CAPÍTULO 36 - POR: Alexander Black

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Tonita que no estaba ayer, sale a recibirnos y emocionada nos saluda.

—Señor Alexander, Señorita Isabella, ¡cuánto gusto verlos! —luego, al fijarse en las fachas de mi princesa y que la traigo en brazos, pregunta—. Están bien, ¿necesitan algo?

—Todo bien —le respondo—. Esperaremos a Milton que no tarda en venir por nosotros, mientras tanto nos daremos una ducha —le hago saber mientras subo las escaleras hacia la habitación que utilizaba con Isabella.

—¡No has modificado nada! —comenta ella aferrada a mi cuello.

—¡Este era nuestro lugar preferido!, y tú lo decoraste, pedí que mantuvieran todo como lo dejaste —le hago saber, sin prestar mayor atención a ese asunto.

—¡Pero y tu mujer!, ¿no dijo nada? —tenerla tan cerca, hace que me desesperen las ansias de besarla, pero llegados a este punto, debo seguir firme.

—¡No tiene por qué!, —le respondo escuetamente—. Dejándola cerca de la cama—. Puedes ducharte sola, o necesitas ayuda —le pregunto burlón.

—Me las apañaré sola —me garantiza, voy por sus sandalias de baño y se las entrego—. ¿Aun las tienes? —pregunta sorprendida.

—Se supone que no se ha modificado nada —le respondo—. ¿Segura de que vas a estar bien sola?

—Sí, aunque necesite ayuda, no creo que sea correcto que me veas desnuda.

—¡La terapia tendría que ser por más tiempo! —le digo intentando hacerla reír, funciona y vuelve a tratarme de exagerado; al ver que se le dificulta dar el paso, la cargo y la llevo hasta el baño

—Parece que le estás cogiendo el gusto a cargarme en brazos —bromea.

—Para mí siempre ha sido un gusto que estés entre ellos, —le respondo dejándola de una vez en la ducha—. Voy a buscarte algo para que te pongas —le digo huyendo de ahí.

Busco en el closet y le saco un pants y una camiseta mía, pero me encuentro con un pants color rosa, que es de ella me debato entre entregárselo o que continúe aquí, sigo buscando y hay prácticamente una gaveta con ropa de ella, incluyendo algunas prendas de baño.

—Voy a entrar y te dejaré ropa para que te cambies, prometo no ver nada —le digo medio abriendo la puerta.

—¡Pero no vayas a verme! —me pide asustada.

Le he traído una camiseta mía, el Pants suyo, y uno de sus juegos de bikini.

—Si nos bañáramos juntos, ahorraríamos tiempo y te podría a ayudar a estregar bien —le ofrezco, sabedor de que va a decir que no.

—¡No quiero que pases toda la vida en terapia! —responde a la defensiva, pero divertida, también me pongo a reír—. Voy a ducharme a la habitación de invitados, vengo por ti en cuanto termine —le hago saber, conteniéndome por no darme media vuelta y contemplarla desnuda.

—Me parece, así estaremos listos cuando Milton venga.

—Es la idea, —le respondo saliendo y dirigiéndome a la otra habitación, con la ropa que voy a ponerme.

A los diez minutos regreso, y la encuentro sentada en un sofá que está frente a la ventana, está ida en sus pensamientos, porque no me escucha entrar, ni cuando me le acerco.

—¡Veo que no te gustó la camisa que te dejé! —le digo sentándome en la cama.

—¡Me quedaba muy grande! —Se excusa—. ¡No tenía idea de que aún conservaras mi ropa! —dice sin evitar mostrar su sorpresa.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - ¿GANARÁ EL AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora