Summertime Sadness - Lana Del Rey
Kiss me hard before you go
Summertime sadness
I just wanted you to know
That, baby, you the bestMini historia - 1
Hola, mi nombre es Jaqueline, y esta es mi historia.
Mi vecino Richard Ríos era un chico un poco más grande que yo, siempre llevaba ese estilo relajado que le quedaba tan bien, como si nunca se esforzara en lo que hacía, pero aún así lo lograba. Sus jeans desgastados y camisetas simples parecían su uniforme diario, y aunque la mayoría del tiempo su ropa era bastante sencilla, había algo en él que lo hacía destacar. Quizás era la forma en que caminaba, con un paso seguro y decidido, o tal vez la manera en que siempre olía a mucho perfume, una fragancia que parecía grabarse en mi memoria cada vez que pasaba cerca de él. Ese aroma fuerte y masculino que lo anunciaba incluso antes de que llegara a la esquina de la cuadra.
Era flaco, pero no de ese tipo de delgadez enfermiza, sino más bien el tipo de cuerpo que sugería que se movía rápido, ágil como un felino. Tal vez por eso era tan bueno en el fútbol. Casi todos los días, lo veía con un balón bajo el brazo, y cuando no lo tenía, siempre parecía estar buscando algo que hacer con las manos, como si le costara estar quieto. Había algo fascinante en la forma en que jugaba, en la precisión con la que colocaba cada tiro, en la intensidad con la que corría por el campo, sudor perlándole la frente. Era el tipo de chico que sabía cómo embocar una sonrisa, aunque la mayoría de las veces su rostro era neutral, como si no tuviera nada que decirle al mundo. Pero cuando sonreía, esa sonrisa se convertía en un secreto compartido con quien tuviera la suerte de verla.
Richard era el típico chico malo del barrio, ese con quien todas las chicas fantaseaban en silencio. Tenía un aura de misterio que lo rodeaba, algo en su mirada que hacía que te preguntaras qué historias guardaba detrás de esos ojos marrones, siempre entrecerrados, como si estuviera evaluando el mundo a su alrededor. Yo también me preguntaba eso. A menudo me encontraba mirándolo desde mi ventana, imaginando cómo sería si, solo por un momento, esa mirada se posara en mí. Si en lugar de pasar de largo, sus ojos se encontraran con los míos y algo, cualquier cosa, se encendiera entre nosotros.
Mi mejor amiga, Ailani, lo sabía todo sobre mis fantasías. Nos sentábamos en mi habitación, largas horas de la tarde, hablando sobre él. "¿Te imaginas, Ailani?", le decía, mientras mis dedos jugaban nerviosamente con un mechón de mi cabello. "¿Te imaginas que algún día me mire de verdad? No solo como una vecina, sino como... como alguien que le importa?". Ailani siempre se reía, pero no de una forma cruel. Ella entendía, porque a su manera, también estaba atrapada en ese mundo de sueños imposibles. Su propio crush, Andrés, era otro de los chicos del barrio que había crecido demasiado rápido para nuestro gusto. No sé cuántas veces compartimos historias inventadas sobre cómo sería nuestra vida si de alguna manera estos chicos perfectos y lejanos se dieran cuenta de nuestra existencia.
Richard había estudiado en mi escuela, claro, pero se graduó un par de años antes que yo. Recuerdo verlo caminar por los pasillos como si le pertenecieran, sus amigos siempre a su alrededor, formando una especie de escudo protector que lo mantenía aislado del resto de nosotros. A veces, en la hora del almuerzo, lo veía sentado en una mesa al fondo del patio, riendo bajo con esos mismos amigos, sus ojos siempre escaneando el lugar, como si nada realmente lo interesara.
Nunca fue de esos chicos que molestaban a los demás, al contrario, parecía que nadie se atrevía a molestarlo a él. Simplemente tenía más calle que todos nosotros. Había algo en la forma en que se movía, en la confianza tranquila con la que hacía todo, que hacía que la gente lo respetara sin que él tuviera que decir una sola palabra. El hijo de la señora Sandra, la mujer que trabajaba en una tienda de abarrotes a la vuelta de la esquina, era conocido por todos, pero realmente conocido por muy pocos.
Flashback
Una tarde, cuando tenía unos trece años, recuerdo haberlo visto desde mi ventana. Estaba solo, apoyado contra su moto, una vieja Honda que había arreglado con sus propias manos. Tenía una llave inglesa en la mano y estaba concentrado, su ceño fruncido mientras ajustaba algo en el motor. La tarde caía lentamente, y la luz dorada del sol bañaba todo con un brillo cálido. Por un momento, todo parecía perfecto, como una escena sacada de una película. No pude evitar quedarme allí, espiando, deseando tener el valor de bajar y acercarme.
En ese momento, se levantó, como si hubiera sentido mis ojos sobre él, y miró hacia mi ventana. Me congelé, sin saber qué hacer. Su mirada no duró más de un segundo, pero para mí, fue suficiente para sentir mi corazón saltar en mi pecho. Rápidamente me aparté, rogando que no hubiera notado lo obvio que era mi interés. Pero cuando volví a asomarme, ya estaba ocupado otra vez, como si yo nunca hubiera existido.
Esa imagen de él, concentrado en algo tan mundano como reparar una moto, se quedó conmigo durante años. En mi mente, esa tarde se convirtió en un símbolo de todo lo que él representaba para mí: la distancia entre nuestros mundos, y mi constante deseo de cruzarla.
Fin del Flashback
Hoy en día, cuando paso por la esquina donde solíamos cruzarnos, a veces me pregunto qué habrá sido de Richard. Nunca me atreví a hablarle realmente, más allá de los saludos educados que intercambiábamos cuando nos encontrábamos en la calle. Pero aun así, él siempre será para mí ese chico que llenó mis pensamientos durante tantos años.
Y aunque mis fantasías nunca se hicieron realidad, siempre habrá una parte de mí que se pregunte cómo habría sido si solo una vez, se hubiera detenido a mirarme.