Ansiedad social

Capítulo 19

Capítulo 19

La conversación con Jedite no estaba ayudando en absoluto a mi estado de ánimo. Sentía un nudo en el estómago desde que sucedió todo, y cada risa suya lo apretaba aún más. La ansiedad de Usagi me tenía desconcertado. ¿Por qué parecía solo afectarse cuando estaba conmigo? Era algo que no lograba entender del todo. La veía interactuar con otros de manera tan natural, tan sencilla, y eso solo aumentaba mi frustración. Era como si mi presencia desencadenara en ella una reacción completamente distinta, como si fuese un detonante.

Me disgustaba pensar que podía haber sido mi culpa. Había cometido errores, lo sabía, pero no creía que fueran tan graves como para provocar esta reacción en ella. Cada vez que intentaba acercarme, parecía que ella me empujaba más lejos. Era como intentar escalar una montaña que nunca dejaba de crecer.

Jedite, por su parte, parecía disfrutar de mi miseria. No paraba de reírse, como si todo esto fuese una gran broma para él.

— Entonces la solución más fácil era atosigarla hasta hacerla desmayar, — bromeó, su tono cargado de sarcasmo.

— ¡Joder! Te digo que está loca... — Respondí, tallándome el rostro con frustración.

— ¿Ella? A mi parecer, tú eres el que ha perdido la cabeza.

— ¿Cómo no voy a perder la puta razón por ella? Tiene en su cabeza una locura preciosa. — Admití, sintiendo que cada palabra solo aumentaba mi confusión. — No puedo con ella.

— Tal vez es demasiado para ti, — Jedite seguía con su tono burlón, claramente disfrutando de mi sufrimiento.

— Es demasiado para cualquiera. Es como un huracán o un perfecto caos. No sé por qué, pero me siento temeroso cuando estoy cerca de ella. — La confesión salió más fácil de lo que esperaba, y aunque me aliviaba decirlo, también me llenaba de impotencia. ¿Cómo se supone que debía manejar algo así?

Finalmente, Jedite pareció tomarme en serio. — "Cuando algo te hace muy feliz y a la vez te da un poco de miedo, es que es exactamente lo que necesitas". — Dijo, citando algo que parecía salido de un libro de autoayuda.

— Pero tal vez yo no sea lo que ella necesite. Solo mira lo que provoqué hoy. — Mi frustración se hizo palpable en mi voz. No podía evitar pensar que, quizás, lo mejor para ella era alejarse de mí.

Jedite se encogió de hombros. — ¿Qué sería de la vida sin la oportunidad de tomar estúpidas decisiones?

— Acepto que me salí un poco de control, pero creo que ella siente algo... — Intenté argumentar, buscando en sus palabras algún tipo de apoyo, pero mi amigo no pudo contener su risa.

— "La manera de cruzar las piernas de una mujer dice mucho de lo que siente por ti, si las cruza alrededor de tus caderas, es probable que le gustes". — Su comentario fue tan absurdo que no pude evitar reírme, aunque la risa no me quitaba el peso en el pecho.

Era difícil lidiar con lo que sentía por Usagi, pero incluso más difícil era aceptar que, a pesar de todo, no podía dejar de pensar en ella.

Esa noche apenas pegué ojo, y el día siguiente no prometía ser mejor. Al salir de mi casa, como siempre, eché un vistazo hacia la suya. Esta vez, vi a Kunzite saliendo. La curiosidad me picó, así que me acerqué para saber qué hacía allí. Saludé a Mina, pero su expresión no era precisamente amable; me respondió con una mueca que dejaba claro que no estaba contenta.

— Ella está durmiendo, ven en otro momento. Aunque dudo que quiera verte.

— Quiero hablar contigo, — insistí, tratando de mantener la calma.