Capitulo 52: Vanesa y la Adopción Legal de Pia y Sara

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El día amanecía cálido y tranquilo. En el aire, había una mezcla de esperanza, un susurro de promesa que se sentía en cada rincón de la casa. Para Sara y Pía, aquel día marcaba un antes y un después. Desde que Mónica y Vanesa comenzaron el proceso de adopción legal, sus vidas habían cambiado de maneras que no podían poner en palabras, pero que sentían profundamente en el corazón.

Pía observaba su reflejo en el espejo, su semblante tranquilo y sus ojos brillantes reflejaban una mezcla de nerviosismo y emoción. Desde pequeña, había soñado con un lugar en el mundo donde pudiera ser ella misma sin miedo ni dudas, y en esa casa, al lado de Mónica, Vanesa y sus hermanos, finalmente sentía que ese sueño se hacía realidad.

> —¿Lista? —le preguntó Mónica, asomándose por la puerta con una sonrisa cálida.

Pía asintió, respirando hondo y dejando que el amor y la seguridad que sentía con su familia la envolvieran como un manto.

En el salón, Vanesa, con su habitual serenidad y confianza, revisaba los documentos finales de adopción. Sara la observaba desde un rincón, maravillada por la imagen de fortaleza que su madre proyectaba. Aunque ya llevaba meses construyendo una relación con ella, el hecho de que Vanesa ahora sería su madre legal llenaba de paz su corazón.

> —¿Por qué estás tan pensativa, Sara? —preguntó Vanesa, notando la mirada de la niña.

> —Es que… siento que ahora sí somos una familia completa. Es como si me dieran un mapa con un “aquí estás” y un “aquí perteneces” —explicó Sara con una sonrisa tímida.

Vanesa sonrió y se acercó para abrazarla. Aquellas palabras, tan sencillas y puras, capturaban el significado profundo de lo que ese día representaba para ellas.

Cuando finalmente llegaron al juzgado, la sala tenía un aire solemne, pero en el ambiente también se respiraba un aura de celebración. Era el cierre de un ciclo y el inicio de otro. Pía, con una fuerza que irradiaba desde su interior, sostuvo la mano de Mónica y miró al juez con una calma que reflejaba su confianza en el paso que estaba a punto de dar.

El juez, un hombre de aspecto amable, miró a la familia con una sonrisa y comenzó a leer las palabras que harían oficial lo que en sus corazones ya era una verdad.

> —Con este acto, se otorga a Vanesa el pleno derecho y la responsabilidad de ser madre de Pía y Sara, quienes, a partir de hoy, no solo serán legalmente sus hijas, sino que también tendrán todos los derechos y la seguridad que implica formar parte de esta familia junto con Mónica, una pareja que reflejan que viven con amor y a través del amor.

Mónica, Vanesa y las niñas se miraron emocionadas. Aquel momento simbolizaba mucho más que una declaración legal; era la confirmación de un lazo que habían forjado a través de cada lágrima, de cada risa compartida y de cada momento de apoyo incondicional.

> —Gracias, juez —dijo Vanesa con voz entrecortada por la emoción—. Para nosotras, esto es la culminación de un sueño.

Para Pía, aquel día también marcaba el inicio de otro viaje: su tratamiento hormonal. Sentía que cada paso que daba junto a su familia la acercaba más a la versión más auténtica de sí misma. Mónica y Vanesa le habían enseñado que ser uno mismo es un acto de valentía y que no hay mayor libertad que la de aceptarse y amarse tal y como uno es.

Más tarde, en casa, Pía se sentó junto a Mónica en la sala. Aquel era uno de esos momentos que atesoraba, cuando sentía que podía compartir sus pensamientos más profundos sin miedo a ser juzgada.

> —Mamá, hoy empiezo algo que he deseado toda mi vida —confesó, mirando el cielo a través de la ventana—. Y me siento tan afortunada de tenerlas a ustedes a mi lado.

> —Estamos aquí para acompañarte en cada paso, cariño —respondió Mónica, tomando su mano—. No tienes que hacer esto sola. Esta familia es tu refugio, y estaremos contigo en cada parte de tu viaje.

Pía sonrió, sintiendo que las palabras de su madre eran como un eco de su propio corazón. Por fin, tenía un hogar donde podía ser ella misma sin reservas, y eso le daba la fuerza para enfrentar cualquier reto que pudiera surgir.

Un mes más tarde, la familia se reunió en casa para celebrar el cumpleaños de Matías por primera vez todos juntos y unidos. La sala estaba decorada con globos y serpentinas de colores verdes y muchas imágenes de "Cars", últimamente El pequeño de la familia tenía una obsesión con aquella película. El aroma a pastel llenaba el ambiente. Matías, que ya había cumplido tres años, era el centro de atención, rodeado de sus hermanas que lo mimaban y lo hacían reír.

> —¡Feliz cumpleaños, peque! —exclamó Pía, levantándolo en brazos y girando con él en un círculo.

Sara, riendo, le entregó a su hermano un globo en forma de auto, que Matías recibió con una mezcla de asombro y alegría. Para él, su familia era como un universo donde cada uno de ellos era una estrella que brillaba con su propia luz.

Luna, que también había venido a la celebración junto con Ana y Ainhoa, se acercó a Sara con una sonrisa cómplice.

> —¿Sabes? Nunca pensé que tendría una amiga como tú, Sara. Estos meses han sido increibles —le dijo, dándole un abrazo—. Eres como una hermana para mí.

Sara le devolvió el abrazo, sintiendo que el mundo le sonreía de formas que nunca había imaginado. Había encontrado en Luna una amiga que la entendía y la aceptaba, y su conexión era como un lazo irrompible que las unía más allá de las palabras.

> —Yo también te quiero, Luna —respondió, sintiendo que sus palabras eran como un susurro de gratitud hacia el universo.

Antes de que la noche terminara, Vanesa propuso un brindis.

> —Por nuestra familia, por cada uno de nosotros, por la valentía de ser quienes somos y el amor que nos une —dijo, levantando su copa.

Todos los presentes alzaron sus copas y brindaron juntos, sellando aquel momento con la certeza de que habían encontrado en sus corazones el verdadero significado de la familia.

En aquella casa, llena de risas, de amor y de sueños compartidos, Sara y Pía sabían que nunca estarían solas. Habían encontrado un hogar, un refugio, y cada miembro de su familia era como una pieza de un rompecabezas perfecto, un símbolo de amor y aceptación que les recordaba que pertenecían a un lugar especial en el mundo.

La vida, pensaron ambas mientras las luces se reflejaban en sus ojos, era como una serie de capítulos, y aquel, marcado por la adopción legal y el comienzo de un viaje de autodescubrimiento, era uno de los más hermosos que habían vivido. En ese momento, supieron que, pase lo que pase, siempre tendrían una familia donde encontrar refugio y amor incondicional.



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Flor🌹

Confianza en el Abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora