Capítulo 20: Las Cartas Bajo la Manga

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La atmósfera en la sala de juicios era densa y cargada, como si una tormenta acechara en los bordes de la habitación. Vanesa y Mónica estaban conscientes de la gravedad de lo que estaban a punto de presentar. Después de semanas de embates, el caso había alcanzado un punto de inflexión donde, para enfrentar la crueldad de Javier y sus abogados, Vanesa sabía que debía usar las últimas pruebas que Mónica había recolectado. Eran grabaciones impactantes, con voces y momentos capturados en video que revelaban la verdadera naturaleza de Javier, no solo como un esposo inhumano, sino como un padre abusivo. La crudeza de esas pruebas podría abrir heridas que Mónica había querido dejar enterradas, pero también podría ser la clave para exponer la realidad de su sufrimiento.

Vanesa tenía entre sus manos una pequeña carpeta de videos y grabaciones, y sentía el peso de cada una de ellas. Mónica, con los ojos humedecidos, le dedicó una mirada de confianza, aunque claramente le costaba aceptar lo que estaba a punto de ocurrir.

—Vanesa, mirándola con suavidad: “Mónica, ¿estás segura? Esto va a remover todo… no tienes que exponer estos recuerdos si no estás lista.”

—Mónica, tragando saliva y con voz quebrada: “Es la única manera, Vanesa. Si alguien puede mostrar la verdad, eres tú. No puedo seguir escondiéndome de él, ni de lo que nos hizo. Es hora de que el juez vea quién es realmente.”

Vanesa apretó su mano con delicadeza, sintiendo la fragilidad de aquella mujer que, en su interior, estaba llena de cicatrices invisibles, pero profundas.

Cuando la sesión comenzó, el abogado de Javier retomó su estrategia, argumentando que Mónica era distante y fría, que su desinterés había empujado a Javier hacia Verónica. La defensa de Javier pretendía pintar una imagen de él como víctima de una esposa insensible. Javier, desde su asiento, esbozaba una leve sonrisa, confiado en que, de alguna manera, lograría esquivar la verdad una vez más.

Vanesa se puso en pie, con un aura de solemnidad que hizo que todos los ojos se posaran en ella.

—Vanesa, dirigiéndose al juez: “Señoría, la defensa ha insistido en sostener que el señor Javier es, en realidad, una víctima. Sin embargo, las pruebas que tenemos aquí muestran una realidad devastadora. Con su permiso, me gustaría presentar los audios y videos recolectados por mi clienta.”

El juez asintió, y la pantalla en la sala de juicios se encendió.

El primer audio resonó en la sala, con la voz grave y agresiva de Javier lanzando palabras de desprecio a Mónica. Era evidente el tono de intimidación, y sus palabras, llenas de rabia, iban escalando en violencia verbal. Los insultos caían como golpes, y cada frase parecía dejar una marca en el rostro de Mónica, que luchaba por mantener la compostura.

—Javier, en el audio: “¿Qué esperas, Mónica? No eres nada, ¿lo entiendes? ¡Nada! Si no fuera por mí, estarías perdida. No eres buena para nada… y ni siquiera como madre sirves. La realidad es que eres una mierda en todos los sentidos, recuerdalo siempre idiota, podría matarte con mis propias manos, pero no puedo hacerle eso a Sara”. Se escucha un sonido fuerte, siendo evidente que Javier había abofeteado a Mónica. Se escucha el llanto y quejido de Mónica, y la risa de Javier. Termina el audio.

Vanesa observó al juez, notando cómo su rostro comenzaba a reflejar indignación. Los murmullos en la sala aumentaban, cada persona escuchaba con horror las palabras de Javier, y la imagen de padre y esposo ejemplar que habían intentado proyectar se desmoronaba como un castillo de naipes.

Sin embargo, lo peor aún estaba por venir. Vanesa cambió el archivo en la pantalla y se reprodujo un video. En él, Javier aparecía en un momento de intimidad junto a Verónica, la mujer que la defensa había descrito como “su apoyo ante la frialdad de Mónica”. Las risas cómplices y las caricias dejaban en evidencia la relación oculta entre ambos, una que no encajaba en absoluto con el discurso de “víctima de abandono” que habían construido.

—Javier, acariciando a Verónica en sus partes intimas: “Tú eres la única que me entiende… no como esa imbecil de mí mujer.”

La grabación terminó, dejando un silencio cargado en la sala. Vanesa, manteniendo la compostura, se volvió hacia el juez, que ahora veía a Javier con una mezcla de incredulidad y repulsión.

Javier, desesperado, murmuraba algo a sus abogados. Les exigía que rebatieran lo expuesto, que encontraran una manera de culpar a Mónica de su infidelidad. Los abogados no tardaron en reaccionar.

—Abogado de Javier: “Señoría, es evidente que el señor Javier no tuvo otra opción. La señora Mónica había perdido todo interés en la relación, negándose a mantener intimidad desde el nacimiento de Sara. Él solo encontró consuelo en alguien que sí podía ofrecerle cariño.”

Vanesa sintió una oleada de rabia en su pecho al escuchar aquella defensa repulsiva. Apretó los labios y dirigió su mirada a Mónica, que estaba claramente afectada. Sabía que la única manera de desmentir aquella mentira sería usando la prueba que tanto había evitado.

—Vanesa, con voz temblorosa pero decidida: “Su señoría, me veo en la obligación de presentar un video. Uno que no quería mostrar, pero que es crucial para entender la magnitud de la manipulación y abuso que el señor Javier ha ejercido sobre mi clienta. Sin embargo, debo advertir que el contenido es… difícil de ver.”

Mónica apretó la mano de Vanesa, sintiendo la conexión de apoyo que la sostenía en ese momento tan oscuro. La abogada se dirigió al juez, quien asintió con una mezcla de solemnidad y tristeza en sus ojos.

El video comenzó a reproducirse, y la sala entera quedó en silencio absoluto. La imagen era tenue, como si fuera una sombra captada en la penumbra, y mostraba a Javier en un acto de presión hacia Mónica. Su lenguaje corporal y el tono de su voz eran de manipulación y dominio, ejerciendo una coacción que rozaba lo intolerable. La figura de Mónica, vulnerable y resignada, reflejaba la resignación y la falta de escapatoria en ese momento. En el vídeo se encontraba la fecha y el horario. Una escena de violación de tan solo cinco meses atrás.

Cuando el video terminó, un nudo pareció atarse en el pecho de cada persona en la sala. Mónica no pudo contener las lágrimas, el dolor y la vergüenza atrapados durante tanto tiempo ahora se derramaban sin contención.

Vanesa, con un profundo dolor reflejado en sus ojos, soltó la mano de Mónica y se puso de pie, enfrentando a los abogados de Javier y al juez con una convicción inquebrantable.

—Vanesa, con voz firme: “Señoría, no es mi intención poner a mi clienta en esta situación, pero el video muestra una verdad que no puede ser ignorada. Javier no solo manipulaba y maltrataba psicológicamente a Mónica, sino que también la coaccionaba en momentos íntimos. La afirmación de que fue su ‘soledad’ o su ‘abandono’ lo que lo empujó hacia otra mujer es una mentira cruel. No había abandono de parte de mi clienta; había, en cambio, un abuso constante de poder por parte del señor Javier, quien tomaba de Mónica aquello que decía que le faltaba.”

El juez, visiblemente afectado, asintió en silencio. La gravedad de la situación parecía haberlo golpeado, y la estrategia de manipulación y abuso de Javier se hacía cada vez más evidente. Los abogados de Javier permanecieron en silencio, con los rostros pálidos y derrotados.

La sesión llegó a su fin, y mientras la audiencia abandonaba la sala, cada persona allí presente llevaba consigo la impresión imborrable de lo que había presenciado. Vanesa se volvió hacia Mónica, y sin decir palabra, la abrazó. Ambas sabían que el juicio no había terminado, pero sentían que, por primera vez, la justicia comenzaba a inclinarse hacia su lado.

En las próximas sesiones, el juez vería con otros ojos cada palabra que surgiera de la boca de Javier y su equipo, comprendiendo que la verdad que habían intentado ocultar era más profunda y devastadora de lo que jamás habría imaginado.

La verdad, en toda su dureza, había salido a la luz, y no habría mentiras capaces de oscurecerla nuevamente.

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Flor🌹

Confianza en el Abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora