—Respóndeme —le pido, intentando mantener la calma.
Con esta es tercera vez que me rechaza, aunque en las dos ocasiones anteriores, fue más discreta.
—¿Aún me quieres?, —le pregunto moderando mi tono de voz, para no asustarla.
—¡Claro que te quiero!, ¿Por qué lo preguntas?, ¡sabes que sí! —me responde viéndome a los ojos.
—Por esto Isabella, —le digo acariciando su hombro desnudo—. Ya no siento tu cuerpo estremecerse ante mis caricias, ¿qué ha pasado?, dímelo por favor, ¡si es algo que podamos arreglar vamos a hacerlo!, pero si lo que ocurre es que ya no son mis caricias las que quieres, ¡también necesito saberlo! —le casi suplico viéndola a los ojos.
—No se trata de eso amor —me responde levantándose de la cama, y yendo por un vaso con agua del jarrón que nos dejan sobre una mesa—. Estoy cansada ¡eso es todo! —dice tomando un par de tragos, puedo notar sus labios temblar, al igual que sus manos.
Me acerco a ella y la atraigo hacia mí, encerrándola en un abrazo.
—¿Estás segura? —le pregunto, tomando su mentón entre mis dedos, para levantar su rostro y que me vea.
—¡Por supuesto! —responde, pero sus ojos no reflejan seguridad.
—¿Será posible que Black haya vuelto a entrar aquí, y aquí? —le pregunto, tocando sobre su corazón, y luego su cabeza.
—¡En parte sí! —Reconoce, luego de pensárselo un momento—. Sabes que me afectó mucho su accidente, es el padre de mis hijos y me preocupé por ellos.
—¿Estás segura de que fue solo por ellos? —la cuestiono con paciencia
—Por supuesto amor, ¡los niños son muy pequeños!, ¿cómo les explicaría que le ocurrió algo a su papá?, sobre todo a Arianita que está más acostumbrada a él.
—Te vi llorar y sufrir de desesperación por no aparecía, ¡incluso me preocupé de que enfermaras! —le hago saber viéndola a los ojos.
—Amor perdona, —me pide bajando la vista—. Sé que fui injusta contigo, te falté al respeto y además te preocupé, pero te juro que no tengo nada con él, ¡no te he sido infiel! —trata de convencerme.
—No he sugerido tal cosa —le respondo, considerando que su respuesta es muy a la defensiva, la reto con la mirada, y sé que no miente—. Sin embargo, no vas a negarme la cercanía y complicidad que ha crecido entre ustedes —le reclamo conservando la calma.
—¡Solo fue por su recuperación!, si te has fijado, hoy que ya está bien, casi no hablamos —se defiende.
—¿Y estás bien con eso?, ¿es lo que quieres, ¿o lo haces por obligación conmigo?
—Es lo correcto, él ya está bien y puede venir por los niños y traerlos de regreso, ¡ya no hay necesidad de que le esté ayudando!
—La tristeza y el decaimiento que he notado en ti, ¿no es a causa de eso? —indago acariciando sus mejillas.
—Nada que ver amor, diría que es a causa del estrés por el trabajo acumulado.
—¡Antes mis caricias te ayudaban a relajarte! —le recuerdo.
—¡Lo sé amor! Es que todo esto me tiene confundida, ¡y no sé qué hacer! —acepta finalmente llorando, y separándose de mí, regresa al mueble y se sirve más agua que toma de inmediato.
—No sabes qué hacer, ¿con qué?, ¿con lo nuestro?, ¿contigo y con él?, ¿o a que te refieres?, por favor, ¡sé clara!, que no disfruto el que estemos distanciados, extraño nuestra complicidad, ¡tus caricias!, —le digo, abrazándola desde atrás, y besando sus hombros.
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El DESTINO Y SUS JUEGOS - ¿GANARÁ EL AMOR?
RomansaDespués de todo lo que han pasado Isabella y Alexander, ¿será posible que el destino les tenga preparada alguna jugada en donde vuelva a unir sus vidas? Y de ser así, ¿qué ocurrirá? 1. Será que ahora que Isabella es mamá y conoce el valor de un hijo...