Capítulo 32

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Capítulo 32

La puerta se cerró suavemente detrás de mí, y por un momento, me quedé quieta en el recibidor de la casa. Había pensado ir a su casa para, no se que, no tenía las ideas claras, tal vez solo quería verlo, me sentía mal por lo que había pasado la noche anterior, pero al verlo así, de manera inesperada me paralizo. Era extraño, pero su compañía, incluso en los momentos de silencio, me ayudaba a calmar mi ansiedad, me di cuenta de eso, en el momento que llegue a casa después de haberle dicho todas esas cosas, pero es que a veces era tan frustrante.

Mina había salido, probablemente con Kunzite. La casa estaba tranquila. Me dejé caer en el sofá y abracé una almohada, dejando que mi mente divagara. Quería hablar con Mamoru, quería hacerle saber lo que significaba para mí, pero cada vez que lo intentaba, las palabras se atacaban.

La conversación de anoche con Mina me había dejado pensando. No estaba sola, eso lo sabía ahora, pero también me di cuenta de que Mamoru había sido una constante en mi vida desde que empezamos a conocernos. Su apoyo, aunque torpe a veces, me daba una sensación de seguridad que no había tenido en mucho tiempo.

Suspiré y tomé mi teléfono, enviándole un mensaje rápido.

"¿Te parece bien si hablamos mañana después del desayuno? Me gustaría decirte algo."

Escribir se me daba mejor que hablar. Apoyé el teléfono en la mesa y sentí una mezcla de alivio y nerviosismo. No era fácil para mí ser tan directa, pero Mamoru necesitaba saber lo importante que era para mí, incluso si a veces me costaba demostrarlo. Estaba empezando a entender que, para sanar, no solo necesitaba a las personas que me rodeaban, sino que también tenía que ser honesta con ellas, especialmente con Mamoru.

A la mañana siguiente, me encontré caminando al lado de Mamoru en dirección al café que habíamos elegido para desayunar. Era uno de esos lugares tranquilos donde la mayoría de las personas iban a leer, lo que me hacía sentir más cómoda. No había mucho ruido, y la idea de que todos estuvieran enfocados en sus libros, y no en nosotros, me daba un poco de paz. Sabía que podía relajarme allí.

El camino estuvo lleno de silencio, pero no el tipo de silencio incómodo. Mamoru estaba inmerso en sus pensamientos, tanto que apenas me miraba, y yo no sabía cómo empezar a hablar. Quería decirle muchas cosas, pero su expresión ausente me hacía dudar. ¿Estaba preocupado por algo?

Cuando llegamos al café, una camarera se acercó para saludarnos. Mamoru fue quien hizo el pedido de los cafés sin dudar. Observé cómo se desenvolvía con naturalidad, algo que yo aún no lograba cuando trataba con extraños. Agradecí internamente que tomará el control de la situación. Siempre lo hacía más fácil para mí cuando estábamos en público.

Nos sentamos en una de las mesas cercanas a la ventana, desde donde se podía ver la zona de lectura al fondo. El lugar estaba tranquilo, apenas unas pocas personas hojeando libros en silencio. Eso me relajaba, pero el nudo en mi estómago seguía presente. Sabía que tenía que decir algo, pero las palabras no salían tan fácilmente como esperaba.

Miré a Mamoru de reojo, observando cómo se frotaba las sienes, claramente distraído. Me mordí el labio, buscando el valor para hablar.

—Mamo-chan... —dije en voz baja, pero no lo suficientemente fuerte como para que me escuche.

Él levantó la vista, sus ojos encontrando los míos por un momento, y mi estómago se tensó. No sabía cómo expresar lo que sentía sin parecer torpe o vulnerable, pero tenía que intentarlo.

—¿Estás bien? —pregunté finalmente, mi voz apenas un susurro, aún insegura de cómo continuar.

Mamoru parpadeó, como si estuviera despertando de un trance, y avanzando lentamente. —Sí... lo siento. Solo tengo muchas cosas en la cabeza.

Ansiedad socialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora