Capítulo 3
El silencio era abrumador. Podía escuchar el canto de las aves con una claridad que me resultaba insoportable. Ese silencio hacía que me sintiera aún peor de lo que ya estaba. Necesitaba algo, cualquier cosa: una señal, un sonido, una pista, aunque fuera mínima, que me sacara de esta locura. Porque eso es lo que era, una completa locura. No encontraba otra explicación para lo que estaba haciendo, y cada vez estaba más convencido de que me estaba volviendo loco.
Llevaba días sintiéndome como un criminal, como un acosador de la peor especie y mi conciencia no dejaba de reprocharme. Me había prometido que lo dejaría, que la dejaría en paz. No quería seguir molestándola, no era irracional. Entonces, ¿por qué seguía haciéndolo? Esa pregunta no dejaba de dar vueltas en mi cabeza, y no encontraba ninguna respuesta.
—¿Por qué demonios hago esto? —murmuré con frustración. De pronto, recordé que tal vez ella estaba allí, detrás de esa puerta que nunca se abría. «Qué patético soy», pensé, sintiendo el peso de mi propia idiotez. Seguro que se estaba preguntando lo mismo: ¿Por qué un tipo extraño seguía insistiendo en esto? Incluso el repartidor me había mirado raro. Cualquier persona sensata lo haría.
Esperaba que, en cualquier momento, llegara una denuncia por acoso o algo parecido. Sin duda, había ido demasiado lejos. Es cierto lo que dicen: "la curiosidad mató al gato". Y ahora, esa curiosidad por conocer a una persona de la que apenas sabía nada había matado mi sentido común.
Al final decidí no retractarme. No quería parecer más patético de lo que ya me sentía. Podría inventar excusas, pero la verdad es que ya había cruzado la línea. Lo hecho, hecho estaba.
Me acerqué a la puerta, listo para golpear, pero me detuve. ¿Valía la pena insistir? Suspiré, dejando caer la mirada al suelo. Entonces vi el papel.
"¿Por qué haces esto?" Lo leí, sorprendido. Esa pregunta que me había torturado durante días ahora estaba escrita por ella. ¿Qué debía contestarle? No lo sabía.
—No lo sé... —murmuré—. Me hago la misma pregunta todo el tiempo.
Suspiré y continué.
—Me siento intrigado, curioso por saber quién eres. Desde que llegué, algo me atrae hacia esta casa. Intenté ser amable, incluso te dejé una caja de bombones para darte la bienvenida, pero ni siquiera un gesto de agradecimiento recibí. Me sentí ofendido.
Deslicé el papel bajo la puerta, esperando su respuesta. Pero no hubo ninguna.
Un momento después, el papel volvió a aparecer. Leí con sorpresa:
"Si quieres que te den las gracias, habla con tu amiga la pelirroja. Eso que dices haberme dado nunca llegó a mis manos."
—¿Mi amiga pelirroja? —pensé, asombrado. Entonces nunca tocó los chocolates, me siento como un idiota en ese momento.
Suspiré, resignado, y respondí:
—No sé de qué hablas. Yo dejé los bombones en la puerta de tu casa. Pero ya no tiene importancia. Me iré si así lo deseas.
Me levanté, recogiendo el papel. A pesar de todo, esto me estaba divirtiendo. Ella había respondido. Me alejé, agitando el papel en el aire, suponiendo que ella me estaría observando.
—Por cierto tu caligrafía es hermosa.
Dije estas palabras mientras me alejaba, con una ligera sonrisa en el rostro.
Después de una larga jornada de trabajo, llegué a casa muy temprano por la mañana, agotado física y mentalmente. El estrés de las guardias nocturnas y el conflicto interno que yo mismo había provocado me había dejado sin energías. Entré con pesadez, quitándome los zapatos y el saco, y dejé caer mi maletín al suelo, haciendo un sonido hueco en el silencio de la mañana.
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Ansiedad social
FanfictionUna joven con ansiedad social se encierra en su mundo para evitar el dolor de las relaciones. Su vida transcurre en soledad, protegida por muros invisibles que levantó para no ser herida. Por otro lado, un hombre, impulsado por una curiosidad inquie...