Capítulo 10: Sueños húmedos, parte I

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Dedicado a:  Gnsisgene, Midninght, Nikopaolo8, Dania2036

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Capítulo 10: Sueños húmedos, parte I

Jana Clark

El avión aterrizó en la frontera con Irak en horas de la mañana y tuvimos que recorrer el resto del camino en auto en dirección a la capital porque los vuelos estaban provisionalmente cancelados para el extrajero, así tuviéramos permiso del gobierno de Irak, tendríamos que ir en auto porque el avión no podía pasar. Algo absurdo pero así muchas veces eran las leyes; absurdas. Fueron varias horas en auto hasta que nos paramos a descansar, ya más de un día enteros de viaje, sentía que ni siquiera sentía los pies para cuando nos detuvimos a mitad de camino para descansar porque el tiempo empezó a tornarse nublado y empezó a llover un poco, era de tarde casi las 7 de la noche por lo que decidieron que era mejor hacer una pausa para descansar. Todos el personal del ejército hicieron sus carpas en tiempo récord, a mi me dieron la mía pero era bastante grande y con la lluvia que empezaba a empeorar sentía que me volvía todo un desastre porque mis zapatos se resbalaban, debí cambiarme a mis botas.

—Déjeme ayudarla con su carpa, doctora —dijo Sebastián apareciendo para ayudarme y enseguida me sentí aliviada mientras él la terminaba de armar, él sí tenía botas, se había quitado la camisa del uniforme dejando su torso ejercitado al descubierto, no era ciega de hecho Sebastián era muy guapo.

—Gracias, Sebastián. —dije, él era creo que la única persona que estaba muy pendiente de ayudarme siempre.

—No es nada —dijo terminando de encajar las bases—, si necesitas cualquier otra cosa, no dude en decirme. Hay un río muy cerca, por si deseas bañarte.

Con esta lluvia lo dudaba, sabía que los ríos eran traicioneros y tras una lluvia podía salir alguna serpiente, alimaña o hacer que la corriente creciera y me arrastrara a mi muerte. Menos mal me había bañado en el avión antes de que aterrizaramos.

—Gracias. —me limité a decir, prefería dormir con los pies algo llenos de lodo que ir al río.

Me crucé de brazos y miré alrededor como todos terminaban de organizar sus cosas y se iban a descansar, sin embargo como me pasaba últimamente, mi mirada inconscientemente fue al comandante Hofmann, lo vi de lejos a varias tiendas después de la mía, él estaba hablando con una mujer de uniforme azul que parecía ser parte del equipo, peor yo no la había visto antes, ella se había quitado el chaleco antibalas y lucía solo una camisa de tirantes que hacia evidente su escote, tenía grandes pechos y por medio segundo algo dentro de mí tuvo una rara sensación al verlos juntos así de cerca. Desde que hablamos en el avión y le dije que nada nunca pasaría entre nosotros no lo volví a ver o más bien él no volvió a dirigirme la palabra, ni siquiera una mirada como si ahora reluciera su ego y orgullo. Debía de darme igual, debía de estar bien con eso pero, simplemente no lo estaba.

—¿Ella quién es? —me di cuenta de que la pregunta salió de mi boca antes de tan siquiera pensarlo.

Sebastián volteó a ver lo que yo estaba mirando mientras se limpiaba las manos cuando terminó de arreglar mi tienda.

—Es la coronel Indira Marchan. —me informó—, es también parte del servicio especial pero de otra sede.

—Entiendo.—dije e Indira le tocó su hombro con descaro para sonreírle con coquetería, a él le pareció dar igual porque no se movió simplemente buscaba algo en la tabla que estaba en sus manos— Parece estar a gusto con el comandante Hofmann.

—Por lo que he escuchado eran amantes hace unos años cuando trabajaron en una misión, y ahora  les tocó trabajar juntos otra vez, así que supongo que revivirán viejos tiempos —me guiñó un ojo—. Eh, pero no lo supiste de mí.

De eso que me contó me dio una horrible sensación en el pecho, porque de hecho esa mujer era guapísima y ruda, sin duda una que estaba a su altura.

—¿Crees que se gusten y se casen? —agregué con ligero humor para que no se notara mi ligero malestar, pero me convencí de que estaba así por Juliana, no porque de hecho yo estuviera celosa. Porque no lo estaba. No podía estarlo porque él no me gustaba.

—El comandante Hoffman no es de tener sentimientos —dijo Sebastián—, de hecho nunca he visto que algo sentimental lo moleste, ni nunca lo he visto sufrir por amor, solo lo he visto frustrado porque ha fallado algún tiro de larga distancia y vaya que es difícil que falle, el comandante Hofmann tiene la mejor puntería del SEG, tampoco lo he visto perder alguna batalla.

Recordaba que eso me lo había dicho el comandante Hofmann, que él no era un hombre de sentimientos.

—Entiendo —me limité a decir forzandome a dejar de mirarlos, sin saber por qué él alababa al comandante Hofmann como si fuera un Dios, pero me imaginaba que debía de ser muy bueno en su trabajo porque de lo contrario no sería comandante ni tendría el ego tan inflado.

—Listo doctora —dijo Sebastián dejando la carpa armada—, descanse.

—Gracias —dije— y puedes llamarme Jana.

Pareció que sus ojos brillaron.

—Descansa, Jana.

Sonreí un poco.

—Igualmente.

Sebastián se fue y lancé una última mirada hacia donde estaba el comandante Hofmann, ella seguía hablándole con coquetería pero de súbito el comandante Hofmann rodó sus ojos azules hacia mí, a la distancia sentí que me traspasaron entera como un halcón que tiene a su presa en su radar.

Mierda. Me había atrapado observandolo.

Me tensé sintiendo que algo me bajaba del estómago, me voltee rápidamente y entré a mi tienda sintiendo como si me hubieran atrapado haciendo algo malo, y de hecho lo hacía, lo espiaba mientras él hablaba con la coronel. Me acosté en la delgada colchoneta y me obligué a cerrar los ojos, mientras la lluvia se hacia un poco más grave afuera y casi enseguida caí en un profundo sueño.

****


El calor me encendía todo el cuerpo, nunca me había sentido así antes, podía sentir su torso presionando mi espalda, su respiración en mi mejilla, sus labios rozando mi piel, jadee al percibir ese perfume embriagante que tanto empezaba a idolatrar y su mano envolvió mi cuello.

—Comandante Hofmann, no deberíamos... —jadee echando mi cabeza hacia atrás.

—Shh... —susurró— será un secreto.

Jadee al sentir como su dura erección se me clavaba en la parte baja de la espalda y sus manos merodeaban hacia mis pechos para apretármelos encima de la camisa y entonces tomando la tela la rompió por la mitad...

Perdición (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora