Corazón partío - Alejandro Sanz
Ya lo ves, que no hay dos sin tres
Que la vida va y viene y que no se detiene
Y, qué sé yo
Pero miénteme, aunque sea dime que algo queda entre nosotros dos
Que en tu habitación nunca sale el sol
Ni existe el tiempo ni el dolor
Llévame si quieres a perder
A ningún destino, sin ningún por quéMini historia - 2
Para mí, verlo a él era como contemplar a un dios. Un ser que se movía por el mundo con una gracia y un atractivo inalcanzable, alguien a quien jamás podría tener. Aunque sabía que no debería, mis ojos siempre lo buscaban. Y siempre lo encontraban. Richard Ríos era ese tipo de persona que no importaba cuánto intentaras ignorarlo, su presencia se imponía en cualquier lugar al que llegara. Era imposible no notarlo. Lo veía charlando con chicas del barrio, a veces riendo, a veces simplemente caminando junto a ellas, siempre con esa actitud despreocupada que parecía decir que no le importaba nada ni nadie. Nunca había escuchado que tuviera algo formal con alguna de ellas, y eso solo lo hacía más enigmático. Para muchas, era una especie de reto, algo que querían conquistar, pero que siempre se les escapaba de las manos.
A veces, intentaba convencerme de que ignorarlo sería lo mejor para mí. Tal vez si dejaba de fijarme en él, si dejaba de permitir que mi corazón se acelerara cada vez que lo veía, finalmente podría dejar de sentir algo por él. Me convencía a mí misma de que si lo evitaba, si me obligaba a no mirarlo, esas emociones desaparecerían. Pero no era tan fácil. Cada vez que mi padre me mandaba a comprar pan en la tienda de la esquina, me encontraba inventando excusas para no pasar por donde él estaba. Si lo veía en su habitual lugar, apoyado en la moto o hablando con sus amigos, cruzaba al andén contrario, mis pasos rápidos y mi mirada fija en el suelo, como si al evitarlo, pudiera protegerme de mis propios sentimientos.
Flashback
Recuerdo una vez en particular. Era un día cualquiera, uno de esos donde la rutina se mezcla con el tedio. Yo caminaba hacia la tienda, intentando no pensar demasiado en él, cuando de repente, lo vi caminando hacia mí. Mi corazón comenzó a latir tan fuerte que sentí como si todos a mi alrededor pudieran escucharlo. Richard se acercó y, con esa voz grave y calmada que siempre usaba, me pidió la hora.
Fue un momento que había deseado tantas veces en mis fantasías: que él me hablara, que me dirigiera la palabra aunque fuera por un segundo. Pero en el instante en que lo hizo, me quedé completamente muda. No pude contestarle. Mi mente se quedó en blanco, y simplemente me quedé ahí, parada, mirándolo como una tonta. Al ver que no respondía, frunció el ceño levemente, pero no dijo nada más. Solo se encogió de hombros y se alejó, dejándome ahí, inmóvil, sintiendo como si acabara de perder la única oportunidad que podría haber tenido con él.
Fin del Flashback
Esa sensación de pérdida, de oportunidad desperdiciada, se quedó conmigo durante mucho tiempo. A veces me encontraba repasando ese momento en mi cabeza, imaginando todas las cosas que podría haber dicho, todas las formas en que podría haber reaccionado de manera diferente. Pero la realidad era que, en su mundo, yo apenas existía. Y eso, de alguna manera, era lo que más dolía.
Ya lo sé, que corazón que no ve
Es corazón que no siente
O corazón que te miente amor
Pero, sabes que en lo más profundo de mi alma
Sigue aquel dolor por creer en ti
¿Qué fue de la ilusión y de lo bello que es vivir?
Para qué me curaste cuando estaba herido
Si hoy me dejas de nuevo el corazón partióAunque Richard no le caía bien a muchos en la cuadra, había algo en su carácter que lo mantenía al margen de cualquier problema real. Algunos lo veían como arrogante, otros como indiferente, y unos cuantos más simplemente lo evitaban porque sabían que él era de los que no aceptaban tonterías. Mi madre, sin embargo, tenía una opinión diferente. A ella le caía bien. A veces se detenía a charlar con la señora Sandra, su madre, cuando se encontraban en el mercado o en alguna reunión de vecinos. Yo sabía que a mi madre le agradaba la familia Ríos, aunque no puedo decir lo mismo de mi padre. Él siempre se mantenía distante, desconfiado, como si percibiera algo en Richard que no le gustaba o que no podía entender.
En lo más profundo, sabía que mis fantasías sobre Richard no eran más que eso: fantasías. Pero eso no evitaba que, en la intimidad de mi habitación, mi mente creara escenarios donde él y yo estábamos juntos de alguna manera. A veces, esos sueños iban más allá de lo inocente. No podía evitarlo. Había algo en él, en la manera en que se movía, en cómo se comportaba, que encendía algo en mí que no podía explicar. Me encontraba teniendo sueños húmedos, donde el Richard de mi imaginación hacía cosas que jamás me atrevería a decir en voz alta. Eran solo sueños, claro, pero en esos momentos privados, él era más que un simple chico del barrio. Era un deseo incontrolable, una fantasía que sabía que nunca se haría realidad.
Sin embargo, el tiempo pasó. La vida siguió su curso, y yo comencé a crecer. Con el tiempo, mi perspectiva cambió. Dejé de verlo como ese dios inalcanzable que alguna vez había sido. El brillo de su imagen comenzó a desvanecerse poco a poco, y lo que quedó fue simplemente un chico atractivo. Aún lo veía, claro, y aún había algo en él que me llamaba la atención, pero ya no lo idealizaba como antes. Se había convertido en una persona, con defectos y virtudes, alguien que podía admirar desde lejos, pero sin el dolor de querer algo que sabía que no podía tener.
Richard Ríos dejó de ser un dios en mi vida. Y aunque nunca lo olvidé del todo, aprendí a verlo por lo que realmente era: una persona más en mi camino. Y eso, al final, me liberó de todo lo que alguna vez sentí por él.
¿Y quién me va a entregar sus emociones?
¿Quién me va a pedir que nunca le abandone?
¿Quién me tapará esta noche si hace frío?
¿Quién me va a curar el corazón partió?
¿Quién llenará de primaveras este enero
Y bajará la luna para que juguemos?
Dime, si tú te vas, dime cariño mío
¿Quién me va a curar el corazón partió?
Quién me va a curar