Capítulo 2
El día que decidí mudarme fue uno de los peores de mi vida, casi peor que el día en que murió mi madre. Dejar esa casa significaba renunciar a los últimos recuerdos que tenía de ella. Desde que huí de casa a los 15 años, he tratado de mantenerme al margen, evitar a la gente y vivir en mi propio mundo. No es que sea una persona extraña, pero sí tengo mis propias maneras de hacer las cosas.
Mi madre murió cuando yo tenía 8 años. Ella solía decirme que era como un cristal hermoso, delicado y frágil, y esas palabras me ayudaban a sobrellevar mis problemas de piel y mis alergias al sol. Mi armario está lleno de suéteres para protegerme del sol, aunque trato de salir lo menos posible. Solo voy al terapeuta una vez al mes para hablar sobre mis problemas, pero, en realidad, no sigo mucho sus consejos. Me siento bien así como estoy.
Mi padre se casó con otra mujer casi dos años después de la muerte de mi madre. Al principio, traté de llevarme bien con ella, pero desde el principio, su actitud hacia mí fue hostil. Mi padre también cambió; ya no me miraba a los ojos. Con el tiempo, entendí que tal vez me recordaba a mi madre y le dolía verlo. Pero eso no cambió el resentimiento que sentía hacia él.
Mi madrastra aprovechó la situación para hacerme la vida imposible. Me decía que no servía para nada y que nunca hacía nada bien. Me obligaba a hacer cosas que me dañaban, y cuando mi padre veía las quemaduras que me causaba el sol, ella decía que yo era descuidada. A pesar de mis intentos de defenderme, mi padre nunca me creyó. Con el tiempo, me resigné a soportar sus maltratos, esperando que eso cambiara su opinión sobre mí.
Además de mi madrastra, tuve que aguantar a mi hermanastro, que era dos años mayor que yo. A veces era amable, pero más tarde descubrí que sus intenciones no eran buenas. Me veía a través de la ventana mientras él jugaba al aire libre, algo que yo no podía hacer por mi condición. Mi padre decía que los niños disfrutan del sol y los juegos afuera, mientras yo debía conformarme con jugar dentro de la casa.
Un día, mientras estaban fuera celebrando algo, estaba sola en la casa. Me solía sentar en el jardín a observar las estrellas con el telescopio de mi madre, una de las pocas cosas que me quedaban de ella. Pero esa noche, todo cambió. Mi hermanastro se acercó a mí mientras estaba en el jardín.
Sentí su aliento alcohólico y me aparté, horrorizada. —¿Qué te pasa?— le pregunté, mientras cubría mi nariz con la manga de mi suéter. —Hueles a licor.
—No te resistas. Sé que también lo quieres— dijo antes de abalanzarse sobre mí. Su comportamiento repugnante me hizo sentir desesperada. Aunque intenté defenderme, sus manos eran agresivas y su boca estaba demasiado cerca. Finalmente, logré empujarlo y huir hacia mi habitación, donde me encerré, temblando.
El asco y el odio que sentí me hicieron tomar una mochila con algunas cosas y escapar por la ventana de mi habitación. Decidí que nunca regresaría a ese lugar. Mi vida en la casa de mi padre se había convertido en una pesadilla y, aunque mi abuela intentó ayudarme, su insistencia en reconciliarme con mi padre me hizo alejarme también de ella.
Durante mis años en la universidad, viví en un pequeño estudio dentro de la residencia universitaria. La vida allí me permitió concentrarme en mis estudios y mantenerme alejada de las interacciones sociales que me ponían ansiosa. El espacio era pequeño, pero era mío, y en él encontré cierta estabilidad.
Después de terminar mis estudios, mi abuela me ofreció su casa. Al principio, me resistí, pero su insistencia fue convincente. Aunque no deseaba mudarme, acepté su oferta. La casa estaba en un vecindario de personas acomodadas, y aunque no me interesaba conocer a mis vecinos, el nuevo entorno me ofreció un respiro. Mi vida se estableció en una rutina solitaria, donde me sentía cómoda y segura.
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Ansiedad social
Fiksi PenggemarUna joven con ansiedad social se encierra en su mundo para evitar el dolor de las relaciones. Su vida transcurre en soledad, protegida por muros invisibles que levantó para no ser herida. Por otro lado, un hombre, impulsado por una curiosidad inquie...