Las horas parecían prolongarse indefinidamente mientras Mónica y Vanesa aguardaban en el hotel, atrapadas entre el vértigo de la anticipación y el peso de tantos años de incertidumbre. La puerta se abrió finalmente y, allí, ante ellas, estaban sus hijas. Las palabras se desvanecieron en un instante, reemplazadas por una oleada de emociones profundas, una mezcla de alegría y anhelo que apenas podían contener.
-Nicolás... Pía, eres tú, eres... siempre fuiste tú -murmuró Mónica con lágrimas en los ojos mientras estrechaba a su hija en un abrazo.
-Nunca dejamos de buscarte, mi amor. Ni un solo día -añadió Vanesa, acariciando el cabello de Pía.
Pía, que parecía comprenderlo todo de algún modo, asintió mientras sus ojos se humedecían.
-Yo... yo también las busqué en mis pensamientos, las imaginaba... aunque no sabía si algún día las encontraría. Y soy Pía, mamá. Soy Pía -contestó en voz baja, reafirmando la identidad que siempre sintió como suya.
Sara, en cambio, miraba la escena con una mezcla de confusión y recelo. Para ella, la historia era distinta, su corazón aún extrañaba a Javier y a Verónica, sus padres en el recuerdo, aunque ahora difuso.
Pía y Sara aún no sabían que había alguien más esperándolas. Un pequeño niño de apenas 3 años, Matías, esperaba de pie cerca de Mónica, con los ojos grandes y brillantes, lleno de una curiosidad inocente.
-Chicas, quiero que conozcan a su hermanito -anunció Vanesa con una sonrisa temblorosa de felicidad.
Pía se agachó a la altura de Matías, y, con una dulzura infinita, le ofreció la mano. Matías la miró con la fascinación que solo un niño puede expresar, y sin dudarlo se acercó a ella.
-Hola, hermanito. Soy tu hermana, Pía -dijo con voz suave, y Matías, con su inocente entusiasmo, la abrazó con sus bracitos.
El pequeño rió, y esa risa llenó el corazón de todos los presentes, creando un lazo que trascendía palabras y explicaciones.
Sara, aún observando desde cierta distancia, se sintió desconcertada. Sin embargo, algo en la ternura de aquella escena despertó en ella una chispa de calidez. Lentamente se acercó y extendió una mano vacilante hacia Matías, quien la tomó con naturalidad, como si siempre la hubiera conocido.
-¿También mi hermana? -preguntó Matías con una inocencia desarmante, mirando a Sara con ojos brillantes.
-Sí... sí, soy tu hermana -respondió ella con voz temblorosa, sintiendo que, quizás, podía encontrar un lugar en esta familia que se estaba formando ante sus ojos.
La escena se convirtió en el sueño cumplido de Mónica y Vanesa: por fin, sus tres hijos, juntos, unidos en un abrazo silencioso lleno de promesas de amor.
El regreso a Málaga trajo consigo una oleada de nuevas emociones. La ciudad, bañada en el cálido sol del Mediterráneo, parecía recibirlos como una familia completa por primera vez. En cada rincón de la casa, los recuerdos aún frescos se mezclaban con los ecos de una vida que empezaban a construir juntos.
Pía, ahora con la certeza de su identidad, encontraba en sus madres un apoyo incondicional. Mónica y Vanesa escucharon cada uno de sus pensamientos, sus dudas y sus certezas, como si fueran los ladrillos que formarían su identidad completa.
-Cariño, queremos que sepas que estás a salvo aquí, y eres libre de ser quien eres -le dijo Vanesa una noche mientras conversaban en el cuarto de Pía-. Cuéntanos, ¿cómo quieres llamarte?
-Pía... Siempre he sido Pía, aunque a veces... a veces pensé que nunca podría decirlo en voz alta -respondió con sinceridad.
-Entonces Pía serás, y haremos todo lo necesario para que también lo seas oficialmente -afirmó Mónica, con una firmeza amorosa que hizo que los ojos de Pía se llenaran de gratitud.
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Confianza en el Abismo.
FanfictionConfianza en el Abismo relata la historia de un mundo alternativo donde Vanesa Martín es una abogada feminista y defensora de los derechos humanos, y Mónica Carrillo, una madre atrapada en una relación abusiva. Vanesa, marcada por su propio pasado d...