CAPÍTULO 37 - POR: Alexander Black

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—Tenemos que irnos, no me quites más el tiempo —le pido.

—No gracias a ti —le digo colgando.

Regreso a la cocina y le entrego el teléfono a Isabella,

—Deberías de hablar con Rose y con tu marido, ¡tranquilízalos!, ¡yo estaría como loco si no apareces un día y nadie sabe nada de ti! —Me observa preocupada, y sé que su temor es, el qué va a decir Dormán, porque hayamos pasado la noche juntos—. ¡No hemos hecho nada malo!, ¡no tienes de que avergonzarte! —la animo.

—Tienes razón, podrías darme un minuto de privacidad —me pide.

Voy a reunirme con Milton, y verifico que en el hospital estén esperando a Isabella, sé que lo del pie no es de gravedad extrema, pero la voz se le escucha afónica y probablemente vaya a resfriarse.

Cuando vuelvo a entrar la escucho que dice.

—Si amor, estoy bien, no te estoy mintiendo, ¡tranquilo! —le pide con cariño.

Escuchar cómo le habla a su marido, me pone los nervios, pero me recuerdo que es mi pago por las lágrimas que ella ha derramado por mi causa.

—¿Estás lista? —le pregunto.

—Sí, ¡allá todo volverá a la normalidad! —me dice, y por su tono no distingo si es un lamento o una advertencia.

—No te preocupes, una vez en el hospital y tus familiares lleguen, no intentaré cargarte más en brazos —trato de bromear mirándola de frente.

—¡Es todo tan complicado! —dice sentándose en uno de los bancos del desayunador, y cubriéndose el rostro.

—No te preocupes por mí, no voy a pedirte nada, solo tienes que saber que estoy aquí, que siempre estaré, ¡para lo que necesites! —le digo acercándome, y alzando su mentón para que me vea.

Comienza a llorar y me abraza, trato de consolarla, pero no me salen palabras, porque tengo un enorme nudo en la garganta.

—Todo va a estar bien, cuando nos veamos y yo diga algo inapropiado, ¡enójate y regáñame!, cuando me sorprenda lo hermosa que vas, procuraré pensar en estados financieros, o desviaré la mirada, recordando que ya no eres mía —le digo finalmente.

—¡Él es importante para mí! —logro comprenderle apenas, por su voz entrecortada—. No es solo agradecimiento, ¡se ganó a pulso mi corazón!

—No tienes que explicarme —le pido, sintiendo como unas traicioneras lágrimas bajan por mis mejillas, si no la hubiera dejado sola, él no habría tenido cabida en su vida, ¡así que no tengo solvencia para reclamarle!—. Te dije que me conformaría con que tú seas feliz —le recuerdo besando su cabello.

Levanta su rostro y captura mis labios, «solo un poco», trato de convencerme, atesorando en mi mente el recuerdo de sus besos, suspiro profundo y me detengo, antes de que nos calentemos y quememos el lugar.

—Tenemos que irnos, ¿estás lista? —le pregunto, sintiendo como estoy a punto de cometer la peor pendejada de mi vida, voy prácticamente a entregarle a la mujer que amo, a otro cabrón.

Sin embargo, que se vaya o que se quede a mi lado, es una decisión que solo ella debe tomar, no voy a forzarla, si lo nuestro tiene alguna esperanza, será, sino, para que torturarme. Nos dirigimos al helicóptero, Milton lleva mis cosas, mientras yo la cargo a ella, que va con su cabeza recostada en mi pecho.

—Había olvidado la hermosura de este lugar —dice, cuando ya vamos en el aire.

—También lo había olvidado —le confieso.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - ¿GANARÁ EL AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora