Capitulo 46: Investigación a Fondo

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Las noches en Valencia se alargaban para Mónica y Vanesa, quienes pasaban horas revisando los informes de las detectives privadas. En cada línea, en cada detalle, había una parte de su historia oculta, una red de mentiras que Javier había tejido para enterrar el pasado y adueñarse del futuro de sus hijos. La investigación, que comenzó con una esperanza frágil, se tornaba cada vez más en un caleidoscopio oscuro de delitos.

Mónica miraba fijamente la ventana de su habitación en el hotel, la ciudad extendiéndose ante ella en una calma que contrastaba con el huracán en su pecho. A su lado, Vanesa leía en voz baja los últimos reportes.

—Ha hecho más de lo que pensábamos… —susurró Vanesa, casi temerosa de romper la quietud de la noche—. Trata de personas, tráfico… Dios mío, Mónica. ¿Qué clase de monstruo es este hombre?

Mónica apretó los labios, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza que le quemaba por dentro. A veces, en la quietud de la noche, se preguntaba cómo había permitido que Javier se acercara tanto a sus vidas. Le costaba recordar la época en la que él había sido un hombre amable, un rostro familiar. Esa imagen, desgarrada y descompuesta, se había convertido en un reflejo ajeno, un fantasma del hombre que alguna vez creyó conocer.

—Es increíble cómo se transformó en esto, cómo logró engañarnos a todos… —respondió Mónica, su voz rota, pero firme—. No es solo por nosotros, Vanesa. Es por nuestros hijos… y por cada vida que ha destruido.

En los días siguientes, las detectives comenzaron a reunir las primeras pruebas concretas. Cada documento, cada fotografía, era una pieza del rompecabezas que se iba formando ante ellas. Había registros bancarios que mostraban transferencias inexplicables, contactos con personas de dudosa reputación, e incluso imágenes en las que Javier aparecía con políticos y empresarios que facilitaban sus negocios ilícitos.

—Es como si cada fragmento de su vida estuviera construido sobre las ruinas de las vidas de otros —dijo Vanesa mientras revisaba una de las fotos.

Mónica asintió, sintiendo un peso cada vez más profundo en su interior.

—Y esas vidas también nos pertenecen, Vane. Cada vez que veo una prueba, siento que estamos recuperando un pedazo de nuestros hijos… Es como desandar un camino que él trazó a la fuerza.

Entre las pruebas, encontraron registros que confirmaban la violencia que Vanesa había sufrido a manos de Javier hace casi seis años. Era un golpe en el corazón, una herida abierta que nunca se había cerrado. Vanesa recordaba cada detalle con una claridad punzante: el olor del alcohol en su aliento, la frialdad en sus ojos.

—Nunca pensé que podríamos demostrarlo —dijo Vanesa, con la voz temblorosa mientras sostenía las pruebas en sus manos—. Pensé que todo lo que me hizo iba a quedarse sepultado para siempre…

Mónica la abrazó, sintiendo el dolor de su esposa como propio, compartiendo en silencio las cicatrices invisibles que Javier les había dejado a ambas.

—Pero ahora podemos demostrarlo —murmuró, acariciando suavemente su rostro—. Podemos demostrarlo, Vane. Y haremos justicia… No solo por nosotras, sino también por Pia y Sara.

Mientras tanto, las detectives también comenzaron a desentrañar la vida que Javier había construido en Valencia junto a los niños. Aunque a simple vista todo parecía normal, había señales de control y manipulación en cada aspecto de su día a día. Las cámaras instaladas en la casa, las llamadas controladas y la presencia constante de Verónica, quien parecía cumplir un rol ambiguo en la vida de los pequeños.

—No entiendo quién es esta mujer —dijo Vanesa, frunciendo el ceño al ver una fotografía de Verónica con Dennis y Nicolás—. Siempre aparece en las fotos, pero nunca hemos escuchado nada sobre ella…

Monica suspiró, tratando de armar el rompecabezas en su mente.

—Quizás es alguien que Javier manipula también, alguien que no sabe la verdad… o que eligió ignorarla. O mi otra sospecha, aunque se encuentra bastante cambiada, es Verónica, la niñera de Sara y amante de Javier cuando aún estábamos casados.

Mónica se quedó en silencio, observando las fotos y videos. A pesar de la calma aparente, podía ver destellos de incomodidad en los gestos de los niños, pequeñas señales que solo una madre podría notar. En un video, Nicolás jugaba en el jardín, pero había algo en su mirada, una especie de tristeza contenida que rompía el corazón de Mónica.

—Están bien, pero no están libres —dijo en voz baja, como si hablara consigo misma—. Javier los tiene atrapados en una jaula invisible. Quizás no les falta nada, pero… no les da la libertad de ser ellos mismos.

Con cada nueva evidencia, Ana, su abogada, revisaba y estructuraba el caso con precisión. Sabían que Javier tenía contactos influyentes, pero también sabían que habían encontrado pruebas tan sólidas que incluso los aliados de Javier podrían temer asociarse con él.

—Lo que tenemos aquí es suficiente para llevarlo a prisión durante mucho tiempo —les explicó Ana, extendiendo una carpeta con la recopilación de pruebas—. Pero debemos ser estratégicas. No podemos dejarle ni un resquicio para defenderse.

Vanesa y Mónica asintieron, comprendiendo la importancia de moverse con cuidado. Javier, como una bestia acorralada, podía ser aún más peligroso si se enteraba de lo que planeaban.

—Por eso esperaremos el momento adecuado —dijo Vanesa, mirando a Mónica con una determinación feroz—. No podemos arriesgarnos a que algo salga mal. No después de haber llegado tan lejos.

Mónica tomó la mano de Vanesa, sintiendo que, a pesar de todo el dolor, habían recuperado una parte de su fortaleza. Habían pasado por el infierno y regresado, y ahora estaban más cerca que nunca de obtener la justicia que tanto merecían.

Durante las noches, luego de hacer dormir al pequeño Matías, cuando el silencio envolvía la habitación, Mónica y Vanesa compartían sus miedos y esperanzas, reconociendo la fragilidad y el valor que las había sostenido todo este tiempo.

—A veces me pregunto si Pia y Sara podrán entender todo esto —dijo Mónica en un susurro—. Si algún día verán las cicatrices que llevamos y comprenderán que lo hicimos por ellos, por su libertad.

Vanesa la miró con ternura, acariciando suavemente su rostro.

—Nuestros hijos verán, Mónica. Verán lo que hemos luchado y el amor que nos impulsó… Porque, aunque Javier trató de destruirnos, seguimos aquí, más fuertes y más unidas. Pia y Sara son mis hijas, aunque Javier haya intentado todo lo sobre humanamente maligno para que así no lo sea.

Mónica sonrió, sintiendo que, a pesar del dolor, habían recuperado algo que Javier nunca podría arrebatarles: la esperanza de un futuro juntos, la certeza de que su amor y su determinación podían vencer incluso las sombras más profundas.

Finalmente, el equipo tenía todo listo. Las pruebas eran contundentes, y la estrategia estaba definida. Ahora, solo quedaba esperar el momento adecuado para dar el golpe final, para recuperar a sus hijos y poner fin al reinado de terror de Javier.

Mónica y Vanesa, con el corazón lleno de fuerza y esperanza, se preparaban para el día en que por fin verían a Javier tras las rejas y a sus hijos, libres de su control. Sabían que ese momento llegaría, y estaban dispuestas a enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.


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Flor🌹

Confianza en el Abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora