Después de años de puro esfuerzo, en donde gracias al apoyo de mis padres logré impulsarme como peleador profesional de MMA. Sin embargo, lamentablemente, el destino tenía otros planes para mí, y entre ellos estaba el morir en una fría noche después...
En lo profundo de un infierno helado, un extraño anciano permanecía de pie como si estuviera esperando a alguien en medio de una gran ventisca helada.
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Desde el cielo, descendería una segunda persona con un característico dogi de artes marciales de color verde oscuro y cinturón azul oscuro. En el pecho llevaba estampado el símbolo de la escuela de la grulla. Consigo llevaba una bolsa de cuero, la cual fue de interés inmediato del anciano.
-¿Los trajiste? -preguntaría el anciano con el ceño fruncido.
-Así es, no tienes ni idea de lo difícil que fue tomarlas -respondería el desconocido, sintiendo el inmenso frío del lugar.
Al instante de entregarle la bolsa, el anciano le dio un maletín repleto de lo que parecía ser dinero.
-Será mejor que regreses a tu escuela de inmediato, no queremos que descubran rápidamente que sus preciadas esferas no están, jaja -despidiéndose del alumno, el anciano sonreiría macabramente.
Después de despedirse, el extraño anciano vació la bolsa, revelando siete esferas del dragón, lo que lo hizo reír a carcajadas de forma alocada.
-¡Por fin! Después de tanto tiempo podré sacarlo de este infierno helado. Debería agradecer a ese tonto maestro de la grulla por reunir las siete esferas del dragón. Si no hubiera sobornado a ese tonto y avaricioso discípulo, me temo que hubiera tardado mucho tiempo en encontrarlas por mi cuenta -apretando su puño con emoción, el anciano ordenaría las esferas antes de alejarse lo suficiente.
Mientras esto estaba sucediendo, el discípulo que había entregado las esferas estaba de regreso a su escuela. Sin embargo, algo o alguien interrumpió su camino. Sorprendidos, ambos lados se miraron con cautela. Por un lado estaba el discípulo traidor, mientras que en el otro lado estaba Shiori, la discípula directa de Yamcha.
-¡Se... señora Shiori! ¡Qué sorpresa verla en este lugar, je... je...! -saludaría el nervioso discípulo al ver la mirada fría de su superior.
-Kaede, no tienes por qué actuar. Sé perfectamente lo que hiciste. Traicionaste a la escuela grulla robando las esferas y, peor aún, cambiándolas por simple dinero. Es por eso que tengo la obligación de matarte aquí y ahora -sentenciaría la temible mujer, haciendo que el cuerpo asustado de Kaede temblara.
Llegando al lugar, un pequeño niño se acercaría a Shiori y notaría la presencia de Kaede, lo que lo hizo fruncir el ceño.
-Maestra Shiori, ¿él es el traidor? -preguntaría Bjorn con el ceño fruncido al saber de antemano que habían robado las esferas del dragón que su padre tanto resguardaba.
