CAPÍTULO 28 - POR: Patrick Dormán.

30 3 0
                                    

—En ese caso, ¡habla! —me pide.

—¿Podríamos hacerlo en mi habitación?, no quisiera que tu hija nos escuche —le aclaro, para que la niña no continúe teniendo mal concepto de mí.

Vuelve a ver hacia donde se fue su hija, y me dice.

—¡Que sea solo unos minutos!, Irene, saldré un momento, que se vaya a dormir Daniela —le pide, seguramente a la niñera.

—¡Mamá...! —se queja la niña, pero ya no escuchamos nada, porque Caroline cierra la puerta.

Entramos en mi habitación, sin avanzar más allá del pasillo, me doy media vuelta y la encaro.

—¿Quiero saber que pretendes al acercarte a mi mujer?

—¿Cómo así? —me pregunta mostrando sorpresa.

—Resulta que eran amigas, pero tenían años sin hablarse, y hoy casualmente vuelves y quieres retomar su amistad —la cuestiono.

—¿Qué tiene de malo? —me pregunta ella—. Fuimos excelentes amigas en el instituto, ¡no veo porque no seguiríamos siéndolo!, si se nos da la oportunidad.

—¡Porque es mi mujer!, y sospecho que te has acercado con intenciones ocultas —la acuso acercándome a ella.

—¿Qué quieres decir?, ¿Qué estoy interesada en ti? —cuestiona burlona—. ¡Nada que ver!, ¡tú me pasaste hace tiempos! —asegura separándose de mí.

—¿Estás segura de que no tienes otras intensiones al acercarte a mi mujer? —le pregunto, poniendo especial énfasis en esas últimas dos palabras, para recordarnos a ambos que tengo mujer; a la vez, exhalo profundo, para sacar de mi sistema respiratorio el olor de su piel y de su cabello.

—Por si no te has enterado, Isabella antes de ser tu mujer, ¡fue mi mejor amiga! —Responde a la defensiva—. Y por si fuera poco, tenemos un grupo de amigos en común, no vamos a ignorarnos, ¡solo porque a ti se te antoja que no nos hablemos!

—Qué coincidencia que hayas pasado varios años sin comunicarte con tus amigos, ¡y que justo hoy, se te dé por hacerlo!

—¡Piensa lo que quieras!, ¿y sabes qué?, cada vez me convenzo más y más, que nunca me conociste en realidad, siempre tuviste tan poca fe en mí! —me acusa con ojos brillosos, primero me acusaste de engaño, ¡y ahora de embaucadora!

—¿Que querías que hiciera?, ¿Qué se supone que tienes que hacer?, si un día llega tu novia, a la que estás a punto de proponerle matrimonio, ¡y te dice que está embarazada!, y sabes de sobra que no es tuyo.

—¡La paternidad es algo normal en las parejas!, sé que no la habríamos tenido fácil, porque finalmente nos hubiéramos enterado de que mi hija no era tuya —exclama echando chispas por los ojos—. Si tan solo no les hubieras tenido tanta aversión a los niños en aquel entonces, ¡no me habrías abandonado! —me reprocha.

—¿En serio me crees tan ruin?, como para creer que te abandoné porque le tenía aversión a los niños —la cuestiono, acorralándola contra la pared y viéndola a los ojos, ella me ve con intensidad, pero no responde—. No Caroline, no les tenía aversión a los niños, ¡Soy estéril! —le hago saber, con tanto veneno en la voz, que estoy seguro de que si me mordiese la lengua, moriría por mi propio veneno.

Ella me observa impactada, sus ojitos asustados como si fuese un cervatillo acechado por una fiera, me hace recordar, el día en que nos separamos. Y hoy, solo después de saber que no me fue infiel, comprendo, que el miedo que vi aquella noche, no fue por temor a que descubriera su inexistente infidelidad, sino porque temía que no me tomara a bien, ¡una paternidad no deseada!

El DESTINO Y SUS JUEGOS - ¿GANARÁ EL AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora