Provenza

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Provenza - Karol G

Baby, ¿qué más?
Hace rato que no sé na' de ti
Taba con alguien, pero ya estoy free
Puesta pa revivir viejos tiempo', no salgo hace tiempo

La noche estaba en su punto. Todos los chicos de la selección estaban relajados, tomando y bromeando en la sala, cada uno usando sus poderes para presumir y sorprender al resto. Yo intentaba mantenerme concentrada, pero con Richard sentado a mi lado, no era precisamente fácil.

James era uno de los primeros en destacar; su poder de manipular el agua hacía que cada vez que alguien alzaba una copa, una pequeña burbuja de agua flotara hacia él. Él sonreía, orgulloso de su pequeña demostración, mientras levantaba su copa en un brindis improvisado.

—Oe, quién quiere hielo? —bromea, lanzando pequeñas gotas de agua hacia Carrascal, que se ríe a carcajadas.

Carrascal, con su don de mover objetos, decide devolverle el juego; levanta uno de los cojines de la sala y lo hace flotar hasta estamparlo en la cara de James.

—¡Vea pues, la próxima te va un botellazo! —responde James, riéndose y apartando el cojín.

Mientras todos reían, sentí una mirada intensa sobre mí. No tuve ni que voltear para saber quién era. Richard, con esa sonrisa confiada, estaba mirándome de arriba abajo, y sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Su poder, el escáner debajo de la ropa, le permitía ver lo que yo llevaba puesto debajo. Eso sí que le daba ventaja para mirarme como si ya conociera mis secretos.

—Oiga, Ríos —le dije al oído—, ¿me respeta o qué?

Él se inclinó más cerca, con una sonrisa pícara.

—¿Por qué? ¿Te da pena que sepa tus colores favoritos? —susurró.

Lo empujé suavemente, tratando de que no se notara la risa que me provocaba. Carrascal nos miró de reojo y soltó una risa que parecía haberlo entendido todo.

—¿Qué pasa ahí? —preguntó Carrascal, alzando las cejas— ¿Ese escáner te tiene ocupadito, Richard?

—No me metás en tus cosas, Carrascal —respondió Richard, intentando sonar serio, aunque todos reímos por la situación.

De pronto, Sánchez, con su poder de teletransportarse, apareció de la nada, justo al lado de nosotros.

—Oigan, dejen el coqueteo un rato y pónganse serios. ¿Ya compraron la botella?

Mientras todos se organizaban, sentí la mano de Richard en mi pierna, casual, pero calculada. Lo miré, entre molesta y nerviosa. Su sonrisa se volvió aún más atrevida, y sus dedos hicieron una pequeña presión en mi rodilla, como un recordatorio de que, aunque estuviéramos en público, eso no lo iba a detener.

—¿Y vos qué? —me susurró—. ¿Pensás que te vas a escapar tan fácil?

Intenté apartarlo, pero justo en ese momento, lucho , con su habilidad de controlar el fuego, comenzó a hacer pequeños destellos en sus manos para añadir ambiente.

—A ver, ¡miren esto! —dijo con su acento costeño, provocando exclamaciones de asombro mientras sus llamas iluminaban la sala.

Richard aprovechó el momento de distracción para acercarse más. Pasó su brazo alrededor de mi cintura, como si fuera lo más natural del mundo. Mi piel se estremeció al sentir su cercanía, y aunque quise apartarme, algo me hacía quedarme ahí.

—Entonces, ¿me vas a seguir leyendo la mente? —susurró él, refiriéndose a mi poder de leer pensamientos.

Cerré los ojos un segundo, intentando leer su mente, tratando de no dejarme llevar por la emoción que me causaba, pero en su mente solo había una idea fija, y me ponía más nerviosa de lo que quería admitir.

—Ya deja de pensar esas cosas, Ríos —dije en voz baja, mirándolo directamente a los ojos.

Él se acercó aún más, y sentí su aliento rozando mi mejilla.

—¿Por qué? ¿Te ponen nerviosa?

No sé si te convenza (ey)
Nos damo' un rocecito por Provenza
Y si la cosa se pone tensa, en mi cama la recompensa
O viceversa, ¿por qué lo piensas?

Para nuestra suerte, o quizá para nuestra desgracia, justo en ese instante quintero levantó la voz.

—¿Y ustedes dos qué? ¿Se van a besar o qué? —dijo, haciendo que todos en la sala estallaran en risas.

Intenté ponerme de pie, disimulando la incomodidad, pero Richard me sostuvo suavemente del brazo.

—No tan rápido, mami —dijo con una sonrisa, sin soltarme.

Aunque mañana me voy
Aprovéchame, que aquí estoy
Puesta pa ti
Por eso te escribí

One shots . Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora