Damon, se ve tan preocupado, cosa anormal en él, porque es un excelente actor, y pocas veces permite salir a relucir sus emociones, a pesar de que no es una persona grosera.
En uno de los momentos en que me vio inconsolable, me pidió que tuviera fe, que Lex lo lograría, que estaba en manos de los mejores especialistas, y que ellos le habían asegurado que harían todo lo que estuviera al alcance de la medicina, y que el resto dependía de las ganas que Lex tuviera de continuar.
Y que daba por hecho, que solo con que yo estuviera aquí, tan al pendiente de él, era suficiente aliciente para que su hermano quisiera vivir, quise creerle y me aferré a esa idea, y a pesar de que no nos dejan entrar a donde lo tienen; desde aquí, desde esta ventanilla, le repito una y otra vez en mi pensamiento, cuánto lo amamos los niños y yo, y le pido que viva porque lo necesitamos.
Me alejo para atender una llamada telefónica, y al terminar, veo a Vanesa que está en el lugar que recientemente dejé, me acerco a ella para consolarla, y también termino llorando; de pronto comienza a sonar una alarma, y varios médicos y enfermeras vienen y entran en la habitación, impidiéndonos el paso a nosotras.
Escucho a Vanesa gritar y llorar por su hermano, suplicándole que sea fuerte, que luche, mientras Damon, la sostiene en brazos para evitar que se caiga, vuelvo a ver hacia la habitación; y a Alexander le están colocando un aparato en el pecho, que lo hace sacudirse contra la camilla, mientras la máquina a la que está conectado continúa emitiendo ese sonido fatal.
Todo a mi alrededor se vuelve borroso, y solo permanece ese sonido espantoso en mi mente, mientras Vanesa no para de suplicar, poco a poco, siento como voy cediendo ante la neblina que termina por tragarme, haciendo que por fin deje de sentir y escuchar.
Cuando despierto, estoy en una habitación, y Rose está conmigo.
—Se murió, Rose, ¡se murió! —me lamento, sintiendo como se llevó con él, parte de mi corazón.
—Tranquila —me pide Rose, tomando mi mano—. ¡No se ha muerto!, lograron reanimarlo —la escucho decir, dándome un soplo de esperanza—. Amiga, tienes que ser fuerte para lo que se venga, ¡los niños te necesitan! —me recuerda.
—También lo necesitan a él, ¿no ves cómo lo adoran? —Le pregunto sentándome—. Y yo impedí que lo disfrutaran por más de año y medio, ¿cómo podré perdonarme? —me cuestiono, en voz alta, sintiéndome tan culpable.
—Bella, tranquilízate, vas a caerte, ¿a dónde crees que vas? —me regaña.
—Tengo que verlo, voy a pedirle perdón, y a suplicarle que luche, ¡no se puede morir Rose!, ¿qué voy a hacer?, dime, ¿Qué voy a hacer sin él? —le pregunto aferrándome a su abrazo, Rose me consuela, y finalmente me lleva a la habitación en donde tienen a Alexander.
Han autorizado para que de uno en uno pasen a verlo, cuando llega mi turno y lo veo ahí en esa camilla, pálido y conectado a tantos cables, como en su momento estuvo Mateo, se me parte el corazón, porque mi bebé gracias al cielo, en ningún instante fue a causa de que peligrara su vida, como lo hace hoy la de su papá.
—Mi amor perdóname —le pido agarrando su mano buena—. Por favor lucha, ¡no te des por vencido!, ¡los niños y yo te necesitamos! —Le recuerdo acariciando su rostro—. Dime, ¿quién va a hacerme bravear tanto como lo haces tú?, y después provocará que casi muera de tanto reír —lo cuestiono, guardo silencio un momento y acariciando su rostro le advierto—. ¡No puedes irte y dejarme!, ¿comprendes? —lo cuestiono llorando—. ¡No voy a mentirles por siempre a los niños!, diciéndoles que estás de viaje, ¡tienes que levantarte e ir por ellos para llevarlos por ese helado que les prometiste! —lo regaño, sin parar de llorar—. ¡Incluso yo iré con ustedes si me lo pides!, ¡solo levántate de aquí! —le suplico—. ¡También te necesito! —le confieso finalmente, recostándome en su pecho.
Sigo en esa posición, concentrándome solo en su respiración, a los pocos minutos me vienen a decir que tengo que salir, me levanto y me acerco a su rostro, y procurando que escuche y entienda, le digo con voz suave al oído.
—Te amo, nunca dejé de hacerlo, ¡por favor no te des por vencido! —le suplico, depositando un casto beso en sus labios, y sintiendo el sabor salado de mis lágrimas.
Cuando salgo a la sala de espera, Patrick está con Rose y con Damon, a Vanesa también tuvieron que sedarla, porque estaba al borde de un colapso. Con vergüenza corriendo por mi rostro, no voy a los brazos de Patrick, sino a los de Rose, que me consuela y me asegura que todo va a salir bien.
Patrick aunque parece sereno, sé que está conmovido y dolido, y no por Alexander, sino por mi actitud, y también sufro por eso.
El tiempo continúa avanzando, y aunque el estado de Alexander no mejora, al menos no se pone peor, Milton quien ya ha despertado, nos pone al tanto de que fue lo que ocurrió, dice que cayeron cerca del rio y que fueron arrastrados.
Lograron salvarse de puro milagro, caminaron por quien sabe cuánto tiempo, hasta que llegaron a una choza en donde los auxiliaron, ante la gravedad de sus heridas, en especial las de Alexander, decidieron llevarlos al hospital, pero por el mal estado de las carreteras se les dificultó, y tardaron más.
Ese día me voy al apartamento con Patrick por un deber, pero me es imposible dormir, en lo único que pienso es que en cualquier momento me van a llamar para informar lo peor, así que tan pronto amanece, regreso al hospital.
Me llevo un enorme susto, cuando no lo encuentro en donde estaba, y me dice una enfermera que lo han trasladado, y que en este momento le están realizando algunos análisis, así que me dirijo a la habitación en donde tienen a Esme.
Esme está dormida, al igual que Vanesa, solo Carlo, está despierto, en cuanto me ve hace señas para que no hable y sale conmigo al pasillo, alegre me cuenta que su hijo ya ha salido del coma, y que sus probabilidades de recuperarse son mayores, que solo están esperando que despierte, porque no lo ha hecho aún.
Termina yendo conmigo hasta la habitación en donde lo tienen, y nos dejan entrar a los dos.
—Mira quien te vino a ver tan temprano campeón —le dice a su hijo, llegando hasta adonde él y acariciándole el brazo—. Ha estado tan pendiente de ti como todos nosotros —le cuenta, conteniendo la emoción en su voz—. Así que abre los ojos y sonríe, que algo tiene que significar —le asegura.
Yo vuelvo a ver a Alexander y a él, comprendiendo el peso de sus palabras, sobre todo, porque no es difícil imaginar que Patrick pudo haber llegado a esa misma conclusión, aunque no me lo haya externado.
—Voy a dejarlos solos, necesito un café, ¿quieres uno? —me pregunta.
—No, muchas gracias —le respondo, sin dejar de ver a Alexander.
Me acerco a su camilla, y le acaricio el rostro, sobando sus mejillas, y labios, que ya han comenzado a recuperar algo de color, pero por su respiración es obvio que continúa inconsciente,
—¡Te pareces tanto a Mateo!, tanto así, que cada vez que lo veo, pienso en ti —le confieso—. Aunque mi niño salió más lindo, ¡porque tiene mi color de cabello! —bromeo sonriendo—. Levántate de aquí, ellos te están esperando en el apartamento, ¡ya no quiero seguir mintiéndoles que estás bien!, cada vez que me preguntan por su papá.
Tomo su mano y la acaricio depositando un beso en ella.
—¡No tienes idea del susto tan enorme que nos has dado a todos!, cuando estés bien, prometo que te retaré a un combate ¡por haberme afligido tanto! —le digo sonriendo, recordando cómo terminábamos cada vez que me entrenaba.
Siento su mano presionar la mía y vuelvo a verlo a la cara, sus ojitos están abiertos y poco a poco se le forma una sonrisa.
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El DESTINO Y SUS JUEGOS - ¿GANARÁ EL AMOR?
RomanceDespués de todo lo que han pasado Isabella y Alexander, ¿será posible que el destino les tenga preparada alguna jugada en donde vuelva a unir sus vidas? Y de ser así, ¿qué ocurrirá? 1. Será que ahora que Isabella es mamá y conoce el valor de un hijo...