Capítulo 34

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Capítulo 34

Me desperté en mitad de la noche, sola en la cama. Sabía que algo estaba mal desde el momento en que Mamoru se había marchado de repente sin darme una explicación. Era la primera vez que se alejaba de esa manera después de un momento tan íntimo entre nosotros, y por más que intentara no darle importancia, no podía dejar de sentirme inquieta.

El silencio en la casa era tan profundo que parecía amplificar mis pensamientos. A lo lejos, escuchaba el ruido suave del televisor en el salón, y supe que Mamoru no había podido dormir. Me levanté lentamente, arrastrando los pies por el pasillo, y lo encontré en el sofá, con la mirada perdida en la pantalla. No estaba viendo la película. Estaba atrapado en algún lugar lejano, en sus propios pensamientos.

Me acerqué en silencio, no queriendo molestarlo, pero algo dentro de mí me impulsó a sentarme a su lado. Lo observé por un momento, el perfil de su rostro iluminado por la luz tenue de la televisión. Había una tensión en sus ojos que no lograba entender del todo, y eso me hizo sentir un nudo en el estómago.

Quería hablar, quería preguntarle qué estaba pasando, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta, como siempre me ocurría cuando algo me preocupaba. En lugar de eso, me recosté contra él, apoyando mi cabeza en su pecho. Sentí su respiración más pesada de lo normal, como si llevara una carga que no podía soltar.

Finalmente, rompí el silencio con voz baja, casi susurrante. — ¿Todo está bien?

Mamoru me miró por un segundo antes de volver la vista al frente. No respondió de inmediato, y ese breve silencio me hizo sentir aún más insegura. Sabía que él no me estaba mintiendo, pero también sabía que no estaba diciéndome todo.

—Sí... —murmuró, su voz cansada—. Todo está bien.

Pero no lo estaba, y lo supe en ese instante. Mamoru me envolvió en un abrazo más firme, su mano acariciando mi cabello con lentitud, pero algo en su gesto me pareció un intento de consuelo más para él mismo que para mí.

El peso de su silencio me envolvió, haciéndome sentir pequeña. Quería decirle que me preocupaba, que sentía que estaba perdiendo el control de algo importante entre nosotros, pero las palabras seguían siendo demasiado pesadas en mi boca. A veces, ser abierta con él era un desafío, no porque no lo quisiera, sino porque no sabía cómo decir lo que sentía sin que mi ansiedad me frenara.

Me quedé en silencio, aferrándome a él, esperando que él supiera cuánto me importaba, incluso si no podía expresarlo con claridad.

Los días que siguieron se sintieron extraños. Mamoru intentaba mantener todo en calma, pero yo podía notar que algo había cambiado en él. Seguíamos nuestra rutina: salidas al gimnasio con Mina , tardes en las que trabajaban en las ilustraciones de sus novelas gráficas, y noches viendo películas juntos. Pero entre nosotros había una tensión constante.

Después de una sesión en el gimnasio, Mamoru sugirió que fuéramos a su casa. No solíamos pasar tanto tiempo allí,pero ahora que Kunzite no estaba supongo que era el lugar más tranquilo para estar, ya que aunque se había mudado parecía que viviera ahora en mi casa junto con Mina.

—Quiero que te relajes hoy —dijo, sentándose a mi lado y tomando mi mano. Creía que lo ocultaba bien, pero eso me hizo pensar que él había notado lo tensa que me sentía últimamente.

Su tono era tranquilo, pero había algo en su mirada que no encajaba. Aunque trataba de ser el Mamoru de siempre, el que me protegía y me cuidaba, yo sabía que estaba lidiando con algo más profundo. Pero de nuevo, no sabía cómo preguntarle sin sentirme invasiva.

Mientras la película comenzaba, Mamoru se inclinó hacia mí, y su mano acarició mi cabello de manera lenta y relajada. Me acurruqué más cerca de él, buscando su calor, pero también tratando de encontrar consuelo en la cercanía. Cuando sus labios rozaron mi cuello, sentí cómo mi cuerpo se tensaba, pero esta vez no de incomodidad, sino de anticipación.

No estaba acostumbrada a dejarme llevar, pero con Mamoru todo se sentía más natural, como si pudiera confiarle incluso esa parte de mí. Sus labios se movieron lentamente, y cuando nuestras bocas finalmente se encontraron, sentí que todo lo demás se desvanecía.

El beso fue lento, como si quisiéramos saborear cada segundo. Mamoru me tomó por la cintura, acercándome aún más a él, y nuestras respiraciones se entrelazaron. Sentí sus manos moverse con cuidado, como si supiera exactamente cómo hacerme sentir segura. A pesar de la intensidad del momento, había una dulzura en cada uno de sus gestos, como si estuviera intentando decirme lo que no podía con palabras.

Su respiración se volvió más profunda mientras sus manos acariciaban mi espalda. Yo me aferré a él, mis dedos enredándose en su cabello mientras sentía cómo todo lo que nos había separado comenzaba a desvanecerse.

—Te necesito —susurró Mamoru contra mi piel, y esas palabras, llenas de deseo, resonaron en mi pecho. A pesar de todo, él estaba aquí conmigo, y eso era lo único que importaba.

Mi corazón latía con fuerza mientras nos dejábamos llevar por el momento. Cada caricia, cada beso, eran suaves, pero llenos de un deseo contenido que nos consumía lentamente. Era en esos momentos, en los que nuestras almas se entrelazaban, que me sentía más cercana a él.

Cuando nos separamos brevemente para recuperar el aliento, Mamoru me miró a los ojos con una intensidad que me hizo sentir que todo estaba bien, al menos por ahora. Su mano se posó en mi rostro, acariciando mi mejilla con delicadeza.

—Te amo —me susurró.

Sonreí tímidamente, sin saber qué responder, pero Mamoru pareció entender. Nos quedamos allí, abrazados, el tiempo perdiendo su significado mientras el sol comenzaba a ocultarse. Aún había sombras que debíamos enfrentar, pero en ese momento, estábamos juntos. Y eso, por ahora, era suficiente.

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