Aquí abajo

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Aquí abajo - Christian Nodal

Todos hablan, nadie sabe la verdad
La gente opina desde su posición
De afuera es diferente, vieran qué feo se siente
El andar sufriendo por un mal de amor

Mini historia - 3

Aunque lo que más recuerdo de Richard fue aquella noche.

Flashback

Había salido a una fiesta con unos amigos, una de esas reuniones que parecía interminable, llena de música, risas y conversaciones que, en su momento, parecían las más importantes del mundo. Fue una buena noche, o al menos lo fue hasta que me tocó volver a casa. Mis amigos me dejaron en la esquina, y aunque todo estaba tranquilo en ese momento, algo en el aire cambió cuando comencé a caminar sola hacia mi hogar. La calle, que normalmente conocía como la palma de mi mano, de repente se sentía más oscura, más silenciosa de lo normal. Me apresuré, con la esperanza de llegar rápido a casa, pero justo cuando estaba a punto de llegar, sentí unas sombras acercándose detrás de mí.

Eran tres chicos. No los reconocí, no eran de la cuadra. Sus miradas eran frías, calculadoras, y antes de que pudiera reaccionar, ya estaban a mi alrededor, bloqueando mi paso. Me atraparon justo a unos metros de la puerta de mi casa. Me pidieron todo lo que llevaba encima, sus voces bajas y amenazantes. Pero yo... yo me quedé inmóvil. Fue como si mi cuerpo se hubiera desconectado de mi mente. No podía moverme, no podía pensar. Uno de ellos, impaciente con mi silencio, comenzó a gritarme. Me sacudió del brazo, su respiración agitada y enfadada. Vi sus ojos llenos de furia, y entonces, como para hacerme reaccionar, sacó una cuchilla.

El metal brilló bajo la tenue luz de la calle, y cuando lo vi acercarse a mi cuello, el miedo se apoderó completamente de mí. Sentí el frío de la hoja cerca de mi piel, y en ese instante, pensé que no había escapatoria. Pero justo cuando estaba a punto de rendirme, él apareció.

Richard Ríos.

No sé de dónde vino, ni cómo supo que algo estaba mal, pero de repente estaba allí. Dos de los chicos salieron corriendo en cuanto lo vieron. Fue como si la mera presencia de Richard los hubiera desarmado completamente. El tercero, sin embargo, se quedó, tal vez demasiado asustado para reaccionar o demasiado estúpido para darse cuenta de lo que se avecinaba. Richard no dijo una sola palabra. Simplemente se acercó, lo tomó de la camisa con una fuerza que parecía mucho mayor de lo que su delgado cuerpo sugería, y lo golpeó dos veces. Dos golpes precisos, que resonaron en la noche como un recordatorio de que no todos en ese barrio eran presa fácil. El chico cayó al suelo, y antes de que Richard pudiera seguir, salió corriendo, tambaleándose, hasta perderse en la oscuridad.

Richard me miró entonces, sus ojos ligeramente suavizados por la preocupación, aunque su expresión seguía siendo la misma de siempre, esa mezcla de calma y autoridad. "Deberías tener cuidado," me dijo con su voz baja, apenas un susurro en la noche. "No deberías andar sola por las calles a estas horas."

Por un momento, me quedé allí, impresionada, sorprendida por lo que acababa de pasar. Pero esta vez, a diferencia de las otras veces en que me había quedado muda frente a él, conseguí responder. "Gracias," le dije, mi voz aún temblando.

Richard asintió, como si fuera lo más natural del mundo. Sacó un cigarro de su chaqueta, lo encendió con calma, y antes de que pudiera decir algo más, comenzó a fumar. Su silueta se difuminó en el humo mientras yo seguía mi camino hacia casa, aún temblando, pero sintiéndome a salvo.

Fin del Flashback

Desde ese día, algo cambió en mí respecto a Richard. No era solo ese chico inalcanzable al que admiraba desde lejos. Ahora lo veía como alguien que, de alguna manera, me había salvado. Ya no me limitaba a desviar la mirada cuando lo veía en la calle. Comencé a saludarlo, aunque fuera con un simple gesto de la cabeza, o a veces, con una pequeña sonrisa. No era mucho, pero para mí era un gran paso. Richard siempre respondía de la misma manera, a veces asintiendo, a veces devolviendo la sonrisa, aunque apenas perceptible.

Mi padre, por otro lado, notó esos saludos. No estaba contento. Aunque nunca dijo nada directamente, vi cómo se molestaba cuando me veía saludar a Richard desde la ventana de la casa. Pero curiosamente, cuando Richard y mi padre se cruzaban en la calle, se ignoraban mutuamente. Era como si ambos hubieran llegado a un acuerdo tácito, un respeto silencioso que nunca se verbalizó. Richard, por su parte, nunca intentó cruzar esa línea. Era respetuoso, como si supiera exactamente qué representaba para los demás en el barrio, para las chicas, para los padres, para todos. Y aunque parecía no importarle demasiado lo que los demás pensaban de él, siempre mantuvo una distancia prudente.

Mi hermano mayor, Ethan, en cambio, no perdía oportunidad para molestarme con Richard. A veces lo hacía en broma, otras veces con esa chispa burlona que solo los hermanos mayores pueden tener. "¿Y qué, Jacquie? ¿Ya viste a tu novio Richard hoy?" Decía, riendo mientras yo rodaba los ojos. "Deberías invitarlo a cenar, seguro papá estaría encantado." Yo siempre lo ignoraba, o al menos lo intentaba. Pero por dentro, no podía evitar que una pequeña parte de mí sonriera ante la idea, aunque sabía que era imposible. Ethan no entendía, claro, pero eso no importaba. Richard había pasado de ser una fantasía a alguien real, y aunque nuestro contacto era mínimo, ese momento en la noche había creado un vínculo, aunque silencioso, entre nosotros.

Y aunque los días pasaron, y la vida siguió su curso, nunca olvidaré esa noche. Porque en ese momento, Richard Ríos no solo era el chico guapo de la cuadra, era mi protector, mi salvador. Y eso, para mí, lo convirtió en algo mucho más grande de lo que nunca hubiera imaginado.

One shots . Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora