Capítulo 35

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Capítulo 35

La calma de los últimos días había sido un espejismo. Mientras intentaba actuar como si todo estuviera bien con Usagi, sentía la tensión acumulándose en mi pecho, como si cada conversación, cada mirada que ella me daba, fuera un recordatorio de lo que estaba ocultando. Sabía que esa tensión en ella era por mi culpa. Su sonrisa era menos genuina, su mirada más nerviosa, y yo... yo era el motivo. No podía evitarlo. No sabía cómo.

Quería hablar, contarle lo que me atormentaba, pero algo siempre me detenía. ¿Cómo podía explicarle lo que ni yo mismo lograba entender? Sentía que cualquier palabra de más la haría más vulnerable. Su ansiedad, sus miedos... no quería añadir más carga. Lo que realmente quería era poder estar tranquilo junto a ella, en paz. Solo eso.

Pero esa paz parecía tan lejana. Lo sabía en el fondo: cuanto más guardaba dentro, más daño le hacía. Y, sin embargo, la idea de abrirme me aterraba. ¿Qué pasaría si lo hacía? ¿Si todo el caos que intentaba controlar se desbordaba y la arrastraba conmigo?

Mis pensamientos se interrumpieron por un sonido. El teléfono vibró en mi bolsillo. Con una mezcla de desconcierto y temor, lo saqué y leí el mensaje.

"Mamoru, estoy en Tokio. Necesito verte".

Era de Michiru.

El simple hecho de ver su nombre en la pantalla me transportó de vuelta al pasado. El recuerdo de cómo casi la perdí, de cómo Diamante la empujó al borde, y de cómo mi propia vida se desmoronó después de aquello, golpeó mi pecho como una ola de angustia.

Habían pasado años desde aquello, desde la última vez que vi a Michiru. Había intentado seguir adelante, reconstruir mi vida, pero su sombra seguía presente. Sabía que Diamante estaba detrás de esto, el que ella tuviese mi contacto cuando hace tanto tiempo no sabíamos nada el uno del otro y que precisamente ahora aparecía junto a Diamante, no me pareció coincidencia. Él siempre fue quien la empujó a los límites, y ahora, estaba usando su vulnerabilidad para volver a arrastrarme a su juego.

Me quedé mirando el mensaje durante varios minutos. Mi mente estaba dividida entre el pasado y el presente, y lo peor de todo era que sentía que esto podría destruir lo que había construido con Usagi.

- ¿Todo está bien? -La voz de Usagi me sacó de mis pensamientos. Me giré para encontrarla de pie en el umbral de la puerta, observándome con esos ojos suaves que siempre me hacían sentir expuesto.

Asentí, aunque sabía que mi respuesta no sería suficiente para ella. -Últimamente me preguntas mucho eso... yo soy quien debería estar preocupado por ti - Ella me miró al parecer sin entender - Ya sabes por lo de tu padre y tu hermana... - su expresión cambió y supe que no quería hablar sobre eso. - Olvidalo... solo estaba pensando - dije finalmente respondiendo su pregunta.

Noté cómo Usagi tensaba los labios. No insistió, pero vi en su mirada que algo en mi actitud la había afectado. Me acerqué y la tomé por la cintura, acercándola hacia mí en un intento de tranquilizarla.

-No es nada de lo que debas preocuparte -dije con suavidad, pero mi propia voz me traicionaba. Sabía que eso no era cierto. Esto iba a afectarnos, aunque no quisiera admitirlo. Decidí contarle parte de la verdad, asi sabria mi inquietud, pero sin alarmarse. -¿Recuerdas el hombre que conociste en mi cumpleaños? El que llegó con Kunzite.

Asintió con un leve sonido, su expresión cambió, su habitual rostro sonrojado cada vez que teníamos contacto y su mirada me decía que tenía toda su atención en ese momento.

-Es Diamante -continué, observando cómo su expresión cambiaba. El leve sonrojo en sus mejillas no se desvanecía, pero la confusión apareció en su mirada. Sabía que sus pensamientos estaban intentando atar cabos.

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