Capítulo 41

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Capítulo 41

El día después de que Usagi me contara lo que Michiru le había dicho, no podía sacarme de la cabeza la forma en que había manipulado la situación. Una parte de mí, aunque pequeña, todavía quería creer que ella estaba bajo la influencia de Diamante, pero después de escuchar a Usagi, sabía que no era solo eso. Michiru estaba jugando un juego mucho más complejo. Y el centro de ese juego era Diamante.

Sabía que no podía dejar esto pasar más tiempo. Diamante había cruzado todas las líneas posibles. Me había estado manipulando a través de Michiru, y ahora había afectado directamente a Usagi. No podía permitirme dudar más. Sabía que para proteger lo que tenía con Usagi, tenía que enfrentar a Diamante cara a cara.

Llamé a Kunzite y le pedí que organizara una reunión. Sabía que, si intentaba hablar con Diamante solo, las cosas podrían escalar rápidamente. Kunzite, siendo su hermano mayor, siempre había sido un punto de calma entre nosotros. Además, sabía que Diamante no haría nada impulsivo con Kunzite cerca.

Nos encontramos en el departamento de Kunzite esa tarde. El lugar era amplio y moderno, con fotografías de sus viajes colgadas en las paredes, mostrando su talento como fotógrafo. La vista desde el balcón, que daba hacia el ajetreo de Tokio, contrastaba con la tensión que sentía por dentro.

Kunzite nos recibió con una calma que, por momentos, me hizo sentir más tranquilo. Me senté en el sofá, intentando mantener la compostura, pero sabía que en cuanto Diamante llegara, las cosas se pondrían tensas. Y así fue.

Cuando Diamante llegó, llevaba una sonrisa tranquila, esa que siempre usaba cuando quería mostrar que tenía el control. Me miró con esa arrogancia característica, y en cuanto lo hizo, sentí cómo la rabia se acumulaba en mi pecho.

Kunzite intentó romper el hielo, tomando asiento frente a nosotros, pero el aire entre Diamante y yo estaba cargado de resentimiento no resuelto. Cuando al fin nos sentamos como nos pidió Kunzite, Diamante habló primero.

—Entonces ¿Qué es lo que quieres, Mamoru? —preguntó Diamante con su tono suave pero lleno de burla.

Respiré hondo, tratando de mantenerme calmado.

—Quiero que dejes de manipular a Michiru y de interferir en mi vida. Sabes que ya no tiene sentido seguir jugando estos juegos. Lo que pasó entre ella y yo terminó hace mucho, pero tú sigues usando eso para... no sé, vengarte de algo que nunca existió —dije, mi voz firme pero tensa.

Diamante se echó hacia atrás en su sitio, observándome como si estuviera considerando qué responder.

—¿Vengarme? —se rió suavemente—. No seas ridículo, Mamoru. Tú siempre has querido ser el salvador, el héroe. Te crees mejor que yo porque "la dejaste ir". Pero Michiru siempre te quiso, siempre te necesitó, y tú la abandonaste. Solo estoy haciendo lo que debería haber hecho desde el principio: Cuidarla.

Sus palabras me provocaron una oleada de ira, y sentí cómo mis manos se apretaban en puños. Kunzite nos miraba a ambos, claramente preocupado por la dirección en la que esto estaba yendo.

—Cuidarla no es manipularla —respondí, alzando un poco la voz—. Estás usando sus inseguridades para mantenerla bajo tu control, y lo sabes. Y ahora estás interfiriendo en mi relación con Usagi. No voy a permitir que sigas haciéndolo.

Diamante se inclinó hacia adelante, su expresión cambiando de la burla a algo más oscuro.

—¿Y quién te crees para decirme qué puedo y no puedo hacer? —preguntó en voz baja, su tono amenazante— ¿Realmente crees que puedes salvar a Usagi también? Te he visto con ella. La arrastras por todo esto porque no puedes evitarlo. Necesitas sentirte el héroe, Mamoru, y al final, todos tus héroes caen.

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