igual el concepto que tenga de mí, pero si te hace feliz que hable con ella, en cuanto haya oportunidad lo voy a hacer —le concedo, pensando en que posiblemente la busque en uno de los viajes que haga a Virginia, pero sobre todo, le pediré que se mantenga al margen de nuestras vidas—. ¿Algo más que quieras decir sobre ella? —le pregunto a Isabella—. Hablar de mi ex, no es un tema de conversación agradable, cuando tengo ganas de irme a la cama con mi mujer —le expreso, y sin querer sueno pésimo.

—¡No te enojes!, solo quiero que no te tenga por un odioso con los niños, —dice viniendo hacia mí y sentándose en mis piernas.

—Entiendo que su opinión sea importante para ti por ser tu amiga de hace años, pero si te soy honesto, ¡a mí me da igual!, y antes de que te hagas otras ideas —le advierto—. Déjame aclararte, que no estoy interesado en ser amigo de ella, ¡y mucho menos en que vayamos los tres a ver una película y a comer palomitas!

—¡No pensaba pedirte que lo hicieras! —dice levantándose y alejándose, ¡jamás la invitaría a comer palomitas conmigo y mi marido! —aclara sonriendo—. ¡Sentiré feo no poder invitarla a casa! —se lamenta.

—¡Por Dios Isabella!, esta es tu casa, puedes invitar a quien quieras, solo me avisas y me voy al hotel, ¡ya te lo dije! —le digo, fastidiado, de que no deje el tema—. Además, no estás segura de que ella vaya a mantener su palabra de seguir en comunicación, por lo que me has contado y mi experiencia, es obvio que prefiere alejarse en lugar de enfrentar las situaciones.

—No la juzgues, ¡no sabes por lo que ha pasado! —la defiende.

—¡No es difícil hacerse una idea! —Le digo poniéndome de pie—. Si no tienes más que agregar, me voy al despacho, quiero revisar unos documentos.

—¡No te enojes!, solo quiero que aclares con ella lo ocurrido.

—Si eso te hace feliz, lo haré cuando se presente la oportunidad, ya te lo dije, ¿algo más que quieras agregar del tema? —La cuestiono.

—No, nada, ¡gracias! —responde yendo a la posición en que estaba.

—Me alegra, porque no me agrada desperdiciar mi tiempo hablando de ella, y de lo que dejamos inconcluso —le hago saber dándome la vuelta y yendo al despacho, ¡qué locura!, discutir con mi mujer por mi ex, pero al contrario de las discusiones tradicionales.

Ya en el despacho enciendo la computadora con intenciones de trabajar, sin embargo, no logro concentrarme en nada, ya había asimilado que lo ocurrido con Caroline fue un error. Para mí, si ella decidió alejarse y no contactarme para aclarar las cosas, es porque tenía sus razones, y saber que es porque creía que soy un ogro con los niños, me hace sentir responsable, por no haberle contado de mi infertilidad.

—¡Mierda!, digo levantándome y yendo al gimnasio mejor, si me quedo en la oficina terminaré por romper algo, y lo que menos quiero es despertar a los niños, y que me vean como un verdadero ogro.

Me subo a la caminadora y corro por quince minutos, tiempo en el que pongo a todo volumen la música en mis audífonos, quiero que mi mente deje de dar tantas vueltas, y solo concentrarme en que tengo que llegar al kilometraje programado, cuando lo logro, me paso a las pesas, y el cansancio ya ha comenzado a relajarme.

Pasados unos minutos escucho unos pasos y a los segundos veo a Isabella parada en el marco de la puerta, trae la bata abierta y se ha quitado la pijama anterior, se ha puesto un camisón corto y al verle las piernas me desconcentro tanto, que por poco me cae la barra encima.

—Te hacía dormida —le comento, colocando la barra en su lugar, y sentándome.

—No podía dormir, ¡no me gusta que estemos enojados! —dice acercándose sigilosamente a mí.

—No estoy enojado contigo, ¡me cabrea que Caroline haya aparecido después de tanto tiempo! —le expreso, secándome el sudor con una toalla que ella me alcanza—. ¿Qué pretende?, ponernos en discordia —le pregunto.

—En caso de que esa fuese su intensión, lo estaría logrando —responde ella sentándose en mis piernas.

—Estoy sudado, voy a mojarte —le advierto sin tocarla.

—No importa, ¡podré tolerarlo! —Dice sonriendo, pero quitándome la toalla para secarme, me está ofreciendo un ramo de olivo, porque no le soy alguien grato cuando estoy sudado por haber hecho ejercicio—. Dudo que esa sea la intensión de Gaby, ¡ella no es de ese tipo! —vuelve a defenderla—. Entiendo que me haya contado —dice en tono de reflexión—. Me hubiese parecido insultante que retomáramos nuestra amistad, y enterarme de otra forma de lo que hubo entre ustedes —concluye. Y en eso le doy la razón.

—Como sea, solo procura que mi nombre esté lejos de sus conversaciones, cuando se dé la oportunidad, voy a hablar con ella, solo porque me he comprometido contigo que lo haría.

—Gracias, ahora podemos ir a la cama, se siente muy grande y sola sin ti —se queja haciendo un puchero.

—Quiero darme una ducha antes —le hago saber, acariciando sus piernas, ella acaricia mis hombros con las uñas y la sensación envía escalofríos a mi cuerpo—. Estoy sudado —vuelvo a advertirle.

—Cuento con que pronto estaré igual —me dice asaltando mi boca.

La recibo con energías renovadas, tampoco me gusta que estemos enojados, y mucho menos a causa de mi ex, si no hemos discutido por la invasión de Black en nuestras vidas, tenemos que lograr no hacerlo, por la posible intrusión de Caroline.

De inmediato le quito la bata y se baja a su cintura junto con el camisón, dejando al descubierto sus pechos, que no tardo en llevarme a la boca, me deja jugar unos segundos con ellos y luego se aparta de mí, y mirándome fijamente a los ojos comienza a quitarse lentamente todo lo que lleva puesto.

A continuación vuelve a sentarse en mis piernas, pero ahora a horcajadas y me ayuda a quitar la camiseta, que está empapada de sudor, hace un puchero de asco y la tira en el suelo, a mí me da risa su reacción.

Pero capturo sus labios con los míos, y nos fundimos en un profundo beso que va a acompañado de gemidos, y movimientos que hacen friccionar su centro contra mi creciente erección. A pesar de que está totalmente desnuda y a un solo paso de tenerme adentro de ella, no fuerza nada y en cambio, se deja amar por mis labios y mi lengua que recorren su piel.

Cuando me tiene a punto de enloquecer de tanto friccionarse contra mí, por fin la siento levantarse y bajarme la cinturilla del pants para acariciar mi erección, y a continuación se coloca en el lugar perfecto, aprisionando a mi amigo ahí, en esa cueva húmeda, caliente y apretada, que me hace recordar que estoy en el lugar correcto.

Y eso me lleva a pensar en Caroline, con ella el sexo era otro nivel, por más que folláramos, nunca teníamos suficiente el uno del otro, los orgasmos eran intensos, enloquecedores, pero no tardábamos en reponernos para más.

Con Isabella ocurre similar, el sexo no solo es placentero a nivel carnal, sino que logramos complementarnos en todos los sentidos, lo hicimos desde la primera vez en que estuvimos juntos, por fin volví a sentirme lleno, pleno después de follar.

En las relaciones que tuve entre ella y Caroline, el sexo era solo un desahogo, una necesidad fisiológica que cubrir, pero al terminar, lo que menos quería era quedarme en la cama de aquella mujer que se suponía era mi compañera.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - ¿GANARÁ EL AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora