Capítulo 40
Cuando abrí la puerta y vi a una mujer de pie frente a mí, no supe qué decir. Mis pensamientos se nublaron de inmediato, y la sensación de ansiedad que había estado luchando por mantener a raya me golpeó como una ola. Sabía quién era, claro, pero no la había conocido en persona hasta ahora. Mamoru había hablado de ella, de su pasado juntos, pero verla aquí, era completamente diferente.
Michiru estaba como si no hubiera nada fuera de lugar en esta situación. Cuando me dijo que venía a hablar conmigo, sentí un nudo en el estómago. No tenía idea de qué quería, pero una parte de mí sabía que esto no iba a ser una simple conversación.
—Mamoru no está en casa —le dije, esperando que eso fuera suficiente para hacerla irse.
Pero ella no se movió. En lugar de eso, sonrió de manera casi imperceptible y dio un paso hacia adelante.
—Lo sé —dijo, su tono suave pero cargado de una sutileza inquietante—. Ya te lo dije, no vine por él. Quiero hablar contigo, Usagi.
El simple hecho de escuchar mi nombre salir de su boca me hizo sentir incómoda. Me aparté un poco para que entrara, aunque cada parte de mí gritaba que no lo hiciera. Cerré la puerta detrás de ella y la guié hacia la sala, mis manos temblaban ligeramente, mientras trataba de parecer tranquila.
¿Por qué estaba aquí? ¿Qué quería de mí?
Michiru me observaba de arriba abajo con una mirada tan intensa que parecía que podía ver cada una de mis inseguridades. Mantuve la calma, pero sus ojos estaban llenos de algo que parecía una mezcla de desprecio y satisfacción.
Se detuvo en una fotografía de Mamoru y yo, y una pequeña sonrisa burlona se asomó en sus labios.
—Vaya, parece que Mamoru ha tenido que adaptarse a muchas cosas últimamente —comentó con suavidad, pero el tono ácido en su voz era imposible de ignorar—. No es su estilo ¿Verdad?
Sentí que el corazón me latía con fuerza, como si de pronto todo el aire se hubiera ido de la sala. No quería estar aquí con ella, no quería escuchar lo que tuviera que decir, pero mis piernas parecían clavadas al suelo.
—Mamoru... es feliz —murmuré, apenas logrando que mi voz saliera firme.
Michiru alzó una ceja, como si mis palabras fueran una broma.
—¿Feliz? Oh, claro... —dejó escapar una risa seca— ¿Y cómo lo sabes? Porque, si soy sincera, querida, me cuesta imaginar que alguien como tú pueda comprender realmente lo que Mamoru necesita.
Sus palabras cayeron como un golpe. No sabía qué responder, y mi mente se llenaba de mil pensamientos al mismo tiempo, cada uno tratando de encontrar una salida, pero ninguno parecía el adecuado. Me limité a apretar los labios, intentando mantener la calma.
—Él... él me lo dice —susurré, aunque mi voz sonaba débil incluso a mis propios oídos.
Michiru dejó escapar una sonrisa desdeñosa y dio un paso más hacia mí, invadiendo mi espacio. Me obligué a mantenerme firme, aunque mis manos comenzaban a temblar.
—Palabras, solo palabras ¿Realmente piensas que eso es suficiente? Mamoru necesita alguien fuerte, alguien con presencia. No alguien que apenas puede sostener una conversación.
Sentí el calor subir a mi rostro, y mis manos temblaban con más fuerza. Quería responder, defenderme, pero no podía; mi mente estaba en blanco. Cada frase suya me hundía un poco más en mi propia inseguridad.
—¿Es que no tienes nada que decir? —dijo, alzando una ceja—. O tal vez simplemente... no tienes nada que aportar. No te juzgo, claro; hay personas que están hechas para ser silenciosas, para pasar desapercibidas.
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Ansiedad social
FanfictionUna joven con ansiedad social se encierra en su mundo para evitar el dolor de las relaciones. Su vida transcurre en soledad, protegida por muros invisibles que levantó para no ser herida. Por otro lado, un hombre, impulsado por una curiosidad inquie...