CAPÍTULO 35 - POR: Alexander Black

17 2 0
                                    

Mi placer es indescriptible, es algo que solo he sentido con ella, ¡sexo es sexo!, y es placentero, ¿pero esto?, ¡esto es otro nivel!, ella vuelve a retorcerse debajo de mí y me indica que nuevamente ha llegado a su orgasmo, «igual que en los viejos tiempos», digo sonriendo.

—Te amo —vuelvo a repetirle, mientras caigo sobre su pecho.

—También te amo, ¡pero ya no soy tuya! —la escucho decir, mientras acaricia mi cabello, sus palabras opacan en automático toda la dicha que acabo de experimentar, me aparto de ella y me acuesto a la par.

Poco a poco voy centrando bien mi atención, y la lluvia ha dejado de caer, el canto de los pájaros avisando que ya es de día, la luz que comienza a filtrarse por la ventana, el calor de mi cuerpo, gracias a la mujer que duerme sobre mi pecho.

Abro los ojos y como un idiota me pongo a reír, semejante follada, ¡fue un puto sueño!, lo único real es que dormí junto al amor de mi vida.

Bajo la mano y toco mi erección, ¡está normal!, como amanece cada mañana, Isabella está bien cubierta en su manta y yo a medias en la mía, me levanto un poco y le veo la cara, se ve tan linda como siempre.

—Te amo, —le digo dándole un beso en la frente, y pasando por encima de ella, para levantarme, vestirme e ir por el coche mientras ella duerme un poco más.

Ya vestido, vuelvo a acercarme a la cama y recordando las últimas palabras que dijo en mi sueño le digo.

—Aunque estés con otro, ¡siempre serás mía!, ¡no lo olvides! —le pido, dándole un fugaz beso en los labios.

Salgo de la cabaña y el cielo ha comenzado a aclarar, nadie imaginaría que anoche dejó caer tanta agua, observo a mi alrededor tratando de ubicarme y veo la casa pequeña, me dirijo hacia allí y cuando voy de paso, me encuentro con el hoyo en que cayó Isabella.

Tiene al menos la mitad de agua y si nadie hubiera venido a sacarla, mi princesa se la habría pasado realmente mal.

Llego hasta la calle empedrada en donde dejé el coche anoche, y en uno de los jardines mal cuidados, me encuentro con el hombre que salió a recibirme ayer, está con dos tipos más.

—Salimos temprano a buscarlos, nos dimos cuenta de que estaban en la cabaña y no quisimos interrumpir, por eso no les tocamos —comenta sonriente.

—¿Cómo sabes que estábamos ahí? —lo cuestiono, considerando la posibilidad de que nos hayan podido espiar por alguna parte, ya que no es posible que entraran porque antes de acostarme en el sofá, le puse el seguro a la puerta.

—Por la leña de emergencia que dejamos afuera, ya no estaba, además ya habíamos buscado en los alrededores y no había rastro de ninguno —responde—. ¿La arquitecta Johnson está bien? —me pregunta.

—Sí, tiene un tobillo lastimado, quiero llevar el coche hasta la cabaña para evitar que camine.

—Solo recuerde las trampas que hay, ¡de día se distinguen bien!

—Gracias, le digo yendo al coche y poniéndome en marcha.

Entro nuevamente en la cabaña e Isabella aún duerme.

—Amor despierta —le pido.

—¡Un poco más! —Me pide, y yo me pongo a reír, porque al parecer continúa costándole levantarse por las mañanas.

—Tenemos que regresar a Seattle, tu familia tiene que estar muy preocupada por ti —le recuerdo.

De inmediato se despierta, me mira sorprendida, parpadea varias veces y dice.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - ¿GANARÁ EL AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora